Habitantes de la crudeza
Con un estilo que remite con precisión al rock de los 70, Los Habitantes se han impuesto desde el underground local como una de las bandas más frescas y sólidas de la escena del rock de acá.
Por Manuel Ruiz
Van a ser las cuatro de la mañana del sábado en el Bar Imperial. Adentro, en la parte de atrás, cuando se gana la puerta del histórico bodegón de Av. Libertador Norte se pasa el salón principal donde el pool no pierde actividad bajos dos luces naranjas. Hace calor y el aire acondicionado podría ser un perchero tranquilamente por lo que es capaz de enfriar. También hay pequeñas torres de amplificadores, una batería y poca luz.
Ya pasaron cuatro bandas, cuando Los Habitantes toman la escena de un festival que reunió a otras cinco bandas de la ciudad y la zona. Es un festival del underghround local con reminiscencias a otras épocas del género en la ciudad.
Las personas van y vienen a la barra, de afuera hacia adentro, como huyendo del calor que tomó este recinto que cuando cae el sol le da espacio y realidad a bandas que primeramente quieren tocar, como sea, en la ciudad.
Los Habitantes, con los sanfrancisqueños Matías Ciocca en voz y guitarra; Francisco Depetris en bajo y Lionel Verón en batería, encontraron en el Imperial el lugar adecuado para no solo mostrar su música sino además los vapores densos de la alcantarilla, el sudor de un rock and roll que exudan con precisión.
La banda, con claras y efectivas reminiscencias a un rock de 40, 50 años atrás nació hace siete años aproximadamente con Ciocca y Verón, que un tiempo después encontraron a Depetris para formar el trío que sigue habitando la formación. En ese inicio de covers de Viejas Locas, Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota y Pappo, por ejemplo, había un problema central: los tres eran guitarristas. La causa, la noble causa de buscar y encontrar el sonido deseado necesitó de sacrificios. Dos: Verón se compró una batería y Depetris vendió su guitarra y amplificador para comprar un bajo en el que describe como uno de los peores negocios de su vida.
En ese momento, los jóvenes músicos tocaban en donde le daban lugar: el club Roca, un pub en la esquina de Iturraspe y Perú. Todavía no habían terminado el secundario, todavía no habían migrado a Córdoba para estudiar.
El sonido entre el ruido
Vivir en Córdoba, dice Lionel, les dio una evolución como banda. Les dio otros estímulos, y entre la velocidad de la ciudad grande encontraron lo que estaban buscando. Encontraron a qué querían sonar, desde qué lado componer, qué decir desde la poética. Los Habitantes se iban moldeando, como con barro.
Pero el moldearse, crecer, evolucionar, encontrar el camino no se podía lograr sin tocar. Primero porque es lo que más le gusta hacer. Y segundo, porque tienen lo autogestivo, lo crudo, lo primitivo como eje de su movimiento a través de la escena, el ambiente, de su vida como músicos.
"La banda estaba armada cuando nos fuimos de acá, pero tenía que evolucionar musicalmente", señaló Verón, y Ciocca agregó: "Fue también como la excusa. Ahí encontramos temas nuevos y todo lo otro".
Y entonces salieron a golpear las puertas del circuito tradicional de la capital de la provincia y metiendo fechas en antros históricos del rock. Mientras volvían y tocaban acá. Otra vez, lo autogestivo, el salir a tocar porque sí. Acompañado del estudio en la facultad.
Rockeando el Imperial. Los Habitantes cierran el 2017 en el bar de Av. Libertador Norte (Foto: Manuel Ruiz / La Voz de San Justo)
Tres son solidez
"El sonido es setentoso, valvular y crudo. Siempre zapamos mucho. Siempre fue desde la zapada como fueron naciendo las canciones", explicó Ciocca.
"Siempre escuchamos bandas de los `60 o los`70 . Reivindicamos esa época, no solo el sonido sino también los pensamientos en torno a lo sexual, el anticonsumismo, descubrir lo que nos da el universo. Y de eso hablan las letras", aseguró el guitarrista.
Y eso buscan, después de mutar y mutar lógicamente en la búsqueda, lo logran. Porque escuchar a Los Habitantes es volver a ese tiempo deseado por los tres. A ese sonido con una base rítmica, sólida y potente, prolija, eficiente con detalles de frescura que componen Depetris y Verón, desde el bajo y la batería respectivamente.
Base rítmica que permite que el virtuosismo de Ciocca en guitarra, agregue capas y capas de melodías y riffs que irrumpen con presencia, con autoridad, con frescura y descaro mientras un Ciocca doblado frente al micrófono, como si toda la humanidad tuviera núcleo y vida desde la guitarra, canta y aúlla lo más afinadamente posible desde la voz para darle, realmente desde ahí, ese elemento visceral buscado. Y logrado.
Los Habitantes pueden sonar a muchas cosas, pero no es lo importante. Lo esencial es que suenan muy bien, que son compactos, que te pegan justo a tiempo, que el viaje que viene tranquilo de un momento a otro se vuelve intenso, turbulento. Y eso para la escena local es fresco y necesario.
Grabar para que quede
Si uno googlea Los Habitantes va a encontrar muy poco de su música en la densidad de internet. Quizá algún ensayo o un demo muy viejo. Los Habitantes saben que eso en parte tiene que cambiar y están listos para que pase. Lo toman con tranquilidad. No hay efusividad, es como un paso lógico más, parte de la maduración racional como banda: "Esta semana nos metemos a grabar un disco en una quinta con un amigo que nos va dar una mano con el sonido y vamos a meter todo ahí adentro, trataremos de acustizar y grabar con los mejores equipos que se pueda. Son 9 temas. Estamos viendo si largamos todo junto o lo partimos y viendo que hacemos con la presentación de ese trabajo", contó Deptris.
Y ese disco es una muy buena noticia. Porque en toda exposición de lo que se hace hay una maduración, una aceptación, un aprendizaje, redescubrimientos. Y porque es buen síntoma para la banda y el rock de acá.
Los Habitantes se han impuesto desde las sombras este año como una de las bandas para ir a escuchar. Y no defraudan. Más bien lo otro.
Hace calor en la parte de atrás del Imperial y hay gente viajando desde los oídos a otras partes, a otras épocas. A la frescura de un sonido que le ganó al ruido subterráneo y habita la crudeza.