Las misioneras de manzana se mantienen, pero no encuentran nuevas voluntarias
Conservan una tarea religiosa importante pero que con el paso del tiempo se va perdiendo. Por la crianza de los nietos o la edad, no hay voluntarias y temen que desaparezca. Las redes sociales podrían convertirse en una opción para perpetuar la actividad religiosa.
Hace años atrás, las puertas de las casas se abrían con tranquilidad ante la visita de las "misioneras de manzana", que llevaban las noticias de la iglesia del barrio e invitaban a los vecinos a compartir las misas. También ofrecían pastelitos a la venta para colaborar con las parroquias. Sin embargo, y como ocurre con varias costumbres, este oficio voluntario va desapareciendo poco a poco.
En barrio Vélez Sarsfield, Susana Bertín, de 71 años, es misionera de manzana desde hace 7 años. Ella brindaba servicio en la Iglesia Cristo Rey como catequista y secretaria de actas. Además era miembro del Consejo Parroquial y ministro de Eucaristía: "Empecé ayudando porque la gente de mi sector era mayor, ya no podía caminar y en este lugar se iban a quedar sin información", recordó.
Con el tiempo, Susana tomó el puesto de coordinadora de misioneras con cinco mujeres a su cargo. En total, en la Iglesia Cristo Rey colaboran 16.
En barrio Sarmiento, donde funciona la parroquia Perpetuo Socorro, sorprende la cantidad de misioneras vigentes. Amelia de Galvano, quien junto a Ana Piccino es coordinadora general de 13 misioneras, confirmó que son cerca de 80 en total y aunque sorprende la cantidad, dicen que hay manzanas a las que no llegan.
"Muchas fallecen, otras ya están con problemas de salud y otras tantas tienen sus tiempos ocupados con la crianza de los nietos porque los padres de los chicos trabajan y ellas los ayudan", detalló Amelia.
Teolinda Ulloque de Pighi y Amelia de Galvano, de barrio Sarmiento
Sin renovación
Las edades de las manzaneras en Sarmiento van desde los 65 hasta los 86 años. "Son siempre abuelas, que son las que tienen más tiempo; pero por cuestiones naturales o por la vida de hoy van dejando. Si dejan es casi imposible suplirlas porque nadie quiere tomar esta responsabilidad", contó la coordinadora general.
"Hay gente que por ahí vuelve a trabajar en el voluntariado pero son pocos los casos", expresó Teolinda Ulloque de Pighi, que está a cargo de 7 manzanas y tiene 4 misioneras a cargo.
Para Susana Bertín, la realidad no está tan alejada de las de sus colegas de barrio Sarmiento. "Desafortunadamente no se renuevan las misioneras, no tenemos gente y nuestro radio de cobertura se amplió en los últimos tiempos con los nuevos barrios como Palmares I y II. Para hacer esta tarea hay que hacer cierto sacrificio", sostuvo, agregando: "Tengo mucho miedo de lo que va a pasar con este servicio que hacemos con mucho esfuerzo. Hace un tiempo me lo pregunto y cada vez me asusta más que no se renueven las misioneras".
La situación llevó a estas mujeres a actualizarse y comenzar a enviar información vía redes sociales, eligiendo Whatsapp como una forma de llegar a todos.
"Hay tanta tecnología disponible que no va a quedar otra que utilizarla. El tema es la cantidad de información que tenemos para compartir con la gente", analizó Galvano.
La puerta no se abre como antes
Años atrás, las misioneras recorrían con frecuencia las manzanas y eran bien recibidas por los vecinos, pero claro, el barrio se renueva, los nuevos no las conocen o a veces simplemente no quieren recibir a nadie que se relacione con alguna u otra religión.
"Yo recorro un sector donde la gente más o menos me conoce, pero la tarea se va volviendo más complicada porque la gente no te recibe, a veces no te abren ni siquiera la puerta", contó Bertín.
"A veces tienen miedo que uno los ponga en un compromiso o piensan que el fin recaudatorio de la venta de pastelitos o de Cáritas, por ejemplo, es para llenarnos de plata y en realidad se utiliza para pagar los gastos fijos de la iglesia como los impuestos o para fines solidarios, no para enriquecernos".
"Algunos solo te abren la rejita de la puerta con mucho temor como si fuéramos a hacer algo", agregó Pighi.
Para las misioneras tampoco es fácil salir a la calle. "Cuando tienen que cobrar tarjetas o llevan dinero les pedimos que tengan cuidado y que salgan acompañadas porque hay demasiado peligro en la calle y son mujeres grandes y vulnerables", manifestó Galvano.