Los peligros de la "industria" de datos
El mundo actual parece encaminarse hacia aquella realidad oscura que pintó Orwell en su libro "1984", salvo que las personas comiencen a ser conscientes del valor de sus datos privados. Para ello hace falta educación. Y también ética.
Un informe del diario norteamericano The New York Times dejó al descubierto la trama propia del "Gran Hermano" de Orwell que se está presentando en el mundo actual y que amenaza con invadir la vida privada de millones de personas. La investigación ofrece una visión completa de cómo las aplicaciones de los teléfonos inteligentes registran el paradero de los usuarios cada dos segundos, siguiéndolos casi de manera permanente. Según el Times, "los datos se envían a un grupo de compañías que lo utilizan para sus propios fines, desde publicidad dirigida a la fijación de precios hasta la evaluación de inversiones, o la comparten con otros que lo hacen. Las empresas argumentan que la información es anónima. Pero es bastante fácil adjuntar puntos de datos precisos a un individuo. Y con los ataques cibernéticos cada vez más descarados, eso es motivo de especial preocupación".
Así, unas pocas empresas controlan la información personal de millones de usuarios de telefonía celular. Algunas de ellas con nulos escrúpulos compran y venden estos datos porque, al menos en la potencia del norte, no existen regulaciones sobre lo que se puede o no hacer con lo que recopilan. La posibilidad de que millones de personas sufran situaciones indeseadas por el mal uso de la información privada que los teléfonos recolectan es una situación que podría haber sido calificada como de ciencia ficción en otro tiempo. Pero que en las actuales circunstancias podría traducirse en un serio chantaje a la convivencia.
Es verdad que muchas aplicaciones brindan servicios muy valiosos con la información que recopilan. Le permiten al usuario mejorar su experiencia y tener mejores servicios al alcance de la pantalla. Sin embargo, tal como afirma el diario neoyorquino, "el problema es que las aplicaciones no se limitan a brindar los servicios útiles que prometen a los usuarios. En cambio, la información que recopilan termina en manos de los especuladores decididos a obtener beneficio económico sin importar la consecuencia".
Por ejemplo, el que se conozca la rutina geográfica de una persona permite a los prestadores de servicios ofrecer mejores alternativas, lo que es valorado por los usuarios en la mayor parte de los casos. Pero la venta de esa información a terceros se constituye en un problema grave. Por caso, la circulación de datos no controlados eclosionó hace pocos meses con el escándalo de Cambridge Analytica, empresa que compró a algunas redes sociales información privada de las personas y la utilizó para sus propios fines.
Hace ya bastantes años, el Papa Juan Pablo II había calificado a las tecnologías que irrumpieron en la vida del hombre como "una riqueza y un riesgo". Depende de cómo el hombre las utilice y qué haga con la información que allí se genera. "La industria de datos está vendiendo su vida". Así, con una ilustración enmarcada en una señal de tráfico de peligro, fue la también profética portada que la revista Wired publicó en 2014. El mundo actual parece encaminarse hacia aquella realidad oscura que pintó Orwell en su libro "1984", salvo que las personas comiencen a ser conscientes del valor de sus datos privados. Para ello hace falta educación. Y también ética. De lo contrario la riqueza terminará convirtiéndose en el mayor peligro y el pronóstico de que estamos vendiendo nuestras vidas será una realidad permanente.