Elisa Tartaglia, “Mujer del año”, pero ante todo una docente llena de amor
La "señorita" abre las puertas de su casa para contar cómo encara esta vocación que latió dentro de ella desde muy joven, y que aunque debió postergar para trabajar logró hacer realidad. Aunque está cerca de jubilarse, ella "improvisará" otras aulas para seguir enseñando.
Los
valores y la importancia de escuchar al otro y respetarlo tal como es, son
cualidades que caracterizan a Elisa Tartaglia como docente. A sus casi 59 años
y restando pocos meses de jubilarse, esta sanfrancisqueña sigue enseñando con la misma pasión con la que
empezó a estudiar la carrera a los 33 años, una época donde combinaba las
tareas familiares y atención de sus hijos con los libros.
Elisa es una maestra de grado, que contó con orgullo cómo llegó a abrazar esta profesión, la que comparte con sus dos hijas, y que aunque tuvo que esperar mucho para poder hacerla no se arrepiente de nada de ello.
Su historia es un ejemplo de que quien persevera al final triunfa, de que "Dios da recompensa en algún momento". Y por ese esfuerzo, su personalidad amable y dedicación completa en todo lo que hace, su vecina decidió postularla para "Mujer del año", distinción que le fue otorgada recientemente.
Falta poco para que se jubile, pero no es una excusa para quedarse quieta. Por eso en el corto plazo planea seguir siendo la "seño", pero en los merenderos para ayudar a los chicos que asisten y no solo "dar conocimiento sino también mucho cariño". Porque así es Elisa una señora amable, dispuesta a ayudar, de mirada límpida que enseña con amor.
Vocación de servicio
"Me gusta el servicio", dijo aLA VOZ DE SAN JUSTO tímida y como al pasar Elisa. Eso la llevó a soñar siendo más grande con recibirse como maestra o enfermera en su caso. Pese a eso, no pudo cumplir esa meta enseguida porque la vida se le hizo un poco difícil, su mamá enfermó de cáncer "y hubo que salir a trabajar". Así fue que estuvo empleada en el comercio muchos años hasta que conoció el amor.
Después a los 33 llegó el momento más esperado. Claro que nada fue fácil porque para esa altura ya se había casado y tenía a sus hijos. "Empecé a los 33 y me recibí a los 36
de docente de escuela primaria. Después me dediqué ocho años a dar particular, recién cuando ellos fueron más grandes empecé de a poco a buscar horas de clase", describió esta "mujer del año".
Elisa no podía dejar a sus hijos siendo tan pequeños, así que aunque estaba recibida optó por dar apoyo escolar y esperar que crecieran. Por suerte "su mamá vivió 30 años más" y toda esa dedicación que su hija le había brindado años atrás la hizo quererla más y acompañarla en cada paso.
Mientras fue maestra de particular "la casa estuvo llena de chicos" todo el tiempo, tanto de nivel primario como medio, y para que ella pudiera hacerlo su esposo y la mamá la ayudaron todo el tiempo encargándose de las actividades de los niños.
Al frente del aula
El primer interinato de Elisa como docente fue en la Escuela Domingo Faustino Sarmiento. "Me empecé a anotar de a poco y un año después de eso me llamaron desde el (Instituto) San Francisco de Asís (Isfa) donde doy clases desde hace 15 años", relató la mujer que también dio catequesis en la iglesia Consolata.
Cuando daba particular siempre tenía la casa llena de chicos, chiquitos y grandes porque algunos iban al secundario. Mientras mi mamá y mi marido cuidaban a los chicos o hacían de comer.
A los 33 cuando empecé a estudiar, mi mamá - que vivió 30 años más - me ayudó igual que mi marido para poder estudiar. Pero no empecé a anotarme hasta que ellos fueron grandes.
"Cuando entré al Isfa no solo comencé a dar en el nivel primario, también empecé a dar religión en el secundario. Ahí nos enfocamos en recuperar los valores que traemos y que es importante utilizarlos para bien", indicó Elisa quien reparte sus horas entre los dos turnos de la mañana y tarde.
A futuro
El deseo de Elisa es tras jubilarse seguir ligada a la docencia, solo que desde otra mirada más alejada de lo institucional y cerca de lo social. Al igual que hoy lo hace en las clases de religión desea "acompañar" a los chicos y así ayudar a los demás, y tampoco descarta volver a las clases de catequesis.
Esta mujer no puede quedarse quieta, no puede desligar su vida de la vocación de docente que lleva adentro marcada a fuego. Da la sensación que el lugar y ámbito donde esté enseñando es lo de menos porque su lema de vida es dar todo de sí y formar personas a través de la educación.