Malvinas: 35 años
A más de tres décadas de la guerra, el país aún está en deuda con los que dejaron su vida en las islas y con un reclamo soberano que trasciende generaciones y obliga a que la política y la diplomacia encuentren un rumbo permanente en pos del objetivo de recuperar lo que nos pertenece a los argentinos.
La vorágine de la sociedad moderna está repleta de hechos que deben ser atendidos de manera expeditiva, sin espacio para la reflexión. Las urgencias en todos los órdenes son las que dominan la escena. Poco lugar queda para la reflexión sobre lo que es verdaderamente importante.
Viene a cuento este pensamiento en virtud de la conmemoración de un nuevo aniversario de la ocupación de las islas Malvinas por las tropas de nuestro país, hecho que derivó en una serie de "urgentes" situaciones bélicas por decisiones que bien pueden ser cuestionadas desde la diplomacia o la política. Pero esta discusión, muchas veces con tintes ideológicos extremos, desnaturalizó durante años la verdad del asunto. Esto es, que las Malvinas pertenecen a la Argentina y que una potencia colonial ocupa de manera ilegal las islas. Que allá, en esta tierra irredenta, reposan de manera definitiva centenares de jóvenes argentinos que murieron por su Patria, a los que todavía hoy se les debe el reconocimiento que se merecen. El mismo homenaje que tardó -y tarda- demasiado en hacerse presente también para con quienes vivieron la tragedia de la guerra.
Se patentiza en estos casos la preferencia muy argentina de los discursos edulcorados e impactantes que apelan a las emociones y no al ejercicio de un verdadero pensamiento crítico. Cada 2 de abril se evoca por un momento a los ex combatientes y se los convoca a las plazas de los pueblos para "exhibirlos" a las nuevas generaciones, pero en contados casos se los recuerda luego. Mucho menos si se habla de reivindicar su lucha, su camaradería, su sacrificio por la Patria frente a todas las adversidades juntas y su permanente reivindicación de las acciones heroicas que todavía hoy son motivo de elogio por parte de los británicos, históricos especialistas en guerras.
Para más, la política, la ideología y las pasiones de cada momento arrumbaron la principal causa nacional detrás de algún escritorio. Nunca se estableció un criterio serio y estable para formular los reclamos soberanos que tienen sobrados fundamentos. Cada gobierno abrió su "librito" y actuó en consecuencia, eliminando muchas veces los lentos avances que podrían haberse logrado en administraciones anteriores.
En este punto, a lo largo de estos 35 años no fue posible encarrilar la estrategia argentina sobre Malvinas sobre parámetros fundamentales que permitiesen acciones duraderas y persistencia en el reclamo tan justificado como nunca alcanzado. No fue posible encauzar una verdadera política de Estado en esta cuestión.
Hace exactamente 11 años, en esta misma columna se escribió: "Encarar en forma una estrategia definida sobre la cuestión de Malvinas es una obligación de nuestros gobernantes. Mucho más en el mundo actual, en el que se están generando procesos de creación de micro estados que muchas veces no tienen razón de ser. Es decir, que no existen motivos étnicos, religiosos, políticos, históricos o culturales por los cuales pueda fundamentarse su aparición en el concierto de las naciones. La posibilidad de que Malvinas sea uno de ellos impone que la Argentina tome, definitivamente, la ofensiva diplomática para evitarlo".
A 35 años de la gesta heroica de Malvinas todavía el país está en deuda. Con los ex combatientes, con los que dejaron su vida en las islas y con un reclamo soberano que trasciende generaciones y obliga a que la política y la diplomacia encuentren un rumbo permanente en pos del objetivo de recuperar lo que nos pertenece a los argentinos.