Lecciones de la ciencia y la tecnología
El desarrollo de la industria de los satélites es un ejemplo, tal vez el único en la actualidad, de cómo puede sostenerse una política de Estado más allá de quien gobierne. Y también de la destreza argentina para crear en medio de carencias económicas.
El satélite argentino Saocom 1B fue lanzado días atrás desde la plataforma estadounidense de Cabo Cañaveral. Este dispositivo tecnológico producido por la ingeniería de nuestro país permitirá brindar información crucial para el desarrollo de actividades productivas, en especial en el ámbito agropecuario. Su lanzamiento marcó otro hito en la historia de la ciencia nacional.
En efecto, el nuevo satélite es la muestra de que es posible el desarrollo tecnológico que permite traer soluciones a los problemas de la vida de los argentinos. En este caso, de acuerdo a todas las opiniones, la Argentina logró construir un aparato con una complejidad técnica que solo pocas naciones en el mundo han podido desarrollar. Y, además, mostró la trascendencia que tiene la vinculación estrecha entre el Estado y el sector privado, puesto que han sido varias empresas las que se asociaron a los entes oficiales para su construcción.
Como se ha difundido, el satélite contiene un sistema de radares que permitirán lecturas frecuentes de las condiciones climáticas. Por ejemplo, sus creadores sostienen que se podrá estimar la humedad del suelo hasta unos 60 centímetros por debajo de la superficie, con lo que las decisiones de siembra y cosecha se tomarán con datos certeros. Se podrá así eficientizar las tareas del agro, con el impacto que ello tendrá en los demás sectores de la vida productiva argentina.
El desarrollo de la industria de los satélites es un ejemplo, tal vez el único en la actualidad, de cómo puede sostenerse una política de Estado más allá de quien gobierne. Y también de la destreza argentina para crear en medio de carencias económicas. Lo mismo para refrendar la calidad y capacidad de los científicos nacionales y de la necesidad de acrecentar el apoyo a la investigación científica que puede convertirse en un impulso modernizador y de progreso.
Llama la atención que, mientras nuestra dirigencia no es capaz de ponerse de acuerdo en temas centrales, el desarrollo de los satélites se haya mantenido constante a lo largo de varias administraciones de gobiernos de muy distinta vertiente ideológica y con una realidad institucional débil, marcada por la grieta y la discusión permanente. En silencio, con obstáculos económicos y técnicos ciertamente, pero con obstinación y convicción, la ciencia está dando el ejemplo de lo que debería ser una realidad en muchos otros campos.
En el momento del lanzamiento del satélite Saocom 1B, el presidente de la Nación afirmó que con este hecho se comprueba que la "riqueza de las sociedades está dada en el desarrollo de la educación, el conocimiento, la ciencia y la tecnología". Y agregó: "Estos proyectos son maravillosos y deben enorgullecer a todos los argentinos". En verdad es así. Aunque también la ciudadanía aguarda que también en otros aspectos de la vida nacional se puedan alcanzar logros que hagan aflorar el orgullo y mejorar la calidad de vida.