La macroeconomía no genera equidad social
El estallido social de Chile puso sobre la mesa una realidad que puede ser difícil de comprender. No se trata solo de números sino de achicar brechas entre quienes tienen más y los que trabajan para mantener esa riqueza.
Al ciudadano se le puede pedir, cobrar, exigir, demandar pero los gobiernos nunca han podido pasar la valla de que acepten de forma permanente la desigualdad. Los casos de las manifestaciones en Ecuador y Chile son un ejemplo de eso y son el reflejo de un rechazo social hacia las políticas vinculadas a las viejas neoliberales.
El viernes Chile fue una caldera, ni el gas lacrimógeno de las Fuerzas Armadas pudo contener en todos estos días de marchas el grito de un pueblo que verdaderamente se cansó y que encontró en el malogrado aumento del boleto de subte una excusa para explotar.
Los chilenos se hicieron dueños de las calles y le demostraron a su propio gobierno que ya no eran tiempos donde obedecerían por miedo los toques de queda.
Para entender lo que pasa en el vecino país hay que tener en cuenta dos aspectos, por un lado una macroeconomía sobre la cual hay consenso sobre su equilibrio (a la vista de otros países); y el descontento con los gobernantes y la desigualdad social.
Ambos temas parecen estar distanciados el uno del otro pero los sucesivos gobiernos a lo largo de la historia reciente en Chile han priorizado más el primero antes que escuchar las inquietudes de un pueblo que les dio legitimidad.
Esteban Domina, político e historiador, dijo a LA VOZ DE SAN JUSTO sobre estas situaciones: "En Chile se miraba solo la macroeconomía, el desempeño de las variables económicas que suele tener en cuenta el mercado y que de acuerdo a eso se califica a los países".
En Santiago, la marcha de ayer reunió más de un millón de personas de forma pacífica en la emblemática Plaza Italia y sus alrededores.
El éxito se medía hacia el exterior mientras que dentro de sus fronteras los chilenos sentían como las presiones de vivir trabajando para no progresar, ni tener quien escuche sus reclamos los agobiaba.
Faltaba una visión "profunda" de qué sucedía en el interior del país y que como no se tuvo en cuenta desembocó en un descontento social que sigue colmando las calles de todo el país. De ahí que Domina expresó que "el aumento del subte fue la gota que colmó el vaso porque había una situación crítica de fondo que salió a flote".
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Oídos sordos
Esa situación es la gran desigualdad que existe en Chile, "donde el 1 % de la población se queda con el 27 % de los recursos económicos" y la mitad de la gente, la clase trabajadora no concentra ni el 3 %.
"A esto hay que agregarle que existe una crisis de representación política donde el grueso de la población no está conforme con el gobierno porque no expresa las demandas sociales", sostuvo el historiador. También refirió que "eso no tiene nada que ver ninguna mano negra ni teorías conspirativas", en alusión a los dichos la semana anterior del canciller Jorge Faurie y la ministra de Seguridad Patricia Bullrich.
El estallido llegó con los jóvenes - millenials y centennials - a las calles. Usaron los medios que mejor manejan para convocarse. Denunciaron tratos inhumanos, se asombraron del rigorismo del toque de queda porque ellos nacieron en democracia y no escatimaron palabras en decir que existían grupos económicos que intentaban obnubilar el conflicto.
"La conformación social de Chile siempre fue desigual, por eso esto viene desde hace mucho tiempo pese a que pasaron gobiernos de derecha e izquierda no se modificó esa situación. Allá el Estado tiene un rol bastante acotado comparado con las necesidades públicas".
Domina cree que ahora Chile enfrentará un proceso de autocrítica hacia adentro que no solo afectará al ciudadano de a pie sino a toda la clase política tanto de izquierda como derecha. La desigualdad y las necesidades que le reclaman al Estado que atiendan serán uno de los ejes a tener en cuenta.
Una sociedad desigual
Él consideró que la sociedad chilena "históricamente fue desigual" y que los ciudadanos eran quienes se enlodaban para poder sostener un Estado que macroeconómicamente pareciera fuerte y exitoso a los ojos del mundo.
"La conformación social de Chile siempre fue desigual, por eso esto viene desde hace mucho tiempo pese a que pasaron gobiernos de derecha e izquierda no se modificó esa situación. Allá el Estado tiene un rol bastante acotado comparado con las necesidades públicas", describió el político cordobés.
Chile construyó su solidez a partir de una "inclinación hacia los servicios privados que genera exclusión y una desigualdad grande" en la población. De ahí que ellos mismos pagan con sus salarios sus jubilaciones privadas (Sistema AFP), universidades y salud.
En las variables económicas y en los sistemas liberales las necesidades sociales no se cuantifican y son riesgos que intentan reducirse, mientras que los chilenos le piden al Estado que precisamente los escuche y atienda porque no son solo números ni empresas.
Esa clase media - que a diferencia de la nuestra no se reconoce por la cantidad de plata que tiene en el bolsillo - atraviesa una crisis de representatividad donde le piden al Estado que se haga presente que no sea un simple administrador.
Le piden que atienda necesidades sociales y que la mirada no solo mire variables de la superestructura porque es ese sistema el que los está condicionando. En los últimos días nadie durmió en Chile, por el contrario cada vez el ruido se hizo más ensordecedor y fue tan grande que le demostró a Sebastián Piñera que no se trataba de ninguna guerra contra su propio país.