El mundo de María, su mancha y la figura
María Chianalino es discípula del arte. Una vez enfiló para estudiar Abogacía hasta que se dio cuenta que el arte era su profesión y ahora a eso le sumó también la docencia. Esa hibridez es parte del camino de su vida y de su mundo tan particular como ella.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Del mundo de Gui y la forma de ver el arte hay que saltar a otro como en ese viejo truco del juego clásico de Mario Bros donde se podía elegir qué aventura seguir, esta vez le toca a María Chianalino docente y artista, única y diferente.
Cuando encara un trabajo a grandes rasgos el proceso empieza con una sesión de fotos, después que ya las tiene se toma su tiempo para analizarlas y elegir cuáles son las más interesantes, en este enfoque ella necesita que la imagen elegida "le diga algo que la inspire" para pasar la pintura y "saber en qué contexto la puede poner".
Esta artista especial empezó a inmiscuirse en el arte cuando era chica e iba a la casa - taller de Adoriz Bono y Esteban Oloco: "Sino me hubiera sentido cómoda con ellos en esa casa taller no hubiera querido saber nada probablemente, pero fue tan fuerte que elegí esa forma de vida".
Creció en una casa donde cuadros nunca faltaron sean de artistas locales o de Córdoba y desde pequeña tuvo una gran preferencia por las cosas manuales, sin embargo, no ostenta de sus cualidades: "No es que yo era muy virtuosa. Vos podés nacer con la habilidad, mucha o poca, pero se evoluciona con la práctica y el estudio. Me iba bien en plástica, pero no era la que sobresalía".
Cuando empezó a estudiar en la Facultad de Artes de la Universidad Nacional de Córdoba supo que "no todo sería color de rosa", había áreas en las que se sentía muy libre y otras de las que aprendió, aunque no fueran su preferencia. Ese trayecto, sumado al de la docencia le sirvió para abrir la mente y reconocerse como verdadera artista.
"Yo creo que hago una mezcla del realismo de la figura humana y la abstracción de los fondos. Necesito la mancha y salirme de la pintura o ejercicio que es copiar la foto".
- Si tuvieras que definirte como artista, ¿Cómo lo harías?
Yo creo que hago una mezcla del realismo de la figura humana y la abstracción de los fondos. Necesito la mancha y salirme de la pintura o ejercicio que es copiar la foto. Me gusta porque me abstrae la mente, pero también me gusta eso de probar, manchar con el acrílico. Definirlo con una etiqueta es medio difícil porque los estilos están mezclados. Creo que nadie crea nada de cero, uno tiene influencias de todo lo que viste y que consciente o inconscientemente te queda en la cabeza, no creo que haya algo mío como una invención, sino que es producto de lo que fui viendo y probando.
- ¿Cuál es tu primer recuerdo en la niñez donde sentiste que estabas en contacto con la pintura?
El arte siempre estuvo en mi vida porque a mis viejos les gusta y consumieron arte siempre. En mi casa hay cuadros de artistas de acá, algunos de Córdoba y conocían Adoriz Bono y Esteban Ollocco que son artistas de la ciudad y me mandaron a mí desde chiquita. Fui toda mi infancia a cerámica y hacía de todo, después en sexto año retomé cerámica y pintura con Esteban, pero con la idea que iba estudiar Abogacía. La pintura no se me ocurrió como carrera, empecé, pero no me encontraba y me planteé esto de ver el arte como profesión y trabajo, así me anoté en la Facultad de Artes.
- ¿Cómo encontraste en la carrera lo que te gustaba?
En la facu siempre nos hacían trabajar con la figura humana, desnudos. Cuando sos 'pendejo' no podés evitar reírte, pero en el primer año fue gracioso e incómodo. Esa fue la primera experiencia y en esas materias de pintura me sentía cómoda. En el último año se trabajaba con abstracción y es todo un desafío hacerlo, me gustó y trabajé con acrílicos, experimenté con la mancha y el color. En mi tesis me faltaba agregarle la figura.
- ¿Cómo llegaste a dar talleres de pintura?
Yo hice la licenciatura, después de recibirme no sabía si volverme o no y estudié el profesorado, además de trabajar en la galería donde hice la tesis. Estuvo bueno porque conocí gente copada, me gusta la conexión con las personas y lo disfrutaba mucho. Dar clase está bueno por eso... por las relaciones humanas. Menos mal que hice las materias del profesorado porque hoy me dedico a dar clases, además de pintar.