Más que abuelas, “madrazas”
Mujeres "con mayúsculas", que enfrenta con amor y dedicación el enorme desafío de ser madre y abuela todos los días.Rosa e Irma son abuelas de Tiziana, quien no pudo conocer a su mamá Laura, la primera víctima fatal de la Gripe A en Córdoba en 2009, que falleció poco después de dar a luz.Carmeny María Cristina son las abuelas de los mellizos Vito y Dante, a quien el cáncer le arrebató su mamá. Ambas cuidan de los niños siguiendo el legado de amor que Virginia les dejó.
Con sus familias ya formadas, con hijos criados..., la vida las vuelve a poner frente al desafío de participar de la crianza de los niños.
LA VOZ DE SAN JUSTO rescató las historias de Rosa Matilde Brizuela e Irma Cristina Villarreal de Comba; yCarmen del Rosario Funes de Bertorello y María Cristina Bongiovanni de Longo; cuatro mujeres atravesadas por una dolorosa pérdida, pero que les dejó un pacto de amor que cumplen a rajatabla.
Rosa, de 68 años, e Irma, de 72, son las abuelas de Tiziana Luz Culasso, una hermosa niña de 8 años que asiste al tercer grado de la Escuela Río Negro.
Tiziana Luz vive con su abuela Rosa, su abuelo, su papá Martín y uno de sus tíos, en barrio Cottolengo, luego de que su mamá, María Laura Comba, falleciera en 2009 a causa de Gripe A, cuando estaba embarazada de 8 meses.
Tras una cesárea de urgencia, el 19 de junio de 2009, nació Tizi, y dos semanas después, falleció su mamá, Laura, a los 26 años, convirtiéndose en la primera víctima fatal en Córdoba de una epidemia de Gripe A.
TIziana lleva una vida normal, como la de cualquier niña de 8 años. Va a patín, a violín y, según dice la abuela Irma, "mucho de lo que es hoy, es el fiel reflejo de su mamá".
Irma se encarga de buscar a Tiziana por la tarde en la escuela, le da la merienda y a la noche, la abuela Rosa la busca.
A la niña le gusta la música como a su mamá, hacer chistes y provocar sonrisas en las personas: "Tiene la misma personalidad que Laura", sostiene Irma.
Tiziana junto a sus abuelas Rosa e Irma
"Por ella, dejé todo"
Tras el fallecimiento de Laura - quien no llegó a conocer a su primera hija-, la abuela Rosa recibió en su casa a Tiziana y su papá Martín, con el apoyo incondicional de Irma. "A ella la tengo de muy chiquita. Mis hijos varones ya eran grandes. Amo a Tiziana, es mi única nieta mujer y lo único que pido es que nunca me la saquen", expresa Rosa.
En casa de los Culasso, "todo gira en torno a Tizi. Primero ella, después ella y siempre ella. Es la hija mujer que nunca tuve y soy su mamá y su abuela a la vez".
Rosa tenía 60 años cuando llegó Tiziana a su vida y un trabajo como empleada doméstica. "Era grande para volver a criar una criatura, pero lo hice. Me tocó esto, recibir a Tiziana y por ella dejé todo".
Sueños truncados
Laura y Martín tuvieron un noviazgo de dos años. Con los deseos latentes de seguir creciendo juntos como pareja, empezaron a construir su casa mientras esperaban un bebé. Confiaban en terminar una parte de la casa para poder ir a vivir, pero en medio del embarazo, María Laura se enfermó de Gripe A y falleció. "Pareciera que Laura se habría despedido de nosotros dejando todo ordenado para Tizi. Nos dejó los cuatro nombres posibles para la bebé que naciera, ropita lista, todas sus cositas personales y hasta había elegido la fecha del bautismo y comprado el adorno de la torta, los souvenirs y las tarjetitas. Lamentablemente, tuvimos que escribirlas nosotros porque ella ya no estaba", recuerda Irma.
"Nosotros no dejamos de nombrarle a su mamá; de contarle cómo era; qué hacía; qué cosas le gustaba", agregan las abuelas. "Nos moviliza ver cómo va creciendo y va pareciéndose a Laura", cuenta Irma.
Carmen y María Cristina y el recuerdo de Virginia
Un legado de amor
Vito y Dante Bertorello están por cumplir 3 años. Los mellizos son el fruto del amor entre su mamá Virginia Soledad Longo y su papá Germán Bertorello.
Fueron tan deseados, que se convirtieron en una bendición luego de seis años de búsqueda y cuatro tratamientos in vitro.
Tras luchar contra el cáncer de páncreas, Virginia falleció el 20 de agosto de 2015, a los 33 años, cuando sus "mellis" tenían apenas ocho meses.
Aunque Germán es el pilar de los niños, la familia y los amigos no los dejaron solo ni un momento, y las abuelas Carmen, hoy de 72 años, y María Cristina, de 60, se convirtieron en esas abuelas, "madres" incondicionales.
"Nosotros estamos muy presentes en la vida de los mellizos, si bien está su papá, siempre estamos con ellos", cuentan las mujeres.
Vito y Dante tienen unas abuelas "madrazas", a las que llaman "abu Carmen" y "abu Cristina". "Los mellizos son niños muy felices. Ellos están muy bien y siempre le pido a Virginia que los ilumine", expresa María Cristina.
"Los chicos tienen mucho de su mamá en su carácter y su rostro", coinciden. "Siempre vamos a hacer todo lo que podamos para que sean felices, como deseaba Virginia".
Virginia junto a sus "mellis"
Mamá es una estrella
Aunque son pequeños aún, su papá y todos sus allegados les cuentan sobre mamá Virginia. "Ellos dicen que mamá está en el cielo, en una estrellita", dice Carmen.
"La llegada de los mellizos era toda felicidad, tan deseados, tan esperados. Fueron muchos intentos para que pudiera ser mamá", recuerda María Cristina la lucha de su hija.
"Lamentablemente, ella casi no pudo tenerlos, porque nacieron ochomesinos y estuvieron 25 días internados en Córdoba".
Luego de la recuperación de los mellizos, cuando todo debía ser felicidad, el destino golpeó a la familia. A Virginia le diagnosticaron tumores en el hígado y colestasis. Fue intervenida en Rosario y allí visitó al Padre Ignacio en busca de un milagro. "El cura le dijo que ella iba a poder criar y ver crecer a sus hijos, pero no fue así", rememoran las abuelas.
Con el pasar de los días, a Virginia le diagnosticaron cáncer de páncreas y no se podía intervenir por la localización de la enfermedad. "Virginia no pudo amamantarlos más y nosotros tuvimos que encargarnos de darles la leche, de cambiarles los pañales mientras su esposo y su papá Miguel la llevaban de un lado para el otro para tratar su enfermedad", acota Cristina.
"Los bebés siempre estuvieron en su casa y nosotros íbamos a cuidarlos todas las tardes. A veces, hasta nos quedábamos a dormir en la casa para ayudarlo a Germán. No podíamos despegarnos de ellos", agrega Carmen.