El trabajo, también en cuarentena
En tiempos de cuarentena, en los que los paradigmas parecen haberse modificado, la visión economicista a ultranza debe dar paso a una mirada más humana, enaltecedora de la dignidad que se asume a partir de la posibilidad de trabajar.
La celebración del Día del Trabajo es una ocasión propicia para reflexionar acerca de las dimensiones de esta actividad únicamente humana y, por ello, trascendente para la realización de la persona y la preservación de su dignidad. Mucho más en tiempos en los que la pandemia del Covid 19 ha trastocado todos los parámetros conocidos y desestabilizado todos los soportes en los que se movía la vida del hombre.
Se hace preciso comprender que el trabajo no puede ser considerado solo como variable económica. No es una simple mercancía o algo impersonal de determinada organización productiva. Independientemente de su valor económico, es expresión de la esencia de una persona. No puede reducirse este ámbito a una manifestación puramente material que reduzca el impacto profundo que tiene lo laboral en la vida de las sociedades humanas.
El valor ético del trabajo humano es el que hoy, 1 de mayo, debería ser resaltado con mayor fuerza. Porque se vincula directa y completamente con su protagonista principal: la persona que trabaja. En tiempos de cuarentena, en los que los paradigmas parecen haberse modificado, la visión economicista a ultranza debe dar paso a una mirada más humana, enaltecedora de la dignidad que se asume a partir de la posibilidad de trabajar.
Lamentablemente, por imperio de la pandemia y también por innumerables situaciones contradictorias de gobiernos actuales y pasados, el verdadero trabajador está hoy sufriendo el embate de una crisis casi sin precedentes. Quizás acostumbrados en el país a capear temporales económicos de magnitud, no alcanza a vislumbrarse la gravedad inédita de una situación que puede acarrear consecuencias tan graves como dolorosas.
Es verdad que en este tiempo de aislamiento se han potenciado numerosas otras formas laborales no sincrónicas, en las que cada integrante de alguna organización realiza actividades de forma separada a través de herramientas tecnológicas. Se coordinan esfuerzos y se descentraliza la información. Quizás varias de estas maneras quedarán en el tiempo instaladas como formas de trabajo novedosas. Otras pasarán a formar parte de los recuerdos de este tiempo oscuro.
Pero esta emergencia no será olvidada. En el mundo entero, el trabajo humano fue puesto en cuarentena. Tendrá que soportar una crisis hoy imposible de mensurar. Pero que se avizora muy grave. Porque si algún ámbito se ha visto afectado por las medidas sanitarias extremas de aislamiento, ése ha sido el laboral.
En medio de la cuarentena, el Día del Trabajo se presenta como una ocasión para tomar debida nota de las carencias, de las mezquindades, del clientelismo que rompe la cultura del esfuerzo, de la prevalencia de los intereses personales y sectoriales sobre el general, de los egoísmos políticos, empresariales y gremiales y de la necesidad de devolver el carácter ético a esta actividad profundamente humana.