En el Día del Trabajo
El trabajo otorga la plena posibilidad de que la dignidad de una persona sea respetada. Cuando niños y adolescentes siguen trabajando pese a instrumentos legales que los protegen y cuando se descuida algo tan importante como la salud laboral, la celebración del Día del Trabajo arroja un saldo sombrío.
El trabajo es la actividad que diferencia al ser humano de cualquier otra especie. Otorga dignidad a la persona, contribuye al mejoramiento de la vida social y construye cultura. Este ámbito es hoy atravesado por profundos desafíos que obligan a la imaginación, a la inventiva y a la acción de los líderes políticos y sociales y también de quienes ostentan posiciones de privilegio en cualquier comunidad.
Son los retos que planteó hace casi tres décadas el Papa Juan Pablo II en su Encíclica "Laborem Exercens". Allí se expresó que la humanidad vivía las "vísperas de nuevos adelantos en las condiciones tecnológicas, económicas y políticas que, según muchos expertos, influirán en el mundo del trabajo y de la producción no menos de cuanto lo hizo la revolución industrial del siglo pasado" (por el siglo XIX). El Papa polaco escribió que "son múltiples los factores de alcance general: la introducción generalizada de la automatización en muchos campos de la producción, el aumento del costo de la energía y de las materias básicas; la creciente toma de conciencia de la limitación del patrimonio natural y de su insoportable contaminación; la aparición en la escena política de pueblos que, tras siglos de sumisión, reclaman su legítimo puesto entre las naciones y en las decisiones internacionales", por citar sólo algunas. Basta un repaso superficial de la actual realidad del mundo laboral para comprender que aquella visión profética tiene hoy una actualidad innegable.
Pero los cambios trascendentales que ha tenido el trabajo en las últimas décadas no han conseguido modificar el panorama en determinados aspectos que, con matices, permanecen inalterables desde los tiempos de la Primera Revolución Industrial. Así, si bien desde 2008 en la Argentina rige una ley de prohibición del trabajo infantil y protección del trabajo adolescente, en los hechos falta mucho por hacer. Según el Barómetro de la Deuda Social de la Infancia, de la Universidad Católica Argentina, en 2015, el 12% de los chicos de 5 a 17 años trabajaba en actividades domésticas intensivas (4,3%) y en actividades económicas ligadas al mercado (9,5%).
Asimismo, un informe de la Asociación Argentina de Medicina Respiratoria da cuenta de que las enfermedades laborales que comprometen al sistema respiratorio, y con él tanto la salud general como la calidad de vida, son más comunes de lo que se supone. "Si tenemos en cuenta que una persona que cumple jornadas de ocho horas respira durante su trabajo 14.000 litros de aire, es indudable la relación entre los factores ambientales del trabajo y la salud de los trabajadores expuestos". Esta advertencia va de la mano con registros de la Organización Mundial del Trabajo, según los cuales existen en el mundo 541 millones de personas jóvenes trabajadoras de 15 a 24 años, quienes representan más del 15 por ciento de la fuerza laboral mundial y sufren hasta un 40% más de lesiones ocupacionales no mortales que los trabajadores adultos de más de 25 años. Entre estos jóvenes se encuentran 37 millones de niños en situación de trabajo infantil peligroso.
Tomar nota de los desafíos que enfrenta la producción por los cambios tecnológicos es solo un aspecto del análisis. El trabajo otorga la plena posibilidad de que la dignidad de una persona sea respetada. Cuando niños y adolescentes siguen trabajando pese a instrumentos legales que los protegen y cuando se descuida algo tan importante como la salud laboral, la celebración del Día del Trabajo arroja un saldo sombrío.