Necesario recuerdo del drama de la hiperinflación
El año 1989 fue caótico. Si bien todavía no alcanzando los extremos de aquel tiempo, lo que sucede con la economía luego de la renuncia del anterior ministro del área y de la asunción de su reemplazante, tiene numerosas aristas comparables.
"El objetivo era modesto, visto hoy en perspectiva. Era conseguir unos metros de alfombra para las piezas de la casa que nos íbamos a mudar después de casarnos. Recorrimos diferentes comercios y ninguno quería vender. No era que no querían entregar la mercadería. No sabían a qué precio cobrarla porque desconocían cuál iba a ser el valor de reposición. Sabían que iba a ser más alto, pero no cuánto más elevado. Vender con esa incertidumbre podía ser una decisión que definiera la quiebra del negocio. Los meses de hiperinflación de 1989 fueron caóticos. Era una economía sin precios". La cita pertenece a un artículo publicado en 2017 por el periodista económico Alfredo Zaiat, uno de los pocos columnistas que elogia la vicepresidenta de la Nación en sus apariciones públicas, en el diario Página 12, bajo el título "1989: el año caótico", en el que brinda su visión acerca de la hiperinflación que terminó con el gobierno de Raúl Alfonsín.
Innumerables podrían ser los relatos similares que retratasen las vivencias que los argentinos han experimentado en la última semana. Vendedores que no quieren vender, compradores que preguntan precios y no obtienen respuesta, proveedores que desensillan hasta que aclare, vaivenes bruscos en el mundo financiero, incertidumbre por donde se mire. Aquel 1989 fue un año caótico. Si bien todavía no alcanzando los extremos de aquel tiempo, lo que sucede con la economía luego de la renuncia del anterior ministro del área y de la asunción de su reemplazante, tiene numerosas aristas comparables.
Las dificultades que enfrenta la Nación llevaron a que las principales consultoras financieras del mundo emitiesen declaraciones de alerta sobre la aparición de "condiciones necesarias" para llegar a una hiperinflación. La historia de las últimas décadas parece repetirse. Y todo comienza con una crisis política que se traslada luego a los ámbitos más sensibles de la economía. Las diferencias evidentes entre las principales autoridades del país, la "audacia" de llevar las cosas hasta el extremo, la falta de voluntad política para llevar adelante un programa serio de estabilización son elementos decisivos, a los que se agregan otros aspectos como algunas posturas especulativas ya no en ámbitos gubernamentales y otras, directamente irresponsables que echan más leña al fuego y que se alojan en un amplio abanico de sectores: desde los ámbitos políticos hasta los mediáticos.
La inestabilidad es la marca del camino que estamos transitando. Las incertezas se acrecientan a medida que se acerca el año electoral. Y la lucha por el poder hace prácticamente inviable una estrategia seria para combatir el desenfreno de los precios. Por fortuna, aún no se ha llegado al abismo y existen todavía tibias expectativas de que ello no ocurra. El recuerdo de 1989 puede ser un paliativo. Basta advertir que, en julio de ese año, la inflación mensual fue del 194%.
Aquel artículo de un periodista que no puede ser catalogado de militante de la oposición constituye, creemos, un buen recordatorio del drama que significa la hiperinflación. "El mercado de cambios era un terremoto, movimientos que no tardaron en trasladarse al resto de los precios de la economía. La falta de un patrón de referencia para formar precios debilitó la función de unidad de cuenta de la moneda nacional. Esto hizo que se difundiera la dolarización en los valores de los productos. No solamente a bienes exportables o de importaciones, sino también a otros productos de transacción cotidiana", escribió.
Ocurrió en 1989. El año caótico. En los últimos días volvió a pasar.