Jóvenes, pandemia y futuro amenazado
La actual situación está afectando seriamente las expectativas, los proyectos y los sueños de toda una generación. Con escuelas cerradas y sin prácticas profesionales en casi ninguna especialidad, con proyectos que se desmoronan, trabajos que no se consiguen o son muy precarios y acceso a viviendas casi imposible, millones de jóvenes sufren las consecuencias de la pandemia.
En la ciudad de Córdoba algunas manifestaciones recientes permitieron a varios jóvenes expresarse frente a los medios de comunicación para plantear sus problemáticas referidas a la falta de oportunidades y a los trastornos que generó la pandemia para su estudio o desarrollo personal y profesional. Se recuerdan las protestas de los estudiantes de medicina, quienes reclamaban prácticas médicas como parte de su formación, algo que quedó trunco apenas el virus comenzó a circular entre nosotros. Y también las lágrimas de una joven que, amargamente se quejaba de la falta de oportunidades y de la vergüenza que sentía por tener que ser todavía mantenida por sus padres.
Solo son dos ejemplos de cómo la actual situación está afectando seriamente las expectativas, los proyectos y los sueños de toda una generación. Con escuelas cerradas durante un año y sin prácticas profesionales en casi ninguna especialidad, con proyectos que se desmoronan, trabajos que no se consiguen o son muy precarios y acceso a viviendas casi imposible, millones de jóvenes sufren las consecuencias de la pandemia. Y si bien no son el principal grupo de riesgo, su vida también se ve seriamente amenazada por los enormes desafíos que deberán afrontar.
El diario El País de Madrid da cuenta en una de sus ediciones de una investigación de la organización Cuso Internacional basada en datos de Naciones Unidas. Según este estudio, una de cada seis personas entre 18 y 29 años se quedó sin trabajo en América Latina y el Caribe desde el inicio de la pandemia, mientras que otras muchas vieron cómo sus empleos se hacían cada vez más precarios. Además, muchos estudiantes se vieron obligados a dejar sus estudios por falta de recursos o por la imposibilidad de seguirlos en internet.
En la mayoría de los países de esta región, el impacto se presume que continuará durante mucho tiempo. El ingreso al mercado laboral será cada vez más restringido y el malestar de los jóvenes crece en la dirección opuesta, generando situaciones que ya se han expresado en movilizaciones callejeras en varios países. Chile, Colombia y Perú son ejemplos palpables del descontento. Aunque aún sin manifestaciones masivas de reclamo, en la Argentina y en muchos otros países la situación es similar.
Es que los jóvenes siempre han tenido dificultad para conseguir su primer trabajo en los países de América latina, cuya economía no genera demasiados puestos de trabajo. Pero la pandemia ha empeorado sustancialmente el panorama del mercado laboral. Muchos desempleados no son chicos sin experiencia, están debidamente calificados, tienen estudios, están disponibles, sienten ganas de aportar y trabajar, pero no encuentran su lugar. Para peor, con las universidades y centros de estudios superiores directamente cerradas o con clases solamente virtuales, muchos debieron abandonar sus estudios.
Este panorama se agudiza en los sectores donde la pobreza ha ganado terreno. Según los datos del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), el desempleo juvenil en nuestro país se disparó más que el de ningún otro grupo etario. Entre las mujeres de 14 a 29 años, el grupo más afectado, aquellas sin trabajo pasaron del 23,9% en marzo de ese año a 28,5% en junio. Entre los varones, la desocupación creció del 18,6% al 22,7%.
Con semejantes números, el optimismo no encuentra lugar. Y la frase hecha de que los jóvenes son el futuro deja de tener verdadero sentido. Porque los jóvenes no hallan su lugar y porque ni siquiera saben si tendrán futuro.