“Nuestra alimentación depende del mercado y no de la naturaleza”
En Villa María, un proyecto agroecológico con sello sanfrancisqueño se presenta como una alternativade una economía más solidaria y cooperativa, de la soberanía alimentaria y propone volver a la agricultura campesina de los primeros habitantes de esta tierra. Más alejado de los preceptos de la industrialización y la comercialización, en una Argentina donde los precios nunca paran de subir, el agricultor Alejandro Bó propone "masificar nuevamente los cultivos ancestrales", pero para ello asegura que "hace falta personas viviendo en el campo".
Por Stefanía Musso | LVSJ
Arroz misionero, cresta de gallo, espinaca de lagos, tomatillo verde mexicano, colinabo o por qué no, cucamelón. La lista de verduras es interminable en la huerta del oriundo de San Francisco, Alejandro Bó, en Villa María.
El joven de 34 años se dedica al trabajo con plantas y la producción de semillas y en esteviaje, descubrió que es posible recuperar frutos del pasado que tal vez consumían los primeros habitantes de Latinoamérica.
Bó desarrolló el proyecto "Huerta elemental", que busca generar el acceso a variedades de cultivos alternativos y no comerciales que prácticamente no existen en las góndolas del mercado argentino, a diferencia de otros países que conservan rasgos de la agricultura tradicional más desarrollada.
Con todo un nuevo abanico de posibilidades, Alejandro se planteó que "el legado que podemos recuperar de nuestros antepasados, tanto aborígenes como europeos, es el cultivo pero a su vez, la elaboración de la cosa, la gastronomía..., hay mucho para inspirarse".
Esto multiplica los beneficios alimentarios. "Se amplían las posibilidades de la cocina, del alimento en diferentes sabores, colores, formas y platos. Nutricionalmente, es claro que la diversidad da el equilibro en la naturaleza y en nosotros y nosotras", dijo el joven a LA VOZ DE SAN JUSTO.
Según su perspectiva, lo que hoy consumimos perdió el sabor y el color de sus orígenes: "Hay muchos cultivos que se distorsionaron, cuyos sabores y nutrición cambiaron mucho. Un caso es el del tomate, su distribución hizo que dejara de ser el mismo, es uno de los casos más paradigmáticos".
Del pasado al presente
A Bó le fascina lo natural, lo cautiva y todo el tiempo lo desafía a nuevas pruebas ante nuevos alimentos. "Mi inquietud reside en recuperar alimentos típicos y tradicionales de América Latina, en visibilizar la historia real de estas tierras antes de la conquista de los españoles, todas las formas culturales y técnicas del cultivo del alimento y habitar el territorio que los antepasados americanos nos dejaron. Los cultivos son muy interesantes y no dejan de develarse", afirmó.
"Esto fue surgiendo a medida que fui explorando, encontrando variedades, reproduciéndolas, conociendo su historia y forma de cultivo -siguió el entrevistado-. Para mí, personalmente, es muy inspiradora la historia de estas tierras porque las culturas ancestrales tenían una capacidad muy avanzada de relacionarse con el ambiente, a diferencia de los occidentales donde su cultura es más agresiva con el medioambiente y consigo mismas, encerrados en ciudades, con problemas desde higiénicos y salubridad en general por lo que es la historia de Europa en sí, teñida de guerras e invasiones", remarcó.
Chaucha japonesa u "oreja de chancho", una variedad de chaucha tardía, trepadora, rústica y muy productiva.
"En América, más allá de los hechos violentos que ocurrieron, son superiores en la forma de relacionarse con el medio ambiente. Me interesa rescatar esos saberes, formas y recuperar alimentos mientras generamos formas de cultivo amables y acordes a la sociedad", añadió Bó.
"La tierra está viva. El problema radica en no reconocerla como un ser vivo o que se produzca sin darle algo a cambio, es decir, hábitos de regeneración en ese suelo".
Tierra viva
Pero esto no es fácil, tiene sus retos y Alejandro lo sabe bien. "El mayor desafío de la reproducción de cosas desconocidas es conseguir las semillas y las plantas, pero hay, están. Hay proyectos en todo el mundo donde campesinos y campesinas siguen reproducciones cultivos no convencionales o tradicionales. Lo necesario y que tratamos de hacer, es generar más disponibilidad para la gente que no está en contacto con esto, para que puedan reconocer el tesoro de diversidad que tenemos, que está vivo, pero debemos tener acceso real para disfrutarlos y conocerlos".
Bó asegura que la tierra "está viva. Es un orgullo haber logrado cultivar estas cosas, a pesar que la tierra no es la misma que hace cien años pero está viva, igual que hace tanto tiempo. El problema radica en no reconocerla como un ser vivo o que se produzca sin darle algo a cambio, es decir, hábitos de regeneración en ese suelo".
Llegar a todos
Para su proyecto "Huerta elemental", este agricultor viaja a los inicios de todo, a la modalidad agroecológica. "Es una forma amplia de denominar esta labor donde los métodos son orgánicos y sin productos químicos con la búsqueda e intención de producción", explicó.
"Mi trabajo actualmente es desarrollar un proyecto de producción de semillas, plantas, cultivos de huertas y comestibles. Se trata de generar acceso a variedades de cultivos alternativos, no comerciales", se explayó.
"En la Argentina tenemos una agricultura y una horticultura muy limitada en el mercado convencional o consumo de ciudades y de exportación -sentenció-. Debemos ser conscientes que, al cultivar extraemos minerales, limitamos la capacidad biológica de este suelo. Entonces, hay que evitar que se corte esa capacidad tan propia. Esa es nuestra búsqueda de trabajo y el desafío de la agroecología".
"El legado que podemos recuperar de nuestros antepasados, tanto aborígenes como europeos, es el cultivo pero también, la elaboración de la cosa, la gastronomía..., hay mucho para inspirarse".
Caro Rich, el tomate que tiene 10 veces más caroteno que una zanahoria.
Volver al campo
Para este sanfrancisqueño, "tener más cerca la verdura, expandir la idea de la huerta es el propósito y una idea de generar más acceso para quebrar paradigmas herméticos de cómo se hace una huerta hasta otros más grandes. Hablamos desde lo más cercano a la gente. Lo diverso nos da la posibilidad de cultivar sin necesidad de tener tanto conocimiento o tiempo".
En tanto, "para poder masificar nuevamente los cultivos ancestrales, los cultivos alternativos, hace falta personas viviendo en el campo, porque no se puede hacer en una fábrica sino recuperando la cultura humana de la subsistencia y de disfrute del alimento y habitar bien el territorio. Eso es lo que hace la solución a los precios y el acceso, así como la calidad de producto", reflexionó Bó.
"La única salida es generar redes para tener acceso a lo que están produciendo, pero es necesario multiplicarlo con conciencia del campesinado en la tierra. Si no lo hacemos, el problema se puede agudizar hacia el hambre y las enfermedades".
Colinabo, una col que engrosa su tallo y se cosecha.
"La cadena de producción de alimentos requiere mucha energía de lo que se hace afuera del sistema, entonces eso hace que una guerra, por ejemplo, dispare el precio de uno o dos insumos. Nuestra alimentación depende del mercado y no de la naturaleza".
"Las culturas ancestrales tenían una capacidad muy avanzada de relacionarse
con el ambiente, a diferencia de los occidentales donde su cultura es más
agresiva con el medio ambiente".
"Me interesa aportar a las personas y los procesos colectivos. Queremos que este proyecto genere trabajo y sustento para otras familias. En San Francisco, colaboré con procesos, pero la ciudad aún sufre la desconexión como muchas. La ciudad tiene mucho campo, pero hay poco de lo agroecológico. Lo que hay, hay que ayudarlo a crecer o bien gestarlo, dándole acceso a la juventud para que continúe este camino", concluyó Alejandro.