El escritor que tuvo una pesadilla
Hablamos de un hombre de ojos separados, que nació en Bélgica y que escribía como los dioses. No lo dice este periodista sino el mundo y hasta el propio Jorge Luis Borges ¿Quién es este hombre que a todos cautivó en su tiempo y en el nuestro?
Por Manuel Montali
Una noche, un escritor alto y de ojos separados soñó que recorría una casa. No, recorrer no es el verbo apropiado. Soñó que era desplazado de la casa. Una fuerza invisible lo empujaba.
Como en las películas de terror, esa presencia, malvada sin dudas, demoraba en mostrar su rostro. Pensemos en Depredador, en Alien, en La Cosa. El protagonista sentía el miedo a algo espantoso que está por suceder y construía barricadas inútiles, cerraba puertas y se escondía. Nada alcanzaba. Pensemos en Jack Nicholson rompiendo una puerta a hachazos en El Resplandor. La última puerta era la de la calle. Ahí, en ese momento, el escritor alto y de ojos separados se despertó.
Sin querer desprenderse de ese miedo, fue hacia la máquina de escribir y redactó un cuento. Empezaba así: "Nos gustaba la casa porque aparte de espaciosa y antigua...". Cambió algunas cosas, agregó otras. El protagonista no era uno ni era él, sino dos hermanos, varón y mujer.
Era 1946 en un país llamado Argentina. A otro escritor, Jorge Luis Borges, le gustó ese cuento y lo publicó en una de sus revistas. Le gustó quizá por esa "inminencia de una revelación" que a él también lo desvelaba.
El autor del cuento había nacido en Bélgica por obra de esos azares que le romperían el cráneo de por vida, junto a la metafísica, las rimas, los palíndromos, el jazz, los cronopios y la revolución latinoamericana. Hablaba con una "erre" arrastrada, rara, que nunca pudo terminar de escupir. Se sentía argentino de pura cepa. Pero era la segunda mitad de la década del cuarenta en ese país del sur y él decidió salir a buscar nuevos horizontes.
Por eso, la lectura de ese cuento cada vez más difundido (y quizá por contar con el visto bueno de Borges, coautor de ese neo matadero que es "La fiesta del monstruo") arrojó una primera interpretación: el terror, la presencia que tomaba la casa, era el peronismo, era ese aluvión de obreros refrescando los pies descalzos y sudados en las fuentes más cristalinas de la patria.
Al conocerse mejor la obra de este escritor -que además había traducido los cuentos completos de Edgar Allan Poe- se concibió una segunda interpretación, analizando las similitudes que su cuento tenía desde el título con "La caída de la casa Usher" del autor norteamericano, en la que también hay dos hermanitos que se quieren mucho y una vivienda que se viene a pique (cualquier parecido con los Lannister es pura coincidencia).
El jugo de gato y ratón entre perseguidores y perseguidos es una constante en toda la miscelánea del escritor alto y de ojos separados. Por empezar, claramente, desde el memorable relato semi biográfico de un tal Johnny Carter, un músico de jazz que tocaba como Charlie Parker. También están el brevísimo "Continuidad de los parques" y otras joyas más solapadas como el felino que acecha en "Bestiario" o el personaje de Abel en "El examen", una suerte de amante o amigo despechado que siempre está mirando desde lejos... hasta que decide acercarse. Hablamos de perseguidores que no saben que lo son, o que fueron perseguidos hasta el momento en que se vieron acorralados y decidieron mostrar los dientes. O de... bueno, lo que sea que gira en torno al controversialísimo "Anillo de Moebius".
El escritor argentino nacido en Bélgica y fallecido en Francia dijo haberse sorprendido cuando se enteró de la versión que vinculaba a su cuento con el peronismo, y que quizá fue allí cuando descubrió una cosa tan bella como la posibilidad de la múltiple lectura de un texto, con perspectivas e interpretaciones diferentes a las del autor. Y explicó que el origen de su cuento era la pesadilla ya relatada. Si su inconsciente había tejido o no símbolos con lo que él sentía en esos años sobre el peronismo, ya entraba en terreno de la psicología.
Él sólo había soñado con una presencia que lo desplazaba y que superaba cualquier puerta que se le pusiera en medio, cualquier barricada tan inservible como la que su personaje Oliveira luego le pondría en un manicomio al amigo Traveler, para evitar el encuentro inevitable después de besar a su pareja.
Para el escritor alto y de ojos separados que soñó con una casa tomada, ninguna interpretación se puede excluir, como ninguna puerta cerrada aguanta -en la literatura, en la vida- los hachazos de un otro que está y va a estar ahí por más que se lo niegue. La única negación posible es despertar, o abandonar la casa y tirar la llave a la alcantarilla, o subirse a un avión y poner un océano de por medio.