¿Golpear es educar?
La educación de los chicos siempre es una preocupación de los padres y poner límites en estas épocas parece ser cada vez más difícil. Una ley rusa despertó la polémica en el mundo porque despenaliza algunas formas de violencia doméstica reduciendo la gravedad de una agresión por parte de un pariente a la categoría de delito civil, en lugar de un delito penal, en los casos en que víctima no sufrió un daño grave.
De esta manera, no tienen pena las agresiones que no causen daños corporales. Los autores de la ley aseguran que si sólo produce "moretones y rozaduras", la agresión estará libre de responsabilidad.
Esta controvertida "ley del cachetazo", -que parece profundizar la ya existente normalización de la violencia- despierta un interrogante fundamental y un debate sobre el castigo físico en la educación. ¿Golpear es educar?, ¿Qué secuelas emocionales o sociales puede sufrir un niño?, ¿El castigo enseña recursos para crear hábitos, manifiesta lo incorrecto y muestra lo correcto, o solo enseña brutalidad?, ¿Hasta dónde sirve de algo un "chirlo" para corregir a los chicos?.
"Educar no es golpear", advirtió en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO la psicopedagoga Liliana Diez de la Universidad del Salvador. Remarcó que educar "es actuar, con una intención y planificación, para desarrollar hábitos que le sirvan para desenvolverse con eficacia en el mundo. Los niños aprenden a ser humanos en comunidad".
Diez aseguró que los niños "aprenden a construir la realidad, los padres enseñan y trasmiten información de generación en generación. Lo importante es dejar de lado la información negativa, dolorosa, aceptarla y transformarla. Y no dejar de trasmitir lo positivo, los valores, el respeto, la dignidad del ser humano".
La psicopedagoga afirmó que educar "es un arte y una responsabilidad. Cada familia tiene su modalidad y es bueno siempre que no se maneje en extremos como dejar hacer todo, o poner límite a todo.Si el chirlo es una palmada en la cola, nunca en la cara, es para decir 'basta'. poner un límite, está bien".
Pero advirtió: "No puede ser para sacarnos la bronca o canalizar el estrés o descargar el mal humor o enderezar una situación que sale de nuestro control".
Una forma de violencia
La psicopedagoga dijo que el castigo físico "es una forma de violencia, digo 'No' a una conducta, pero no enseño como 'Sí' puede ser la conducta, con lo cual el niño aprende a temer al adulto, a desvalorizarse en su pensar y su actuar. El golpe físico es una forma de humillación, lo mismo para niños que para adultos".
"También está el maltrato emocional, que es más dañino -añadió-, se esconden tras una normalidad aparente, los adultos creen que es un chiste, una pavada, lo que están diciendo y esto hace que a veces el daño persista en el tiempo. Debemos por tanto ser conscientes de la gravedad del tema, reflexionar de qué manera decir lo que queremos decir".
Diez recordó que siempre "el castigo corporal humilla, desvaloriza, descalifica. El golpe, la brutalidad, tanto tirar una botella de gaseosa en la cara como el tirón de pelos, de oreja etc. lleva el mensaje de que el adulto puede hacer lo que quiera con mi cuerpo. Y eso es todo lo contrario a educar, podemos enseñar a nuestros hijos a cuidar y respetar su cuerpo y el de los otros".
"Sin duda la violencia genera secuelas en todos aquellos que la sufren -aseveró la psicopedagoga-. Se ha demostrado que el maltrato produce un grave impacto en el cerebro infantil. El cerebro, que marcará la personalidad, las emociones y las conductas de los niños de hoy y los adultos de mañana".
Afirmó que los niños procedentes de entornos agresivos, "presentan una hiperactivación en el cerebro, de los mecanismos de alera, hipervigilante, provocando desgaste emocional, cognitivo y ansiedad muy elevados y difíciles de controlar".
"Estos niños presentan más riesgo de desarrollar problemas de salud mental en su vida futura -advirtió-. Además, la violencia se aprende, se adquieren patrones de comportamiento similares en su vida futura".
Añadió: "Todas las investigaciones concluyen que la violencia en la infancia produce alteraciones neurológicas que determinan su personalidad, el estado de sus afectos y el desenvolvimiento personal a lo largo de su vida. Esto no determina el futuro del niño pero lo condiciona. Siempre podemos elegir como queremos vivir".
La psicopedagoga indicó que cuando "la fuerza física se combina con comentarios despectivos o emocionalmente abusivos, el daño puede ser aún mayor. La conducta del niño será bajar su autoestima y someterse o bajar su autoestima y tener conductas reactivas, desadaptadas o violentas".
"estamos inmersos en un modelo social en el que la agresividad y el acoso están altamente normalizados. Vivimos en un mundo casi violento y a veces dejamos que dañe la infancia y la familia.Necesitamos desacelerar la mente y replantearnos como queremos vivir", alertó .
Respeto y diálogo
Remarcó: "El respeto tiene que estar a la base de todo vínculo. Aunque castiguen a los niños porque no quieren que hagan algo, la fuerza física no les muestra lo que sí es correcto hacer, ni los educa sobre la mejor manera de enfrentar o resolver problemas personales y sociales".
"Los niños necesitan saber por qué están siendo castigados o sancionados, el castigo no es agresivo, es no tener play o compu o lo que fuera y también el castigo puede ser lavar la bici o platos, sacar yuyos, etc. Los niños necesitan límites para aprender lo que es correcto y lo que es incorrecto y este límite tiene que ser reforzado con emociones positivas para mantener el respeto por sus padres", recomendó la psicopedagoga.
"La educación de los hijos es un proceso largo y costoso, sí, lleva más tiempo", dijo la psicopedagoga. "Con la comunicación, el diálogo que significa a través de la palabra no del golpe, acompañamos a nuestros hijos a construir la realidad, las normas de convivencia y hábitos", remarcó.
"Los padres piensan que los niños necesitan guía y supervisión, pero tienen que aprender que sus actos generan consecuencias -afirmó Diez-. Así los niños desarrollan seguridad personal, confianza en sus posibilidades, autoestima positiva, iniciativa personal, menor dependencia, mayor autonomía y respeto al educador".
La psicopedagoga Liliana Diez brindó algunos consejos que es conveniente tener en cuenta a la hora de educar:
- El niño necesita que el padre y la madre le fijen normas de convivencia y límites. Para imponerlos no es necesario recurrir al castigo físico.
- Cuando damos una bofetada le enseñamos que la violencia es una forma de resolver conflictos.
- Si los niños tienen conductas problemáticas, el origen no hay que buscarlo en la falta de azotes, sino en la falta de autoridad o de diálogo.
- Según la edad, se puede llegar a un consenso con ellos, aunque la última palabra la tienen los padres en cuanto a la hora de volver a casa, tiempo para los deberes y tiempo para los juegos, colaborar en las tareas de la casa.
- Hacerles respetar sus derechos y también sus responsabilidades en casa y en el colegio. Es una manera de fomentar su autonomía, la capacidad de decidir y de ver las consecuencias de su conducta.
- Recuerden que si merece un castigo, que no sea físico. La sanción puede ser quitar actividades divertidas o dar más actividades a cumplir. El castigo tiene que ser proporcional a la falta cometida.
- Una vez que se anuncia un castigo, no hay que arrepentirse y perdonarle a los pocos minutos. La reparación de la falta tampoco tiene que ser humillante.
- Si alguno de los padres comete un error ante el niño, hay que saber pedir perdón, de forma idéntica a como él lo pide cuando le hacen comprender que no ha actuado correctamente.
- Los padres necesitan tiempo para ellos, para la pareja y para los hijos, difícil pero no imposible. Si nos nutrimos crecemos en armonía y buscamos respuestas más equilibradas y salimos de los extremos que tanto daño hacen.ios nos dejó libres, depende de nosotros ser esclavos o libres de historias negativas. Siempre podemos elegir.