No somos todos culpables
Que la mujer sufre postergaciones y riesgos es una realidad objetiva. No obstante, es al menos exagerado atribuir a toda la sociedad la existencia de depravados que denigran la condición humana. Porque una amplia mayoría de la sociedad reconoce que el rol de la mujer debe ser enaltecido.
En todas las pantallas se pudo observar cómo un par de personas evitaron que un grupo de depravados sometiese a una joven mujer dentro de un automóvil, a plena luz del día, en el barrio porteño de Palermo. Su rápida intervención interrumpió un suceso detestable por el costado que se lo analice. Y también permitió el arresto de estos sujetos, en medio de repudio generalizado de los vecinos del sector.
La repugnante acción de estos individuos abusando a una mujer indefensa se transforma en una exigencia para la Justicia. Los hechos han sido fielmente reflejados por las imágenes captadas por los celulares de muchas personas. Es decir, pruebas no faltan para certificar la participación de este grupo en un intento de violación en manada que merece toda la sanción prevista en la ley. Al mismo tiempo obliga a que se le preste asistencia en todos los órdenes a la víctima, así como garantías de seguridad a los comerciantes que impidieron la violación y que ahora han denunciado amenazas por parte de los familiares de los involucrados.
Desde un principio, el caso es claro. Un abuso en grupo contra una mujer sin posibilidad de defensa. Una abyecta conducta de un grupo de jóvenes expuesta con crudeza ante decenas de cámaras. Sin embargo, ha hecho ruido la interpretación del suceso que emana desde ciertos nichos ideológicos. Mucho más porque su vocera ha sido la ministra de Mujeres, Géneros y Diversidad del gobierno de la Nación, Elizabeth Gómez Alcorta.
La funcionaria afirmó que la violación grupal a una joven en el barrio porteño de Palermo "no se trata de un hecho aislado" y dijo que los responsables, los seis jóvenes detenidos, "no son monstruos, son varones socializados en esta sociedad". Agregó que al nombrarlos de esa manera "pareciera que el problema está en algunos individuos y no en la sociedad". En este sentido, sostuvo que se trata de prácticas que fueron "aprendidas". "Así como nosotras las mujeres aprendemos a cuidarnos y a saber cuáles son los riesgos, los varones también aprenden ciertas prácticas: la práctica de que nuestros cuerpos, nuestras vidas, no tienen valor", dijo.
Que la mujer sufre postergaciones y riesgos en la sociedad es una realidad objetiva. No obstante, es al menos exagerado -por usar un término elegante- atribuir a toda la sociedad la existencia de depravados que denigran la condición humana. Porque una amplia mayoría de la sociedad reconoce que el rol de la mujer debe ser enaltecido en la sociedad. Y son millones los varones que aprendieron otra cosa, no las que la ministra estima. Aprendieron a respetar y a valorar a la mujer, internalizaron valores centrales de la existencia, que aseguran la cohesión social y que hoy son puestos en duda por quienes, ejerciendo posturas autoritarias, sostienen, desde un pedestal que ellos mismos se han creado, que hay que sustituirlos porque es necesario cambiar la matriz social.
Como afirma la ministra, por supuesto que es importante y clave la Educación Sexual Integral para la formación de las nuevas generaciones. Tanto como lo es la transmisión de los valores fundantes de la convivencia humana. Esos mismos principios que estos deleznables sujetos no han incorporado a sus vidas, como lo ha hecho la gran mayoría de las personas de bien, supuestamente también "culpables" de esta aberrante situación, según la forzada interpretación de la ministra.