Elecciones cruciales para el país
La impericia de gobernantes actuales y del pasado no ha permitido mejoras en la calidad de vida. Pero al menos, en medio de una grieta que divide como pocas veces en la historia, existe un consenso: las instituciones de la democracia deben ser consolidadas.
Al final llegó el día de las elecciones generales. Las caóticas derivaciones socioeconómicas que se produjeron después de las primarias del 11 de agosto marcaron una campaña electoral en la que las fuerzas políticas que compiten variaron estrategias y consiguieron movilizar a algunos grupos sociales. Sin embargo, las penurias de buena parte de la población hicieron que los mensajes proselitistas se encontraran a una distancia enorme de las necesidades de la gente de los sectores más vulnerables y afectados por la crisis.
Ya se ha dicho que las Paso funcionaron como lo que son en definitiva: una encuesta nacional que pareció terminar por tierra con todas las especulaciones políticas que podrían formularse. Algo similar ocurrió, con términos invertidos desde la mirada de las dos fuerzas con más adhesión popular, en los comicios de 2011. En aquella ocasión se constató que el resultado de las primarias había sido el definitivo. Sensaciones similares fueron generándose en este período pre electoral, aunque la expectativa por cómo votará la ciudadanía se mantiene aún abierta.
Las dificultades financieras del país son evidentes. La economía tampoco ofrece buenas perspectivas. Y la candente y peligrosa situación que viven algunos países de la región es una alarma imposible de ignorar. Este es el marco en el que la ciudadanía argentina votará hoy. Lo hará con la convicción ya instalada desde hace décadas de que la democracia es una condición necesaria para vivir mejor. No suficiente, pero demasiado trascendente como para no considerarla en cada análisis que se hace de la realidad.
Es verdad que la impericia de gobernantes actuales y del pasado no ha permitido mejoras en la calidad de vida. Por el contrario, el descenso continúa siendo marcado. Pero al menos, en medio de una grieta que divide como pocas veces en la historia, existe un consenso: las instituciones de la democracia deben ser consolidadas.
Las urgencias del momento quizás impidan reflexionar en profundidad sobre otros temas importantes para el país además de la economía. Se ponen en juego también valores centrales de la convivencia como el respeto al pluralismo y la vigencia de la libertad, así como temas siempre vigentes como la necesidad de mejoras en la educación y la salud, entre otros.
En este contexto, los debates de los candidatos no ayudaron mucho a conocer cuáles serán sus acciones en caso de obtener la victoria en las urnas. Por ello, deberá la ciudadanía estar atenta a la evolución de los acontecimientos y hacer oír su voz si se alteran algunas de las premisas sobre las cuales parece que existe acuerdo mayoritario.
Tal como se ha señalado, las circunstancias que vive el país no son las mejores. Pero no puede pasar por alto que otra vez el pueblo argentino vive la posibilidad -negada durante muchos períodos de nuestra historia- de elegir a sus gobernantes, ejercitando el sagrado derecho al sufragio. Quizás esto sea lo más significativo para rescatar: nos hemos acostumbrado a elegir y ya no se percibe la idea -otrora generalizada- de que en este acto iba la vida. Como se ha señalado, la práctica frecuente del sufragio es, se supone, una condición necesaria para que alguna vez la Argentina retome el rumbo que nunca debió haber perdido.