Freno a los motochorros
Quizás la mejor manera de controlar sería, valga la redundancia, eficientizar los controles. Y mejorar la comunicación, por ejemplo, entre jurisdicciones. Porque el límite interprovincial es un aliado para los motochorros. Los engranajes policiales tendrán que estar siempre aceitados si se pretende poner freno a su accionar.
Varias son las crónicas periodísticas, publicadas en este diario y también en varios medios de la región, que relatan hechos delictivos cometidos por sujetos que se conducen en motocicletas ágiles y capaces de circular a alta velocidad. La flexibilización de las restricciones de circulación está generando una repetición frecuente de casos. El último en San Francisco ocurrió hace pocos días en barrio San Martín, cuando un asaltante robó el celular de dos vecinas que conversaban en la vereda. Pero son varios más los hechos similares que están generando preocupación en la comunidad.
Todavía, por fortuna, en este último tiempo en el que ha recrudecido la actividad de delincuentes que se conducen en motocicletas y aprovechan cualquier descuido en la vía pública no se ha tenido que lamentar situaciones graves con daños físicos para las víctimas. Sin embargo, los antecedentes señalan que esto puede suceder en cualquier momento. Porque los arrebatos son maniobras cargadas de violencia en las que una persona desprevenida tiene la posibilidad de sufrir serias lesiones si es arrastrada por la moto o bien empujada con fuerza hacia el suelo.
Siempre se ha debatido la razón por la cual esta modalidad del delito continúa en auge y no se encuentra un antídoto efectivo. Leyes restrictivas de la circulación de personas en motocicletas de alta cilindrada han sido aprobadas en varias provincias, incluso en Córdoba, pero su cumplimiento es muy difícil. La última de estas normas se sancionó recientemente en la Legislatura de Tucumán. Basta repasar los medios de comunicación tucumanos para tomar nota del revuelo que se ha producido y del rechazo de la población a la norma que restringe notablemente el uso de estos vehículos y, en cierta manera, perjudica a grandes sectores de la población del Jardín de la República, cuyo medio de movilidad es la moto.
Está claro que no se puede etiquetar o estigmatizar a quien utiliza una motocicleta. Es un rodado en el que trabajadores todos los días cubren el trayecto hacia sus lugares de empleo, por estudiantes y amas de casa. Sin embargo, como se viene señalando, también es usada para cometer las fechorías que engruesan las estadísticas del delito. Por esto, es preciso aguzar el ingenio para contrarrestar la acción de los ladrones y arrebatadores. Se han impulsado medidas como la impresión de la patente de la moto en el casco que debe usar quien maneja el vehículo o la prohibición de que viajen dos personas. En la mayoría de los casos, luego de una ardua polémica como la que hoy está viviendo Tucumán, estas disposiciones quedan en el olvido.
Quizás la mejor manera de controlar sería, valga la redundancia, eficientizar los controles. Y mejorar la comunicación, por ejemplo, entre jurisdicciones. Porque el límite interprovincial es un aliado para los motochorros. Los engranajes policiales tendrán que estar siempre aceitados si se pretende poner freno a su accionar.