El Cosmos y las estrellas del primer Dream Team
En Estados Unidos se está gestando el mejor equipo de soccer de la historia, uno que va a reunir a las mayores estrellas de la época. Y quieren empezar a lo grande, buscando el tesoro nacional de Brasil, sobre el que pesa la prohibición de ser exportado.
Por Manuel Montali | LVSJ
Unos pibes de una favela de San Pablo, Brasil, pateaban una pelota descosida y soñaban con ir a Estados Unidos. Pero ni en la década del setenta ni en los ochenta ni nunca fue fácil para los sudamericanos pobres viajar a Estados Unidos. Los chicos estaban empecinados. Les gustaba el fútbol. Eran hinchas del Santos. Ese club, como tal, ya no existiría, porque era el fin de una época, y allá, en el norte, estaba ahora el tesoro nacional, el que no podía ser vendido pero que igual había armado las maletas. El ídolo había ido a parar a un equipo que, decían, sería mejor que el Brasil campeón del '70.
Todavía no se hablaba de Dream Team o Galácticos... Pero los mitos de los súper equipos siempre daban vueltas por el universo del deporte, dejando leyendas, amores y maldiciones a su paso.
Y si hablamos de poder y dinero, de estrellas y espectáculo, había que mirar a Estados Unidos. Allá, el fútbol, o soccer, se practicaba más o menos en consonancia con el resto del mundo desde que los ingleses habían ido trasladando pelotas en barcos o trenes.
En principio, eso de 22 tipos corriendo detrás de un balón, en partidos que podían terminar sin goles, no generaba mucho entusiasmo en el público que prefería el básquet, béisbol o fútbol americano. Sin embargo, después del Mundial de los inventores de ese deporte, en 1966, algo había cambiado. En la tierra del Tío Sam se había visto la potencia de un juego que era idioma universal.
Con el empuje de los bolsillos mojados de tiburones de más grandes compañías, en 1971 nació el New York Cosmos, para disputar una liga con equipos de su país y de Canadá. Y sus propietarios tenían un sueño: ir a buscar a Pelé.
Sabían del talento del jugador brasileño, tres veces campeón Mundial. Pero sabían algo más: su figura era capaz de parar una guerra, como había sucedido en Nigeria, durante una gira del Santos. Si la gente en África podía dejar las armas para verlo, ¿cómo no iban a lograr que cientos de miles de estadounidenses con estabilidad y dinero dejaran sus sillones para ir a un estadio a admirar a ese atleta?
Durante años bajaron ofertas hacia Brasil, que se amontonaban en los buzones con las que llegaban también desde los clubes de mayor prestigio mundial. Pero todas chocaban con el mismo inconveniente: el rey, el tesoro nacional, como si fuera un pedazo de carne, tenía prohibida su exportación. Hasta 1974, cuando decidió dejar el Santos, las interminables giras de rockstar y colgar los botines. Fin de fiesta.
Fue ese, el momento justo, en que bajó una nueva oferta desde Estados Unidos. El Cosmos volvía a la carga. Ya habían salido campeones, pero no llenaban ni el codo de un estadio. Lo querían a él, al único, para armar un equipo que fuera millones. Esta vez, ya sin cepo de por medio gracias a la intervención del gobierno estadounidense vía Henry Kissinger, e ilusionado con disfrutar de unos últimos años de tranquilidad (y fortuna) haciendo lo que más le gustaba, aceptó.
Con O'Rei, el público de soccer en Estados Unidos pasó, en 1975, de un puñado a cuatro o cinco decenas de miles. Y eso era solo el principio. Porque después de un año flojo, para 1976 el club sumó a Giorgio Chinaglia, uno de los cabecillas de otra escuadra mítica, "La Lazio de las pistolas". En 1977, para terminar de dibujar la constelación, llegó Franz Beckenbauer, el Káiser, además de Carlos Alberto, capitán del mítico Brasil campeón del '70. Con ellos, el Cosmos se coronó campeón de la liga de 1977.
Pelé se daba así su último gusto. En octubre de ese año se retiró definitivamente, en un partido ante más de 70 mil almas, en el que jugó un tiempo para el Cosmos y otro para el Santos. El Cosmos, el primer Dream Team, siguió cosechando títulos, superó en venta de entradas a los otros gigantes de Nueva York (Knicks y Yankees) y se dio el lujo de tener, para un par de amistosos (y hasta que fichó por otro equipo norteamericano), a Johan Cruyff. Luego, el club tuvo un rápido y abrupto final.
Para 1984, cuando algunos brasileños hinchas del Santos seguían jugando a la pelota en una favela y soñaban con viajar al norte, el Cosmos ya no existía. El Soccer, en Estados Unidos, volvió a desaparecer de las portadas de los diarios, al menos hasta el Mundial que organizaron en 1994. El Cosmos intentaría un segundo big bang desde 2013, con los internacionales españoles Marcos Senna y Raúl González como punta de lanza, pero el sueño se terminaría más rápido que el anterior.
El fin de la historia, de cualquier manera, ya había sucedido en 1974, cuando Pelé colgó su remera blanca del Santos y se terminó su romance con un club para toda la vida.
La historia se repite, dicen algunos, y asistimos a sus eternos retornos. Para ellos, Lionel Messi, dejando su Barcelona para ir a un Dream Team, es volver a ver la misma estrella, volando por el mismo cosmos.