El músico que escribió una canción que ya existía
Un cantante italiano criado en Escocia e Inglaterra compone un día en Argentina una canción sobre la droga que teme haberle robado a otro músico de Estados Unidos. A lo "Pierre Menard", la canción es la misma, pero diferente.
Por Manuel Montali | LVSJ
Desde que la escuché por primera vez, creo que es una de las mayores joyas del rock norteamericano. Hablo de esa montaña rusa de emoción y tristeza que es "Heroin", de Lou Reed (publicada por la Velvet Underground & Nico en 1967).
Nunca terminé de saber por completo qué es lo que hace buena a una canción. Algo tan sutil como el arte, como una melodía, que se capta a través de los sentidos, no puede limitarse solo a la complejidad de su composición. Hay sobrados ejemplos de obras simples que resultan geniales, y también de lo contrario.
Por tal motivo, no sabría decir del todo en dónde está el encanto de "Heroin", si en los arpegios sencillos de guitarra sobre dos acordes, si en el canto, si en las subidas y bajadas de tempo, si en la desprolijidad armónica del ruido, si en la letra. Supongo que en todo eso, y más. Porque la música se abraza con la poesía de una manera pocas veces aprovechada en el género.
La canción, casi no hace falta aclararlo, habla de la heroína. O, mejor dicho, de lo que experimenta la persona que emplea esa droga. Por ello el flujo musical va cambiando conforme al flujo sanguíneo antes y después de la entrada de la aguja en la vena.
Lou Reed, poeta de los suburbios y sus antihéroes, sabía de lo que hablaba cuando compuso este tema. No puede pensarse como una apología de la droga. De hecho, que alguna gente se acercara al autor a contarle que había probado la droga después de oír la canción, fue algo que lo atormentó bastante.
Se trata en todo caso de una sensación hecha canción. La del adicto. Y probablemente sea bueno que toda persona que quiera entender el mundo de las drogas, el comportamiento de un adicto, escuche esta canción. Está expresado claramente, en su nihilismo, en su pequeña muerte. Abandonarse. Sentirse el hijo de Jesús, más allá de la muerte, y mejor. Y saber, mientras se flota, que ese es el precio: la muerte, la nada misma al final de la canción. Pero que no te importe.
Conocí esta canción, primero, por la versión homónima de Sumo, de 1983. Roberto Pettinatto dijo alguna vez que Luca Prodan, su autor, estaba "paranoico" porque creía habérsela a Lou Reed. Y sí, Petti... Hay una historia similar de Paul McCartney, quien soñó la melodía de "Yesterday" y luego temía haberla copiado de otro tema sin saberlo. Pero aquí, escuchando una al lado de la otra, casi no quedan dudas. Es un plagio. No fue el único de Luca, que también se había llevado a las Sierras y luego a Hurlingham a todo el postpunk, a Joy Division, New Order, etc.
Pero "Heroin" de Sumo, como el "Quijote" del Pierre Menard borgeano, no es igual a la original.
Luca también sabía de lo que hablaba cuando compuso su "Heroin". En su canción, ella es una mujer, un pensamiento, algo que nunca se irá de su cabeza pelada ni aunque se la queme con shampoo Wellapon.
Luca era un italiano educado en Escocia y radicado en su juventud en Inglaterra al que, un día de finales de los setenta, un amigo argentino con el que había hecho migas en el colegio, Timmy McKern, le envió una postal desde las sierras de Córdoba. Ahí, en ese paraíso de montañas y ríos, había dictadura, pero no había heroína. Y Luca salía de un coma por sobredosis.
El resto es historia conocida: de las Sierras, Luca volvió a Londres a comprar instrumentos y a traer a la primera baterista de lo que sería Sumo, Stephanie Nuttal. Se instalaron en Hurlingham, en una casa de la familia McKern, y luego fueron llegando los demás: Germán Daffunchio, Alejandro Sokol, Diego Arnedo, Roberto Pettinato, Alberto "Superman" Troglio y Ricardo Mollo. Sumo fue una banda de monos raros, de culto, que explotaron la escena rockera argentina de los ochenta, quizá hacia delante, sonando más en futuro que en presente.
Luca escapó a la heroína pero no a lo demás del suicida mundo del rock and roll. Terminó muriendo de cirrosis demasiado temprano, con 34 años, cerca de la Navidad de 1987. Lo encontraron en su cama, esa donde solía asaltarlo el pensamiento permanente de la droga. Como a Lou Reed, con su convicción de no saber adónde ir, de estar a la deriva, pero sin que tampoco le importara.
Pettinatto apostó que, si el líder de la Velvet hubiera escuchado la versión de Sumo, la hubiese envidiado e incluso usado de reemplazo de la propia. Difícil pero no imposible. Nadie sabe qué es lo que hace buena a una canción, qué es lo que hace a una mejor que la otra. O sí, se sabe: la última verdad es de quien la escucha. No será la verdad de todos, pero es la propia.