La murga, un espacio de oportunidades
Natalia Paviatto es una murguera de alma, de toda la vida. La Estación fue su segundo hogar de chica y lo sigue siendo hoy. Suihistoria es inspiradora para quienes creen que el arte salva.
Las murgas funcionan como un espacio de contención social. Con el ritmo de la música y los pasos de baile que se desandan en cada golpe de tambor, los chicos de los barrios protestan contra el hambre, la indiferencia de los gobernantes, piden por la igualdad de género y muchas luchas más.
La murga también trasmite los valores del compromiso y la responsabilidad, de la amistad y forman a sus integrantes demostrándoles que hay una oportunidad más allá de la realidad que viven y a veces se pone más difícil.
Natalia Paviatto es una murguera de alma. Con 26 años, desde los 7 participa de la Murga La Estación en nuestra ciudad, lugar que la acompañó desde chica en los momentos más difíciles de su vida y que le brindó los valores que la hicieron la mujer que es hoy, con un trabajo digno con el que ayuda a su madre y sus cuatro hermanos.
Una ciudad impulsora del movimiento murguero
Durante el fin de semana que pasó, San Francisco fue sede del Plenario del Movimiento Nacional de Murgas que trabaja para que el movimiento pueda reorganizarse, adoptar contenidos y acompañarse frente a las actuales situaciones sociales y para seguir acompañando a más Natalias.
"La murga es parte de mi vida", afirma Natalia con una sonrisa. Ella está vestida con su saco lleno de cintitas de colores y pins que le regalaron otros murgueros. "Acá tengo pocos porque por un tiempo dejé la murga, sentí que no podía más estar, pero me duró poco el alejamiento. Volví enseguida", recuerda.
Fueron solo meses de "retiro" porque Natalia está junto a la Murga La Estación desde hace 21 años, cuando este movimiento sociocultural comenzaba a dar sus primeros pasos como proyecto en la ciudad.
"Me siento una referente de la murga, porque veo muchos chicos que pasaron lo mismo que yo y este es un lugar que te enseña valores", agrega. La responsabilidad es uno de ellos. "Soy empleada doméstica, tengo mucho trabajo. Con esfuerzo, pude comprarme mi moto y ayudo a mi mamá con los gastos del alquiler y lo que necesitan mis hermanos".
Para Natalia, convertida en toda una mujer, "la murga es una forma de encontrar otras oportunidades fuera del barrio" humilde en el que nació y creció.
Natalia:"Encontramos ese espacio y nunca más me fui. Esperábamos los sábados para poder ir a la murga con mis hermanos".
De la escuela a la Estación
"Conocí a la murga gracias a un taller que se dictaba en la escuela José María Paz cuando estaba en primer grado. No sabía qué era, nunca habíamos visto algo así. Fue toda una novedad para mí", cuenta Natalia.
Junto a sus hermanos, ella se crió junto a la murga, primero siendo parte de los Diablos de la Paz y luego, de La Estación. "Pasamos nuestra infancia y adolescencia ahí. Encontramos ese espacio y nunca más me fui. Esperábamos los sábados para poder ir a la murga con mis hermanos".
Pero no todo fue alegría. "La murga estuvo en los momentos más difíciles de mi vida. Cuando mis padres se separaron siendo yo una niña, la murga me acompañó en todo el proceso. Ellos fueron el apoyo que necesitábamos para salir adelante", añade la joven.
Con esta realidad familiar, las necesidades estaban presentes. "Era difícil tener el alimento todos los días. Sabíamos que los sábados teníamos el desayuno en la murga".
"Es un espacio de acompañamiento y encuentro, un lugar de posibilidades, de poder crecer desde el arte", define, por su parte, Alberto Orellano a la Murga La Estación, quien vio crecer a "La Cachorra" -el apodo que los margueros le pusieron a Natalia aludiendo al personaje de Natalia Oreiro en la novela "Muñeca Brava"-. La niña tenía ese flequillo al ras en la frente y tenía la misma picardía.
"La murga le dio un gran apoyo a mi familia. Nos encontramos con un espacio que nos brindó muchísimas cosas", concluyó Natalia.