Los 75 años del Hogar de Ancianos
Un lugar donde voluntarios, religiosas y otras almas solidarias mantienen en alto el valor de rescatar a los ancianos del ostracismo y colocarlos en el lugar que su dignidad merece.
Recientemente se llevó a cabo una peña folklórica para recaudar fondos para la impermeabilización del techo del Hogar de Ancianos "Enrique J. Carrá" de nuestra ciudad. El espectáculo también sirvió para conmemorar los 75 años de esta benemérita institución dedicada al cuidado de la vejez desvalida y cuya labor en nuestra comunidad merece ser rescatada y elogiada.
Varias sensaciones dispara la noticia. Por un lado, la alegría de saber que durante tres cuartos de siglo el Hogar de Ancianos ha sido un espacio de contención y atención para adultos mayores que no tienen medios económicos para subsistir o, peor, carecen de afecto. Los ancianos encuentran allí un sitio de amistad, salud y vida. Por otro lado, duele constatar que una institución pública como el hogar necesite llevar adelante eventos de todo tipo para costear obras de mantenimiento que debieran estar programadas en algún presupuesto estatal.
De todos modos, el hogar que lleva el nombre del insigne médico que hizo historia en San Francisco es una referencia ineludible cuando en la ciudad y la región se habla de solidaridad y valores. Porque en él se conjugan aspectos centrales de lo que verdaderamente debiera ser la convivencia humana. Suple con su función las carencias egoístas de una sociedad actual en la que el valor de la vida se mide en términos económicos, que subvierte estándares culturales otrora bien arraigados y hoy licuados, entre los que se cuenta el respeto por los ancianos, por su aporte esforzado en la construcción del bien común.
Sobre este punto, hace algunos años se escribió en esta columna que los derechos de la ancianidad, "hoy pisoteados, en muchos casos se reflejan en el rostro triste de varios de nuestros viejos, segregados de la sociedad, olvidados por sus familias e ignorados por algunos estamentos del Estado. Así, como cualquier objeto en desuso, los ancianos pasaron a ser "depositados" en hogares que, por fortuna, con su tarea "resucitan" algo de aquello que fue el respeto e incluso la veneración de las personas de la tercera edad". Y el "Carrá" ha sido el espacio en San Francisco desde donde puede revertirse la condición egoísta y utilitaria de una sociedad que, por momentos, pierde el rumbo.
En una de sus homilías, el Papa Francisco recordó una historia que, afirmó, escuchó de pequeño con una familia como protagonista: "Papá, mamá, muchos niños" y el abuelo, que cuando en la mesa comía la sopa, "se manchaba la cara". Molesto, el padre explica a los hijos por qué el abuelo se comporta así y por tanto compra una mesa aparte para aislar al "nono". Ese mismo papá un día vuelve a casa y ve uno de sus hijos jugar con la madre. "¿qué haces?, le pregunta. "Una mesa", responde el niño. "Y ¿para qué?". "Para vos, papá, para cuando seas viejo como el abuelo".
Es una obviedad. La mesa separada del abuelo, más temprano que tarde, llegará para cada uno de quienes hoy se olvidan de la ancianidad y la dejan a su suerte. Por fortuna, existen voluntarios, religiosas y otras almas solidarias que mantienen en alto el valor de rescatar a los ancianos del ostracismo y colocarlos en el lugar que su dignidad merece. El Hogar de Ancianos "Enrique J. Carrá" ha dado muestras de esto en cada uno de sus 75 años de historia.