El mantenimiento de las veredas
En algunos casos, las deficiencias de las veredas llegan a extremos preocupantes. Eliminar todos y cada uno de estos obstáculos debería ser una tarea conjunta entre municipio y frentistas.
Una ciudad de veredas anchas y cómodas para transitar fue siempre una aspiración que San Francisco tuvo desde siempre, aunque no se proclame de modo cotidiano. El aspecto estético juega un rol importante en este aspecto. Pero, más aún, la conservación de las veredas es una cuestión de seguridad, puesto que muchos transeúntes se ven en figurillas para sortear obstáculos cuando las aceras no están en condiciones. Especialmente, ancianos, madres con hijos en brazos o en coches y, fundamentalmente, las personas que sufren alguna discapacidad motriz.
Es verdad que en tiempos recientes han existido numerosos intentos para mejorar la situación de las veredas, tanto en el centro como en los barrios. No obstante, los escollos asoman en varios puntos y generan circunstancias difíciles que hasta llegan a poner en riesgo la integridad física del peatón y que se transforman en un elemento perturbador que, por lo mismo, agrede la estética urbana.
En determinados casos, las deficiencias de las veredas llegan a extremos preocupantes. Por ello, algo hay que hacer para subsanar problemas derivados de la presencia de baldosas flojas, hundimientos o raíces de árboles que provocan desniveles no siempre perceptibles. También pueden observarse aceras que no terminaron de serarregladas luego del paso de una obra de infraestructura o directamente anuladas por algún trabajo de albañilería, la presencia de escombros o, especialmente cuando llega la época de lluvias, de yuyales que impiden el paso y se transforman en focos de inseguridad y de riesgo para la salud de las personas.
Eliminar todos y cada uno de estos obstáculos debería ser una tarea conjunta entre municipio y frentistas. El municipio, detectando los problemas que evidentemente existen, reparando los que se ubican en las veredas de dependencias oficiales o espacios públicos y, primero advirtiendo y luego intimando a los frentistas para que las pongan en condiciones y las cosas retornen a la normalidad. En esto, podrían darse varias alternativas, puesto que cada caso es distinto. Pero lo que no puede continuar es la pasiva inercia que impide la mejora de las veredas. Que es lo mismo que permitir un tránsito sin riesgo en todos los rincones de la ciudad.
Son claras las ordenanzas que prevén las características de las veredas y las responsabilidades de los frentistas, así como las de las empresas de servicio encargadas de algunas obras públicas. Por ello, es preciso que se encare un trabajo conjunto entre municipios, firmas contratistas y vecinos para que no se pierda aquella tan beneficiosa característica sanfrancisqueña, signada por veredas amplias y transitables sin mayores inconvenientes.