La travesura que desató una guerra en la Escuela del Trabajo
Un cuadro de Perón, un bigote y una controversia histórica. El Ipet Nº 50 fue escenario de una de las luchas simbólicas de poder más grandes entre peronistas y opositores a mediados del siglo XX.
Por Manuel Montali | LVSJ
Por empezar, luego de la muerte de Eva Perón, julio de 1952, Ferrero, por entonces Jefe de Taller, no se puso corbata negra de luto. Se puso una roja y blanca.
De todas maneras, por su trayectoria, en 1954, con la Escuela del Trabajo rebautizada desde el año antes como "Presidente Perón", fue nombrado director. Para algunos, esto era una ofensa. Sobre todo para dos personas, los docentes Miguel Mossetto y Enrique Avendaño, que además dirigían el gremio de Personal de Escuelas de Trabajo. Ellos elevaron una queja a la Nación: el director de una institución tan importante, formadora de obreros, no podía no ser afiliado, mucho menos ser antiperonista, por muy respetado que fuera.
Al principio, la queja no prosperó. Pero en la escuela había un cuadro de Perón, arriba de un pizarrón, en el sector de Máquinas Herramientas. Un cuadro que, por alguna razón, se bajó de su pared.
Y bajar un cuadro de una pared, en nuestro país, significa algo.
En este caso, se argumentó que el cuadro estaba siendo deteriorado por la humedad, por tierra que entraba desde una ventilación y por los gorriones que lo ensuciaban.
Pero el problema mayor fue que el cuadro quedó a merced de los alumnos, que se tomaron la libertad artística de agregarle patillas y bigote al rostro impoluto del general.
El fin de semana del 13 y 14 de noviembre de ese año, algunas personas entraron a la escuela y se llevaron el cuadro... como prueba contra el director. Nadie tuvo dudas de que Mossetto y Avendaño estaban involucrados, porque tenían la llave del establecimiento.
Apenas comenzada esa semana, al atardecer, un grupo de policías fue a buscar a Ferrero a su casa, supuestamente bajo orden de la CGT, comandada a nivel regional por Faiad Hespir. Pidiéndole disculpas, lo detuvieron tal como estaba, apenas con lo puesto. Al día siguiente lo enviaron a la Casa de Gobierno de Córdoba, donde lo tuvieron tres días detenido, sin que su familia supiera nada de él. Apenas si le dieron algo de comida y una frazada. Durmió en un sillón.
Al tercer día, lo llevaron frente a Ricardo Obregón Cano, por entonces ministro de Educación (luego héroe del Cordobazo y gobernador, destituido en el Navarrazo). Le dio a elegir entre la renuncia o la Isla Martín García.
Para Ferrero, que estaba esperando a su tercer hijo, la decisión era obvia.
El Ipetazo
La comunidad educativa del Ipet Nº 50, con profesores y alumnos a la cabeza, se plantó y exigió que Ferrero fuera mantenido en su cargo. Pero él prefirió tomar otro trabajo. No se fue solo, igual. La protesta de la comunidad educativa fue tan fuerte que se intervino el gremio de Personal de Escuelas de Trabajo y echaron a Mossetto y Avendaño, también a un tal Francisco Boetto, acusados de estar detrás del operativo contra el director.
Para 1955, cuando la Revolución Libertadora derrocó a Perón, los alumnos de la Escuela del Trabajo volvieron a levantarse y dijeron que no regresarían a clase hasta que estos tres personajes renunciaran también a sus cargos docentes. El líder de la CGT, Hespir, fue detenido. Y a Ferrero le ofrecieron nuevamente asumir como director. Sin embargo, volvió a negarse.
Los muchachos eran insistentes. En 1956, invitaron a Ferrero a la escuela. El exdirector apareció en bicicleta, vistiendo mameluco. Lo estaban esperando a puro aplauso para hacerle un homenaje. Una vez más, le ofrecieron, le pidieron, que volviera a asumir. Ferrero ya no pudo negarse: volvió como director interino y maestro, y ahí estuvo, siendo el primer trabajador, hasta 1977.
Los tiempos habían cambiado nuevamente. El peronismo había regresado después de una larga proscripción de 18 años, para ser derrocado por otro gobierno militar.
En 1977, el bigote, estaba de moda.