“La cocina es puro cuento”: cuando la cultura oral piamontesa se hace papel
El libro se presenta el viernes en la Fundación Losano a las 20. Sus autoras son Beatriz Massola y Florencia Vercellone, quienes además son madre e hija.
Hay una forma simple de entender de qué se trata, de dilucidar el hilo conductor del libro "La cocina es puro cuento: historias y recetas de la cultura inmigrante piamontesa", que presentará mañana viernes, desde las 20, en la Fundación Losano, sus autoras: Beatriz Massola y Florencia Vercellone, madre e hija.
Porque sí, "La cocina..." es un recetario. No un recetario más, sino un libro de esas recetas que son la base de nuestra alimentación aún hoy, casi cien años después, y que de transmisión oral, nunca nadie anota. Nunca nadie deja para la posteridad en un pedazo de papel, pero que igualmente se mantienen presentes tal como lo hacía la abuela, o casi. Porque nunca se llega a tanto placer.
En el recorrer de páginas y de capítulos se encuentran entradas diarias y de ceremonias; platos principales diarios y de ceremonias y lo mismo para los postres. Todas, recetas de algo que usted que vive en la ciudad y la región, ya comió o va comer en estas fiestas.
Y de nuevo, un recetario del inmigrantado piamontés, no es algo menor, porque incluso en palabras de las autoras ha sido el eje que ha articulado todo lo otro que se cuenta en el libro. La aventura y el oficio de escribirlo.
Las autoras, Beatriz Massola y Florencia Vercellone, quienes además son madre e hija.
"La cocina" de la realidad
Pero además es la cocina, espacio no solo de elaboración de alimentos, sino de construcción de realidades, cotidianeidades, estereotipos, de imaginarios propios de lo piamontés. La cocina, como el espacio donde todo nuestro acervo cultural se cocina.
Esas recetas son las de Elva. Elva Rabino de Massola, mamá de Beatriz y abuela de Florencia. Es la de Elva, acaso, la voz más fuerte de este libro.
Es un detalle acertado la inclusión en cada uno de los capítulos, de lo que las autoras llaman "Recuerdo en primera persona", en donde Elva cuenta cómo vivía; cómo se hacía; qué se hacía. Esos testimonios que se leen con esa música característica del castellano adapatado al piamonte, y que también fueron rescatados desde la oralidad, resultan clave para entender algunos porqués. Nuestros porqués, esos porqué hacemos como hacemos y que laten aún hoy con tanta fuerza desde los adoquines que cuentan casi los mismos años que esas recetas, que las vivencias de Elva.
Hasta ahí Elva y el trabajo minucioso de las autoras en registrar la tradición oral piamontesa; el campo haciéndose ciudad; el hambre haciéndose banquete. Pero el otro acierto de este libro viene por dos lados. Por dos estilos.
Uno por el imprescindible marco historiográfico con el que se abre cada uno de los capítulos, en donde se entiende el espacio donde se ejecutaba la piamontesidad, y el otro, acaso el detalle más trabajado, la ficción.
Cinco capítulos, cinco marcos históricos, cinco relatos en primera persona, muchas recetas y cinco cuentos, donde Elva, ya no es la abuela, es el nombre de un personaje que es niña, adolescente, mujer que se hace en la ruralidad, que desde allí se construye y que desde allí construye sus modos.
Y es ahí, en esa Elva que ficcionalizan las autoras, donde el imaginario y los porqués se hacen presentes en la superficie. Donde la oralidad de las abuelas se vuelva una voz imperecedera y se hace diálogo vivo mientras vuelan los mates dulces. Donde el piamontés crea una tradición culinaria y se aferra a determinadas pautas sociales de comportamiento.
Es en esa interpretación, a través del recurso ficcional de la realidad de un inmigrante recién llegado a esta parte del mundo, es posible vernos.
"La cocina es puro cuento" resulta imprescindible por las recetas, por los relatos de Elva, por los marcos históricos puntuales y por los cuentos, pero además, porque nos refleja. Y desde ese reflejo se generan percepciones. La de uno mismo, la de una sociedad entera, que se puede ver y pensarse, entenderse y cuestionarse.
Pero además, este libro que viene desde lo oral, ahora desde el papel, va a generar infinidad de nuevas oralidades, de recuerdos que ganen la luz, de una abuela contándole a su nieto cuál es la clave del peceto y que ella lo cocinaba como para veinte personas en el campo y ahí, el valor real del texto: que las voces que se escuchan desde las cocina, no se callen cuando entra alguien de afuera.