Otra polémica por la jineteada
La doma es una actividad que es tradicional en nuestra patria. Lo ha sido desde que el aborigen o el gaucho estableció esta relación con el caballo. Pero esto no quita que se deba exigir responsabilidad y seriedad a la hora de practicarla, especialmente teniendo en cuenta el bienestar de los animales.
Como cada año, la realización del Festival Nacional de Doma y Folklore de Jesús María ha generado más controversias entre quienes defienden la doma como expresión de la cultura gauchesca y los que trabajan en pos de los derechos de los animales. La muerte de un caballo que se lesionó en el campo de la jineteada avivó nuevamente las discusiones.
Vale aclarar que el animal no murió en el mismo campo, sino que luego de ser atendido por los veterinarios y ante la imposibilidad de que el tratamiento fuese efectivo, se decidió sacrificarlo con el consentimiento del propietario. De todos modos, el hecho volvió a generar la misma polémica de los últimos años.
En este contexto, es ineluctable señalar que en este tiempo se suelen exagerar las posturas. Sacando de la discusión a quienes solo tienen intereses económicos en montar estos espectáculos y no se preocupan por otros aspectos centrales, la mirada controversial permanece. Es que las grietas no son solo políticas. Así, los defensores de esta práctica ancestral sostienen que los caballos de doma son muy cuidados y que, si bien ocurren situaciones como la última escenificada en el anfiteatro de Jesús María, el espectáculo no muestra otra cosa que lo que se hace en el campo para que el caballo termine siendo un fiel servidor del campesino en su trabajo rural. Por el contrario, quienes tienen la visión contraria remarcan las condiciones de sufrimiento y estrés que tienen los animales, entre otros puntos. A veces se roza la insensatez en la expresión de cada una de las veredas. Y así el debate se torna ríspido e imposible de alcanzar etapas superadoras.
De todos modos, es necesario sostener que la doma es una práctica cultural histórica en nuestro país. Si la cultura es entendida como la acción del hombre en la búsqueda de la trascendencia y el establecimiento de relaciones con los demás hombres y con los animales, los vegetales y las cosas en un ámbito geográfico y en un tiempo determinados, es necesario reafirmar que la doma es una actividad que está inscripta en ello y que es tradicional en nuestra patria. Lo ha sido desde que el aborigen o el gaucho establecieron esta relación con el caballo desde que los españoles lo trajeron.
Pero esto no quita que se deba exigir responsabilidad y seriedad a la hora de practicarla, especialmente teniendo en cuenta el bienestar de los animales. Es que la mayoría de la sociedad no acepta el maltrato a los animales. Más allá de reacciones extemporáneas, como las protagonizadas por algunos grupos en ediciones anteriores del festival, se impone que las autoridades competentes y los protagonistas velen por la salud de los caballos que participan en las distintas jineteadas.
Pero la situación derivada de la muerte de un animal en Jesús María, cuyas causas parecen estar claras y no se deberían a acciones lesivas de los cuidadores, no debiera ser motivo para desterrar una práctica que es reflejo de una cultura, una identidad.