Los años dorados de la “cofradía” de las artes plásticas
Los años dorados de la “cofradía” de las artes plásticas
La
segunda mitad del siglo veinte vio cómo se lucía en San Francisco una
constelación de artistas que ganaron renombre nacional e internacional.
Colegas, rivales, amigos, se empujaron unos a otros con su talento y marcaron
una estética que sigue visible al día de hoy. Luis Taverna, uno de sus primeros
y últimos maestros, dibuja un recorrido desde esos años a la actualidad.
La
segunda mitad del siglo veinte vio cómo se lucía en San Francisco una
constelación de artistas que ganaron renombre nacional e internacional.
Colegas, rivales, amigos, se empujaron unos a otros con su talento y marcaron
una estética que sigue visible al día de hoy. Luis Taverna, uno de sus primeros
y últimos maestros, dibuja un recorrido desde esos años a la actualidad.
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Fotos: Emiliano Lavezzini | LVSJ
Por Manuel Montali | LVSJ
Una de las medidas más recordadas de Raúl G.
Villafañe, a poco de asumir la intendencia de San Francisco, en 1936, fue
impulsar una academia de Bellas Artes, cuyo primer director fue Miguel Pablo Borgarello.
Alrededor de la
figura de este gran pintor y escultor, y de la de su pareja, Elisa Damar, se
fue tejiendo una cofradía de artistas plásticos que marcaron la estética de la
ciudad en la segunda mitad del siglo veinte. Oscar Bolaño, Esteban Olocco,
Oscar Cornaglia, Rubén Canello, Domingo Alberto, Menén Rognoni y Juan Carlos
Bolea son apenas algunos de los muchos nombres que se lucieron en esos años y
lograron incluso reconocimiento internacional. Uno de sus últimos protagonistas
vigentes, el pintor Luis Taverna, repasó el recorrido de las artes plásticas
desde aquéllos años hasta la actualidad.
Taverna, nacido en La Francia, llegó a la
ciudad en 1959, para cursar el secundario en el Colegio San Martín. Para
entonces, ya pintaba: "Mi padre era carpintero. Siempre lo repito: me cansé de
pintarle todos los terciados que encontré", recordó.
Aquí se formó bajo la tutela de Borgarello y
Damar. "Te enseñaban a fabricar tu propia pintura, cosa que no se hace más. Yo
entiendo, tenés que retocar un cuadro y hoy la pintura viene enumerada,
entonces para qué renegar con caseína, huevo, esto y aquello... Vas y comprás la
pintura hecha. Pero ellos te enseñaban todo: desde hacerte los cuadros con
yeso, madera, cómo balancear un cuadro, qué valores pesan más y menos, qué
colores pesan más y menos... Era todo un mundo. Ver todo eso movilizaba el alma".
Luego inició el profesorado de artes en
Córdoba, que abandonó por "cuestiones de época", típicas de los gobiernos de
facto de la década del setenta, con intervenciones universitarias incluidas.
Siguió su recorrida por Italia, regresó para instalarse en el norte argentino,
vivió un año en Rafaela y finalmente retornó a San Francisco. Aquí retomaría
más tarde el profesorado, siendo parte de la primera promoción de egresados.
Los años de "La Recova"
Aquí se reencontró con importantes aliados
artísticos, como el matrimonio Olocco y Oscar Bolaño, con quien viajó a pintar
a Nueva York y también a Italia. Pero sin dudas que su gran socio fue Canello,
con quien fundó "La Recova" a fines de los noventa.
"Hacíamos exposiciones de arte y traíamos
algún conjunto musical, como Opus 4. Andaba bien eso, pero estaba al lado de
una pompa fúnebre... A nosotros nomás se nos pudo ocurrir: cuando no moría el
padre de un amigo, moría el tío, así que vivíamos suspendiendo espectáculos.
Una vez había venido me parece que Alfredo Alcón, y fue la noche que murieron
los 'tres Luises', así que obviamente no se hizo nada. Después de eso, como
peña, no seguimos más. Aunque continuamos enseñando a alumnos", rememoró.

Como reafirmación de esta vieja amistad, en el
hogar de Taverna, y en el espacio de arte que dirige desde hace algunos años,
"La casa de los artistas", se luce una verdadera colección de cuadros de
Canello, ya fallecido. "Rubén me sigue llamando la atención y sigo creyendo que
fue el mejorcito. Tengo también obras de la señora de Olocco (Adoriz Bono), que
es una grande, es fantástica y tuvo que renegar mucho", expresó.
Con su humor característico, sobre la relación
en general entre esta comunidad de artistas, recordó: "Existía competencia
sana, que es relativa, porque siempre hay quien quiere picar en punta. A lo
mejor cenamos juntos todos y al otro día te preguntan por el cuadro de un
colega y se responde que cómo se va a arruinar la casa con uno de sus cuadros...
Siempre en broma, igual". Porque a continuación aclaró: "De aquéllos años
destaco la solidaridad en algunos de los artistas, porque el arte es más que
una religión incluso, es una cuestión de creencia, y te hace buena persona; yo
no sé si la religión lo hace, pero el arte seguro que sí... Por lo general, el
artista es un tipo noble".

El arte (y el artista) hoy
Taverna no dudó en señalar que los huecos que
quedaron tras la partida de la mayoría de estos grandes artistas que tuvieron
tanto protagonismo décadas atrás, "se deben llenar" y destacó que "la escuela
de arte funciona bien y tiene buenos alumnos".
No obstante, recalcó que "hoy hay otro tipo de
arte, más barato y más comercial, como el de un pintor que estuvo aquí pintando
murales y anda ensuciando paredes por todo el país. Es un arte barato, le puede
gustar a dos o tres. Se comercializa mucho. Pero las galerías tampoco son lo
que fueron, verdaderos bancos. Hoy cualquiera se pone un localcito con diez
obras, falsificadas todas, hasta con certificado de originalidad".
En este sentido, opinó que, para que vuelva a
coincidir en la ciudad una camada de tantos artistas plásticos de trascendencia
"tendría que cambiar un poco la sensibilidad humana, porque la mayoría de los
chicos que te hacen el profesorado de arte pretenden dos horas de cátedra en
alguna escuelita y después 'Dios dirá', pero Dios no dice. A esto hay que
dedicarse en serio. Yo toda mi vida me dediqué no menos de cinco o seis horas
todas las noches. Pasás al frente de casa y vas a ver la luz del atelier
prendida".
Este pintor, que estima contabilizar unas 300 pinturas
de su autoría en San Francisco, llenando los ojos desde casas particulares
hasta restaurantes, bancos y hoteles alojamiento, sigue trabajando como en sus primeros
días, porque se sabe que las pasiones no se pueden cambiar.
En estos días prepara obras para una muestra de
la galería Style de Monte Carlo, que recorrerá también París, Milán, Osaka, Nueva
York, Londres, entre otras. También prevé exposiciones en España: "Estoy esperando
porque quería mostrarlas acá antes de que salgan de recorrido, y sigo
insistiendo con una verdad que es para mí: prefiero vender el cuadro en San
Francisco a un precio mucho más barato". ¿Por qué? Para no desprenderse del
todo de ellos y poder seguir viéndolos. "Los cuadros se pueden pintar en
minutos, pero crearlos lleva toda una vida", ha dicho alguna vez. Allí, quizá,
está su mejor explicación sobre su persona, sobre su obra y el arte en general:
los cuadros, la pintura, son su vida, ayer y hoy.
Por Manuel Montali | LVSJ
Una de las medidas más recordadas de Raúl G.
Villafañe, a poco de asumir la intendencia de San Francisco, en 1936, fue
impulsar una academia de Bellas Artes, cuyo primer director fue Miguel Pablo Borgarello.
Alrededor de la
figura de este gran pintor y escultor, y de la de su pareja, Elisa Damar, se
fue tejiendo una cofradía de artistas plásticos que marcaron la estética de la
ciudad en la segunda mitad del siglo veinte. Oscar Bolaño, Esteban Olocco,
Oscar Cornaglia, Rubén Canello, Domingo Alberto, Menén Rognoni y Juan Carlos
Bolea son apenas algunos de los muchos nombres que se lucieron en esos años y
lograron incluso reconocimiento internacional. Uno de sus últimos protagonistas
vigentes, el pintor Luis Taverna, repasó el recorrido de las artes plásticas
desde aquéllos años hasta la actualidad.
Taverna, nacido en La Francia, llegó a la
ciudad en 1959, para cursar el secundario en el Colegio San Martín. Para
entonces, ya pintaba: "Mi padre era carpintero. Siempre lo repito: me cansé de
pintarle todos los terciados que encontré", recordó.
Aquí se formó bajo la tutela de Borgarello y
Damar. "Te enseñaban a fabricar tu propia pintura, cosa que no se hace más. Yo
entiendo, tenés que retocar un cuadro y hoy la pintura viene enumerada,
entonces para qué renegar con caseína, huevo, esto y aquello... Vas y comprás la
pintura hecha. Pero ellos te enseñaban todo: desde hacerte los cuadros con
yeso, madera, cómo balancear un cuadro, qué valores pesan más y menos, qué
colores pesan más y menos... Era todo un mundo. Ver todo eso movilizaba el alma".
Luego inició el profesorado de artes en
Córdoba, que abandonó por "cuestiones de época", típicas de los gobiernos de
facto de la década del setenta, con intervenciones universitarias incluidas.
Siguió su recorrida por Italia, regresó para instalarse en el norte argentino,
vivió un año en Rafaela y finalmente retornó a San Francisco. Aquí retomaría
más tarde el profesorado, siendo parte de la primera promoción de egresados.
Los años de "La Recova"
Aquí se reencontró con importantes aliados
artísticos, como el matrimonio Olocco y Oscar Bolaño, con quien viajó a pintar
a Nueva York y también a Italia. Pero sin dudas que su gran socio fue Canello,
con quien fundó "La Recova" a fines de los noventa.
"Hacíamos exposiciones de arte y traíamos
algún conjunto musical, como Opus 4. Andaba bien eso, pero estaba al lado de
una pompa fúnebre... A nosotros nomás se nos pudo ocurrir: cuando no moría el
padre de un amigo, moría el tío, así que vivíamos suspendiendo espectáculos.
Una vez había venido me parece que Alfredo Alcón, y fue la noche que murieron
los 'tres Luises', así que obviamente no se hizo nada. Después de eso, como
peña, no seguimos más. Aunque continuamos enseñando a alumnos", rememoró.

Como reafirmación de esta vieja amistad, en el
hogar de Taverna, y en el espacio de arte que dirige desde hace algunos años,
"La casa de los artistas", se luce una verdadera colección de cuadros de
Canello, ya fallecido. "Rubén me sigue llamando la atención y sigo creyendo que
fue el mejorcito. Tengo también obras de la señora de Olocco (Adoriz Bono), que
es una grande, es fantástica y tuvo que renegar mucho", expresó.
Con su humor característico, sobre la relación
en general entre esta comunidad de artistas, recordó: "Existía competencia
sana, que es relativa, porque siempre hay quien quiere picar en punta. A lo
mejor cenamos juntos todos y al otro día te preguntan por el cuadro de un
colega y se responde que cómo se va a arruinar la casa con uno de sus cuadros...
Siempre en broma, igual". Porque a continuación aclaró: "De aquéllos años
destaco la solidaridad en algunos de los artistas, porque el arte es más que
una religión incluso, es una cuestión de creencia, y te hace buena persona; yo
no sé si la religión lo hace, pero el arte seguro que sí... Por lo general, el
artista es un tipo noble".

El arte (y el artista) hoy
Taverna no dudó en señalar que los huecos que
quedaron tras la partida de la mayoría de estos grandes artistas que tuvieron
tanto protagonismo décadas atrás, "se deben llenar" y destacó que "la escuela
de arte funciona bien y tiene buenos alumnos".
No obstante, recalcó que "hoy hay otro tipo de
arte, más barato y más comercial, como el de un pintor que estuvo aquí pintando
murales y anda ensuciando paredes por todo el país. Es un arte barato, le puede
gustar a dos o tres. Se comercializa mucho. Pero las galerías tampoco son lo
que fueron, verdaderos bancos. Hoy cualquiera se pone un localcito con diez
obras, falsificadas todas, hasta con certificado de originalidad".
En este sentido, opinó que, para que vuelva a
coincidir en la ciudad una camada de tantos artistas plásticos de trascendencia
"tendría que cambiar un poco la sensibilidad humana, porque la mayoría de los
chicos que te hacen el profesorado de arte pretenden dos horas de cátedra en
alguna escuelita y después 'Dios dirá', pero Dios no dice. A esto hay que
dedicarse en serio. Yo toda mi vida me dediqué no menos de cinco o seis horas
todas las noches. Pasás al frente de casa y vas a ver la luz del atelier
prendida".
Este pintor, que estima contabilizar unas 300 pinturas
de su autoría en San Francisco, llenando los ojos desde casas particulares
hasta restaurantes, bancos y hoteles alojamiento, sigue trabajando como en sus primeros
días, porque se sabe que las pasiones no se pueden cambiar.
En estos días prepara obras para una muestra de
la galería Style de Monte Carlo, que recorrerá también París, Milán, Osaka, Nueva
York, Londres, entre otras. También prevé exposiciones en España: "Estoy esperando
porque quería mostrarlas acá antes de que salgan de recorrido, y sigo
insistiendo con una verdad que es para mí: prefiero vender el cuadro en San
Francisco a un precio mucho más barato". ¿Por qué? Para no desprenderse del
todo de ellos y poder seguir viéndolos. "Los cuadros se pueden pintar en
minutos, pero crearlos lleva toda una vida", ha dicho alguna vez. Allí, quizá,
está su mejor explicación sobre su persona, sobre su obra y el arte en general:
los cuadros, la pintura, son su vida, ayer y hoy.