Estuvo siete años preso y trabaja para alejar a los chicos de las drogas
Nilo salió de la droga y la cárcel y abrió un comedor comunitario en San Javier, el barrio más vulnerado de Frontera.
Por Isabel Fernández
"Cambiar el mundo, empieza por ti", dice una popular canción. Y así lo demuestra la historia de Nilo Ezequiel Hartemann, un joven de 31 años, de Frontera que superó la adicción a las drogas, salió de la cárcel, se animó a cambiar y hoy ayuda a construir un futuro mejor para los chicos del barrio San Javier.
Nilo sintió en carne propia la adicción a las drogas. Conoció los peligros de la calle, cayó en la delincuencia y estuvo durante siete años preso. En la cárcel sufrió la soledad y el aislamiento.
Hace unos años, decidió cambiar su vida y decir basta de drogas; de la mano de la fe se recuperó y con ayuda de vecinos, abrió las puertas de su humilde casa ubicada en calle 21 esquina 106, para tres veces a la semana, brindarle la cena a entre 50 y 70 niños y jóvenes. También recibe a familias y adultos mayores con quienes comparte reflexiones y oración.
Nilo convirtió su casa en un comedor comunitario en Frontera
San Javier, un barrio vulnerado
La necesidad y la pobreza se hacen sentir en barrio San Javier y allí, donde la oscuridad acecha, Nilo lleva una luz de esperanza a las personas que llegan no solo en busca de alimento material sino espiritual.
En su humilde cocina, la gran olla y la pava son testimonio de su tarea altruista; en el comedor, la algarabía de los niños llega como la música a los oídos. Allí, en medio de su misión, que comenzó hace ocho meses, Nilo brindó su testimonio a LA VOZ DE SAN JUSTO.
"Hoy me siento libre y feliz porque puedo ayudar a los jóvenes a que renuncien a la droga, porque es muerte", aseguró.
"El hombre es el que trabaja, no el que se adueña de las cosas de los demás. Hoy me siento hombre"
"Les digo a los jóvenes que abandonen la droga porque no es vida. Antes me drogaba y vivía mal, vivía como un zombie, como los veo a muchos hoy en día. Me gustaría que ellos, como yo pude, también le digan no a la droga, porque los que sufren son los demás, nuestra familia, los que nos quieren. Nosotros no sentimos nada, perdemos hasta el amor por nuestros padres".
"Tienen que decirle no a la droga porque se pierden hasta los valores como mujer, como madre, como padre, como hijo. El hombre es el que trabaja, no el que se adueña de las cosas de los demás. Hoy me siento hombre", sentenció Nilo.
De la prisión de la droga a la libertad
A los 21 años entró a la cárcel por portación de armas y robo calificado y deambuló por distintos establecimientos durante siete años. En ese encierro, él se encontró con Dios y pudo renacer a esta nueva vida en la que es arquitecto que construye el bien común para todos.
"La calle no te da nada de bueno: te da muerte o cárcel -advirtió-. Yo hacía cosas que no estaban bien, robaba, tenía adicciones y trataba de ayudar a mi familia trayendo plata de una mala manera. Mis padres siempre me dijeron que estudiara, pero con los golpes de la vida, la separación de mis padres, era muy turbia mi vida", recordó.
"Estuve en seis cárceles distintas, porque llevaba una vida de mucha rebeldía adentro, tenía mucha violencia, hacía mucho daño a los otros (...) En el pabellón de máxima seguridad de Bouwer, donde estuve ocho meses las 24 horas encerrado, con esposas, no tenía contacto con nadie, estaba aislado de todo. Llegué al límite, era mucho encierro, tristeza, ya no quería vivir y escuché un mensaje en la radio y algo me dijo que siga adelante".
Nilo estuvo siete años en prisión. "Estuve en seis cárceles distintas, porque llevaba una vida de mucha rebeldía adentro, tenía mucha violencia, hacía mucho daño a los otros", recordó.
Contó que estando en la cárcel, "me aferré a Cristo, en el pabellón de máxima seguridad de Bouwer, donde estuve ocho meses las 24 horas encerrado, con esposas, no tenía contacto con nadie, estaba aislado de todo. Llegué al límite, era mucho encierro, tristeza, ya no quería vivir y escuché un mensaje en la radio y algo me dijo que siga adelante".
"Ahí decidí que debía cambiar mi vida y acá estoy, en pié. Fue un proceso largo; cambiar las actitudes; cómo dirigirme hacia las personas. Antes era violento, hoy siento amor por los otros. Automáticamente, pude renunciar a la droga, tenía adicción al crac, cocaína, marihuana, el cigarrillo y el alcohol. Me drogué hasta los 29 o 30 años, hasta que en la cárcel, dije basta. No era vida, sufrían los padres", manifestó Nilo.
Nilo no está solo. Su familia y vecinos lo ayudan a tener y dar una segunda oportunidad
Por él, por los demás
El joven dijo satisfecho que en los meses de tarea en el barrio "varios chicos fueron derivados a instituciones donde se los ayudará a salir de la droga, ellos mismos lo pidieron".
"Los chicos que están esclavizados en la droga, la prostitución y la delincuencia me conocen y dicen que si yo pude, también ellos van a poder. Es importante la oración, pero todo esto lleva un proceso, no se sale de un día para el otro", afirmó.
Nilo relató que al salir de la cárcel estuvo siete meses desocupado, pero ahora trabaja como albañil. "Cuando empecé, le daba de comer a los chicos en la calle, con un grupo de vecinos que me ayudaban, sacando tablones afuera; después conseguí todo esto. Ganaba muy poco por semana y con eso le ponía gasoil a la camioneta, comía yo y también me alcanzaba para los chicos. Después continué en la casa de una vecina hasta que me donaron el lugar donde estoy ahora".
La fuerza de la fe
"Me donaron la casa, el lugar donde puedo darle de comer a los chicos, realizar las actividades. Trabajo con los chicos y la familia también acompaña, hay unidad, se acercan los padres, los abuelos. Cuando llego del trabajo cansado, los chicos del barrio que vienen al comedor se acercan y me abrazan, me saludan y eso para mí es amor puro. En el barrio no tuve ni tengo problemas, cuidan este lugar y tratan de respetarlo, de empezar a hacer las cosas bien", añadió.
"Dios me está probando para ver si vuelvo a delinquir o a la droga, pero me sigo aferrando de su Palabra. Vecinos y gente del barrio me ayudan a cocinar, tengo mis compañeros Ezequiel Gallegos, Matías Manna, Cristian Cortessini, todos participamos de la Iglesia de Dios".
En su misión, Nilo necesita de la ayuda de todos. "Necesitamos de todo, ropa, camas, frazadas, comida, de todo. Hay mucha necesidad en este barrio como en muchos otros, pero San Javier es el centro de todas las necesidades, necesita apoyo. Quiero que empiecen a ver a este barrio de otra manera", dijo.
La historia de Nilo demuestra que, a pesar de las carencias, las adicciones y conocer de cerca el sabor amargo que bordea al delito, con fe y convicción se puede salir adelante, cambiar la propia vida y la de los demás.
Cómo ayudar
Para ayudar a la tarea de Nilo, pueden comunicarse al teléfono (03564) 15476155.