La revolución de las escobas trajo respeto y mejor vida para empleadas de casas de familia
Salen ni bien asoma el sol a la calle a ganarse su propio sustento con la esperanza de llegar a adultas y poder jubilarse. Los tiempos cambiaron y ahora "los patrones las tratan mejor que en otras épocas". Por eso, además del dinero, el respeto como cualidad es lo que más valoran.
Mucho tiempo atrás el término empleada de casas de familia no existía. Se pasó de la esclavitud, a un trabajo desmerecido por las clases altas como dejan en claro los reclamos de las empleadas en Nordelta o la película "Historias cruzadas".
Con los años, se transformó en lo que debería haber sido siempre, solo un trabajo que permite a miles de mujeres - y también hombres - salir adelante con su economía.
Como Beatriz Astudillo (69) y Alejandra Acosta (40), que llevan 50 y 20 años, respectivamente, dentro de este ámbito laboral y que al hablar con LA VOZ DE SAN JUSTO coincidieron en destacar que este no es un trabajo fácil "porque limpiar lo hace cualquiera pero en este caso deben hacerlo para otros y a sus gustos".
Según comentaron, ninguna de las dos "tuvo malos patrones", ni les tocó vivir experiencias negativas, aunque sí tienen presente que conforme se retrocede en el tiempo el relato de sus tías y mamás es opuesto al que ellas tienen actualmente.
"Antes no las dejaban tomar agua, comer algo o descansar", expresaron y agregaron que el trabajo no era medido en función del tiempo. "Había que llegar como fuera. Hoy por suerte es muy distinto y, en mi caso - valoró Alejandra - siempre tuvieron contemplación cuando tenía un problema con mis hijos".
Fue la lucha la que les permitió adquirir nuevos derechos y ser mejor valoradas dentro del mundo laboral, recibir una compensación económica que no fuera sinónimo de dádiva, ser registradas como empleadas formales y alcanzar la jubilación.
Las han llamado sirvientas, mucamas, domésticas y confundido con amas de casa, pero su trabajo es ser empleadas en casas de familia, una tarea que requiere que "pasen muchas horas fuera de sus propios hogares" y que sigan trabajando aun cuando muchas están jubiladas. Todo para saberse libres e independientes.
Desde jovencitas
"Betty" y Alejandra tienen en sus manos marcados los callos de tanto barrer, pasar el piso y fregar. Son marcas también sinónimo de lucha y orgullo. Todos hechos que fueron marcando sus legajos laborales.
Ambas empezaron a trabajar desde jóvenes, cuando tenían 20 años. Necesitaban el dinero para salir adelante y avanzar en la vida. Fue gracias a levantarse todos los días temprano que lograron alimentar a sus hijos y "comprarse sus propias cosas".
"En mi caso trabajé 49 años en la casa de la familia Alissio, fue mi primer trabajo en San Francisco. Por suerte todos los miembros de la familia siempre fueron muy buenos. Mi agradecimiento es muy grande con ellos porque aportaron todos los años y gracias a eso me pude jubilar", expresó Betty.
Ella aún sigue trabajando y como la jubilación no alcanza porque cobra la mínima agarró otras casas para ganar un poco más.
Del lado de Alejandra, el trabajo de "coser ositos de peluche" ya no le era suficiente porque en aquel entonces se convirtió en mamá. Fue así que decidió buscar otra ocupación. "Pasé por un lugar, entré y les pregunté si necesitaban alguien para cualquier trabajo. Me ofrecí a limpiar y ahí me quedé un año. Siempre me acuerdo de esa primera vez", contó sentada en la oficina de uno de sus trabajos actuales.
Los tiempos cambiaron
Aunque a ellas les tocaron experiencias laborales positivas a lo largo de su vida, recuerdan lo que contaban sus madres y tías que también fueron empleadas de casas de familia.
"Mi mamá -que logró jubilarse también - trabajó en la casa de una mujer que no la trataba tan bien. No le permitía descansar, ni tampoco tomar un vaso de agua u ofrecérselo", apuntó Beatriz.
Los recuerdos son parecidos en Alejandra. Según los relatos dentro de la familia, muchas veces trabajaron con personas que no tenían contemplación "y no las dejaban ni siquiera tomar agua aunque hiciera calor".
"Ahora en mi caso fue totalmente distinto, siempre fueron muy respetuosos y me ayudaron mucho con mis hijos. Si pasa algo siempre están primero los chicos", indicó.
Dignidad y respeto
Este trabajo a Alejandra, Betty y miles de mujeres les dan la posibilidad de vivir de sus propios ingresos. Es cierto, reconocieron, que "no pueden darse grandes lujos" pero si "lograron comprarse sus propias cosas, pagar las cuentas y avanzar en la vida".
Las dos están acostumbradas a tener dinero obtenido con el sudor de su frente, sea poco o mucho, por eso dijeron que "con orden en la economía se puede vivir".
El de empleadas de casas de familia es un trabajo que ambas mujeres llevan con orgullo adelante, ambas disfrutan de tener este camino de vida que les permitió desarrollar su propia autonomía.
Para ellas, los derechos que se consiguieron, la posibilidad de ser registradas y tener una jubilación son importantes, aunque existe algo más a lo cual es difícil ponerle un valor monetario y que Alejandra definió: "Creo que donde más se avanzó fue en el respeto, antes no les importaba si te lastimabas y ahora no te ven como un esclavo o que por el hecho de ser empleadores haya abusos".
A las mujeres no les queda más que batallar para enfrentar la vida, arremangarse y limpiar para obtener un salario. Todas lo hacen con hidalguía y sin vergüenza.
"Informalidad y desprotección"
La Organización Internacional del Trabajo (OIT) denunció que un millón de mujeres "están aún en la informalidad y desprotección social" en el mundo.
En la Argentina, "las mujeres representan a más del 95 por ciento del sector (doméstico) y el 5,6 por ciento de las menores comienza a cumplir esas tareas entre los 5 y 15 años y durante 10 o más horas", según la Encuesta de actividades de niñas, niños y adolescentes (Eanna) realizada por la Secretaría de Trabajo y Empleo de la Nación.
La OIT señaló también que "el 75 por ciento de las trabajadoras no está registrada, lo que contribuye a generar condiciones para el empleo forzoso e infantil y acarrea una remuneración injusta y falta de derechos".