Gustavo Juncos: un policía con don de músico
A los 45 años, a punto de retirarse de la fuerza, el director de la Banda Municipal de Música de San Francisco contó cómo un disparo accidental cambió el rumbo en su carrera y lo acercó más a la música y al saxo, pasión que no se jubila.
La música es su vida y lo marcó para siempre. Desde niño, por herencia familiar con padre músico, y después, cuando la elogió como profesión. Pero en el camino, un acontecimiento particular cambió el rumbo.
Las secuelas de la herida en su pierna izquierda recuerdan aquel disparo que Gustavo Juncos recibió accidentalmente en pleno entrenamiento para ingresar a la Banda de Música de la Policía de la Provincia de Córdoba.
El actual director de la Banda Municipal, Juvenil y la Orquesta Sinfónica Juvenil de San Francisco no oculta su nostalgia. En enero cumple 25 años de servicio y ya está transitando la licencia de retiro que llegará en julio de 2020, a los 45 años.
"El tiro fue una adversidad pero no hay mal que por bien no venga. No tengo el alma del policía que está en la calle, pero los 10 años en la banda de la fuerza fueron los mejores de mi vida porque ahí aprendí los valores que hoy comparto en los grupos que dirijo", contó Juncos a LA VOZ DE SAN JUSTO.
"La Policía me enseñó lo que es el respeto -confesó-. Me gustaría que los chicos de hoy tengan la posibilidad ser parte de una banda militar por los valores que uno adquiere al conformarla".
"No tengo el alma del policía que está en
la calle. Los diez años en la Banda de la fuerza fueron los mejores de mi vida
porque aprendí los valores que hoy les transmito a mis alumnos".
"Petete", el espectador
En la casa de los Juncos siempre hubo música. El papá de Gustavo, Vicente, era tubista y profesor de acordeón. Supo llevar su música a bares y cabarets hasta que tuvo la oportunidad de ingresar a la Banda Municipal de Música de San Francisco. La música era una pasión que se compartía familiarmente.
Ahí estaba en primera fila, el pequeño Gustavo, que siempre vestía una remerita del personaje infantil Petete.
"Llevo ese apodo desde la niñez, me los pusieron los compañeros de mi papá", recordó.
"Viajé mucho con mi papá, estuve en cada concierto. Recuerdo haber estado dentro de la Fábrica Militar viendo a mi padre tocar", siguió.
Ejecutar un instrumento musical no fue un mandato familiar para Gustavo y sus hermanas Silvana y Gladis, fue una vocación. Aunque sí hubo una orientación: que no tocaran los clásicos, sino que eligieran uno diferente, para poder integrar la Banda Municipal. "Mi papá siempre decía que había que elegir un instrumento que nadie eligiera para poder tener más posibilidades".
Así, optó por el clarinete en el Conservatorio Superior de Música "Arturo Berutti". "No me simpatizaba ese instrumento. Lo tocaba obligado y debía ensayar en casa horas y horas".
En la adolescencia, Gustavo recorrió las bandas que sonaban a fines de los '80 y principio de los '90. Ticket y su paso por Brigada valen para el recuerdo.
El saxo, un compañero inseparable
En el camino del aprendizaje en el "conser", un compañero de la Banda Municipal de su papá, Ricardo Buffa -ex director interino de la agrupación en 2004- invitó a Gustavo a conocer el saxo. "Me prestó uno antiguo de marca Conn que quería despedirse con dignidad de la música. Le decía `el tronco´, porque era viejo, sin brillo. Cuando lo toqué por primera vez, nunca más tuvieron que decirme que ensaye, al contrario, tenían que decirme que lo dejara porque tenían miedo que me cansara. Eso nunca ocurrió".
Por un tiempo, Gustavo participó en la Banda Municipal de Música hasta que llegó el momento de elegir una carrera universitaria y entonces, partió hacia la ciudad de Córdoba para estudiar la licenciatura en Composición Musical en la Facultad de Artes de la UNC y saxo en la escuela de música La Colmena. "Si hubiera quedado estable en la banda, tal vez no me iba a Córdoba ni hubiera vivido todo lo que viví después", pensó.
Un disparo que cambió todo
En 1994, "uno de los fines de semana que volví a San Francisco para tocar en Brigada, un profesor del conservatorio me comentó que estaban buscando músicos para la Banda de la Policía de Córdoba. Teníamos que hacer una prueba para poder ingresar".
Quien le tomó el examen era Mario Angulo, exprofesor suyo en el conservatorio local. "Me pidió que tocara el clarinete. Luego de la audición, el profesor dijo que estábamos aptos para el ingreso aunque después, con la confianza que nos teníamos del pasado, nos confesó que habíamos tocado horrible", contó entre risas Gustavo.
Durante el gobierno de Ramón Mestre, Córdoba necesitaba con urgencia la salida de policías a la calle, por eso Juncos tomó un curso de dos meses para formarse e ingresar a la fuerza como suboficial y después, convertirse en músico de la Banda.
A la tercera semana del curso, llegó el momento de la práctica de tiro en el Pan de Azúcar. Estando cuerpo a tierra, en pleno entrenamiento, el impacto de un perdigón que saló del arma de un compañero impactó en la pierna izquierda de Gustavo. "Me llevaron en un vehículo particular porque no había ambulancia en la zona. Estaba todo camuflado, con la pierna muy comprometida".
El músico fue intervenido en el Hospital Policlínico Policial y recuperarse no fue rápido. "Tuve un año muy difícil, tuve que volver a caminar de nuevo, asistir a sesiones de fisioterapia, tenía que usar andador", siguió Juncos.
Entre internaciones y rehabilitaciones, logró finalizar el curso pero por su discapacidad, secuela del incidente, nunca portó el arma reglamentaria y sus tareas siempre fueron pasivas en la Policía mientras daba clases en la Banda Juvenil.
A un cuarto de siglo de ese infortunado acontecimiento, Gustavo prefiere pensarlo como "una desgracia con suerte", porque le permitió dedicarse más a la música que sus compañeros de la Banda, que tenían que salir a la calle a combatir el delito.
En 2004, Gustavo regresó a San Francisco y gracias a Ruchy Esser, se convirtió en miembro de la Banda Municipal y de la Juvenil, y en mayo del año siguiente, dejó la Banda de la Policía para pedir el traslado a nuestra ciudad.
Desde entonces, la vida de Gustavo trascurre entre la música y las tareas administrativas en la Departamental San Justo de Policía.
"El tiro fue una desgracia, pero no hay mal que por bien no venga", insistió.
A punto de retirarse de la Policía, el músico mira su saxo y confirma que para esa vocación no hay retiro.