El jugador que fue mejor que Maradona
Es el 17 de abril de 1974. La selección argentina, hasta entonces eterna campeona moral incluso en campeonatos no jugados, se prepara para disputar el Mundial de Alemania.
Por Manuel Montali | La Voz de San Justo
Al equipo de Vladislao Cap le arman uno de esos amistosos típicos para despedirse con una goleada. La cita es en Rosario contra un rejunte de jugadores mitad de Newell's y mitad de Central. Nobleza obliga: hay algunos nombres de ese rejunte, que luego del fracaso rotundo de Alemania, cuando César Luis Menotti tome las riendas y proponga un plan federal para la selección, se volverán importantes, como el de Mario Alberto Kempes. Pero no nos adelantemos, porque en abril de 1974, el equipito que dirigen Carlos Timoteo Griguol y Juan Carlos Montes es apenas un rejunte del interior, en el que incluso figura como extra (para no romper la paridad entre canallas y leprosos) el nombre de un tal Tomás Felipe Carlovich, el 5 de Central Córdoba, de la Primera C. A ese muchacho, un flaco espigado, pelilargo y de bigotes como un manubrio, encima se dan el lujo de mandarlo de titular.
Los sparrings -a menos que se trate de una ficción como Rocky- siempre son para molerlos a golpes. Pero las crónicas de ese partido preparatorio hablan de papelón y baile... La selección que va a jugar un Mundial (René Houseman, Miguel Brindisi, Daniel Bertoni, Alberto Tarantini, Enrique Wolff, Aldo Poy, Roberto Telch...) está en un momento 3-0 abajo y apenas si va a decorar el marcador con el gol del "honor" (supuestamente pidiéndole a los rivales que "aflojen"). Las crónicas hablan también del gran protagonista de esa noche, del volante central del combinado rosarino, ese tal "Trinche", descendiente de yugoslavos y jugador del ascenso que se hará mito por su habilidad y desparpajo con la pelota, y por jugadas de rúbrica propia como el "doble caño".
Cuando el "Flaco" Menotti empiece a recorrer el camino desconocido de una selección un poco más seria (algo que nunca abunda en nuestra historia futbolera), no dudará en llamar a Carlovich para un entrenamiento. Pero el jugador nunca va a llegar porque prefiere irse a pescar. El derrotero y la historia del "Trinche" van a quedar marcados por ese desencuentro y por el condicional del jugador que "podría" haber sido.
En total, jugó unos cuatro o cinco partidos en primera entre Rosario Central (1969) y Colón (1977) y de casi todos se retiró lesionado. Toda su carrera fue un subibaja en el ascenso y ligas provinciales. Los que lo vieron dicen que, con un poco más de sacrificio (se cuenta que había que ir a buscarlo a la casa para entrenar), hubiera llegado muy lejos. El tema es que él prefirió mantenerse siempre cerca de su barrio.
Logró un campeonato y ascenso con Central Córdoba y en el recuerdo quedan otros partidos que lo ubican en una cima galáctica, como en 1979, cuando estuvo en Independiente Rivadavia de Mendoza y lo invitaron a reforzar a Andes Talleres de Godoy Cruz para un amistoso contra el Milan campeón de Italia, donde se lució con una asistencia para que ganaran 3-2.
Lo cierto es que no se conservan muchos registros del "Trinche" como jugador. Hay apenas un par de fotos en diarios, como del famoso partido contra la Selección, en la que se lo ve en segundo plano, y un enganche de zurda que sobrevivió gracias al cine, filmado en un partido entre Armenio y Central Córdoba que se usó para la película "Se acabó el Curro" (1983). Todos los demás son mitos, propios y ajenos. Mitos como que en un partido tuvo la pelota durante diez minutos consecutivos. O que tan difícil era robarle la bocha, que hasta se sentaba encima de ella cuando se cansaba. O que lo echaron en un juego y la reacción del estadio obligó al árbitro a anular su decisión.
Carlovich sigue viviendo en Rosario. Hay libros sobre él, con motes que van de "genio secreto" a "superdotado". Es un héroe de la historia oral. Menotti, José Pekerman, Marcelo Bielsa, Jorge Valdano, Daniel Pasarella y Ubaldo Fillol han elogiado su talento. Lo rodean miles de leyendas. Es un personaje digno de otro genio rosarino, Roberto Fontanarrosa, como el de ese cuento en el que a un muchacho lo sigue la pelota, mansa, al pie como un perrito. En su ciudad lo reconocen y le piden autógrafos. Él suele decir que no está a la altura de esa leyenda. Que a los rosarinos les gusta exagerar. O que puede ser, pero que no se acuerda.
Ante Garmaz era su admirador y una vez le regaló una corbata firmada por Diego Maradona. Al mismo Diego, cuando pisó Rosario para ponerse la 10 de Newell's, le preguntaron si él era el más grande de todos. Los periodistas esperaban alguna salida graciosa sobre la comparación clásica con Pelé. Pero Pelusa tiró una de sus típicas gambetas: "Me dijeron que un tal Carlovich jugaba mejor que yo".
Cuando le preguntan a él, al "Trinche", responde que su hermano jugaba mejor que él.