Navidar, ejemplo de solidaridad
Está claro que una campaña solidaria no resuelve las graves carencias de muchas familias de nuestro medio. Pero no es menos cierto que estas acciones contribuyen a paliar una realidad difícil y a hacer más llevadera la existencia, ya de por sí muy dura por las circunstancias sociales que deben enfrentarse a diario.
Por séptimo año consecutivo, Red Solidaria puso en marcha la campaña
solidaria Navidar. Por ella, se arman cajas con alimentos típicos de la Navidad
con el objetivo de donarlas a familias que no podrían completarlos. Este diario
se suma a la campaña para ser centro de recepción de donaciones, en el
convencimiento de que la solidaridad es un valor social que debe ser
extendido. Es decir, no se trata de una
limosna, sino de una actitud hacia el semejante que debe ser ejecutada como
norma por una sociedad que pretenda vivir los valores humanos.
En este marco, convendría también un ejercicio de reflexión. Sería bueno que se repensara el concepto de solidaridad para adecuarlo a los actuales contextos complejos y difíciles de interpretar. El Papa Francisco, apenas asumió su mandato al frente de la Iglesia Católica dio pistas para encarar el pensamiento sobre este tema. Dijo que "repensar" significa dos cosas: por un lado "adecuar la acción solidaria a la evolución socio-económica, que, siendo constante y rápida, presenta aspectos cada vez más nuevos" y en segundo lugar, "profundizar, reflexionar, para hacer emerger toda la fecundidad de un valor - la solidaridad en este caso - que en profundidad contiene una potencialidad inagotable".
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En este sentido, pese a que el pesimismo no lo quiera dejar visible, la sociedad sanfrancisqueña ha venido demostrando sus ganas por colaborar con distintos emprendimientos que procuran mejorar la calidad de vida de la gente o aliviar los pesares surgidos por catástrofes climáticas o carencias económicas por ejemplo. Esto se nota en la vigencia de una importante cantidad de organismos no gubernamentales -como la Red Solidaria por ejemplo- cuyos integrantes voluntariamente trabajan en favor de los demás, aun sorteando los obstáculos que genera un Estado ineficaz, cuyos gobiernos -desde hace varias décadas- solo consideran al valor solidaridad como una oportunidad para acrecentar las políticas clientelistas.
Así, la campaña Navidar, como tantas otras, es un ejemplo concreto de que se puede pensar en el otro, sentirlo un semejante y contribuir a la regeneración de valores sociales que no deben perderse. Al mismo tiempo, podrán servir como muestra para los más jóvenes de cómo una comunidad ayuda. Es más, parece constatarse que son cada vez más las personas que a corta edad asumen a la solidaridad como una actitud de vida.
Está claro que una campaña solidaria no resuelve las graves carencias de muchas familias de nuestro medio. Pero no es menos cierto que estas acciones contribuyen a paliar una realidad difícil y a hacer más llevadera la existencia, ya de por sí muy dura por las circunstancias sociales que deben enfrentarse a diario y que son generadoras de tantos peligros, amenazas, adicciones y favorecedoras de la marginación.
Mucho más cuando se está cerca de la Navidad, cuyo significado es religioso pero también social. Porque el más poderoso se convierte en el más humilde. Y desde allí envía el mensaje de que la humanidad es una familia. Y que sus integrantes merecen otro presente y requieren de la ayuda para mirar con más optimismo el porvenir. Por esto mismo, el éxito de Navidar será también de una comunidad que aprecia a la solidaridad como un valor esencial de la convivencia.