Recesión económica y resignación
El país vive un momento productivo muy complicado a lo que se suma la volatilidad internacional y los propios avatares de la agitada política interna. El panorama, se observa, no es halagüeño.
Si bien no sorprende, no deja de causar honda preocupación el dato
de que la actividad económica se derrumbó 6,7% en junio en forma interanual.
Este índice representa la mayor contracción desde 2009, según informó el
Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec). El mal resultado del sexto
mes del año hizo que la actividad pasara a signo negativo de 0,6% en el año.
El escenario potencialmente recesivo que se avizoraba se ha hecho presente en toda su magnitud. Si bien la recesión se declara cuando la caída de la economía se produce en dos bimestres seguidos, lo cierto es que ninguna proyección establece que se revertirá la cuesta descendente. El país vive, entonces, un momento productivo muy complicado a lo que se suma la volatilidad internacional y los propios avatares de la agitada política interna. El panorama, se observa, no es halagüeño.
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Acérrimo defensor del camino escogido, el presidente de la Nación debió admitir que la recesión será un elemento con el que los argentinos deberemos convivir en los próximos meses. Aun cuando se muestre optimista en su pronóstico final, los indicadores económicos son tan negativos que es imposible esconder cualquier pretensión de negar la realidad. Cae por su propio peso la acusación opositora de que los efectos de la recesión pretendían ser tapados por las investigaciones por las causas de corrupción que involucran a ex funcionarios y prominentes empresarios.
Desde junio de 2009 no se producía una caída tan brusca en la economía. Aquella vez fue cuando el temblor financiero producido por la "burbuja inmobiliaria" de los Estados Unidos provocó zozobra en el mundo entero. Ahora, las guerras comerciales encaradas por la administración de Trump son, entre otras, hechos evidentes que también sacuden la debilidad estructural de nuestra actividad productiva. De todos modos, achacar responsabilidades solamente a lo externo sería de necios. Existen serios problemas estructurales internos que nunca han sido resueltos, a lo que se agregan la corrupción y la falta de visión a largo plazo de una dirigencia política solo preocupada por la próxima elección.
Para peor, la peor sequía en medio siglo determinó una caída importante de la producción agropecuaria, la que otra vez pone de manifiesto su incidencia en la vida nacional. Cayó un 31% en junio, constituyéndose en prácticamente la mitad del porcentaje de descenso general de la actividad económica. La devaluación, las restricciones determinadas por la necesidad de ajustar las cuentas del Estado y el agobio tributario son otros elementos que permiten explicar la coyuntura.
Así, la Argentina está en peligro de desbarrancarse nuevamente. No sorprende. Los habitantes de esta tierra nos hemos habituado a los barquinazos. Resignarse es la peor receta. Solo ayuda a sobrevivir, no a vivir, escribió alguna vez la periodista italiana Oriana Falacci.