El cantante que nunca supo que era famoso
Dos investigadores siguen la pista de un cantante norteamericano que nunca supo que era famoso en el hemisferio sur. Su leyenda termina en distintas hipótesis sobre una muerte fantástica. Pero la verdad va a superar al mito y cambiará numerosas vidas.
Manuel Montali | La Voz de San Justo
-¿Cómo murió Rodríguez?
Dos personas, un musicólogo y un fan sudafricanos, buscaban a un músico muerto en Estados Unidos.
Jesús Sixto Díaz Rodriguez, "Sugar Man", hijo de inmigrantes mexicanos, había grabado dos discos en Detroit: Cold Fact (1970) y Coming From Reality (1971).
Era un mito ya en esos años, como un neo flautista de Hamelin que aparecía a centellazos con su música. Se hablaba de que era un obrero de la construcción o un homeless que iba de refugio en refugio con su guitarra.
Detroit, en los setenta, era un lugar problemático, con calles pobres a la sombra de los edificios, calles que eran el hábitat natural de Rodríguez: las esquinas eran sus oficinas. Allí arregló contratos para grabar sus dos discos, con un puñado de canciones sensibles, tristes, comprometidas.
Uno de sus temas comienza así: "Porque perdí mi trabajo dos semanas antes de navidad". Fue la última canción que grabó para su segundo álbum, que salió al mercado en noviembre de 1971. Tenía todo para ser un éxito. Pero no lo fue. Sus productores nunca entendieron por qué. No vendió nada. Y dos semanas antes de navidad, la compañía discográfica lo echó.
Rodriguez veía más allá de sus gafas negras.
La historia siguió, pero en otro mundo.
Alguno de los cinco o seis discos que vendió viajó de casualidad desde Estados Unidos a un par de países perdidos en el hemisferio sur. Hay una leyenda de una chica norteamericana que fue a visitar a su novio en Sudáfrica y llevó con ella un casete de Rodríguez. Esa primera copia se fue pirateando, luego algún sello reprodujo el disco y sus canciones anti establishment se volvieron himnos de resistencia en la Sudáfrica aislada y de puertas cerradas por el Apartheid. Los intentos de censura hicieron que su figura se alzase como la de un Bob Marley misterioso, del que no se sabía más que lo que contaba en sus letras y al que apenas si se conocía por una foto difusa. Su música fue el soundtrack de los adolescentes de clase media blanca desde mediados de los setenta. Era escuchado a la par de los Beatles y Simon and Garfunkel. Sus palabras fueron balas. Su música, la influencia para muchas otras bandas.
En esos países generalmente olvidados por el norte, un cantante norteamericano que había caído en el mismo olvido, de repente, se hizo estrella. La fama lo sorprendió por primera vez entre finales de los setenta y principios de los ochenta, cuando enfrentó rumores incipientes de que había muerto realizando un par de giras por Australia. Luego volvió a desaparecer.
En Sudáfrica ya no había duda. El mito decía que, ante las bajas ventas y shows poco concurridos, Rodríguez había cantado su última canción sobre un escenario, había agradecido y se había pegado un disparo en la sien. O que se había tirado petróleo y prendido fuego. O que se había despedido con una sobredosis.
En algún momento, un musicólogo y un fan se propusieron encontrar respuesta a la pregunta con la que abrimos este texto. Intentaron seguir la pista del dinero, de las regalías, pero los caminos y las puertas se cerraban.
En los albores de Internet, en la segunda mitad de los noventa, comenzó una suerte de cacería online por Rodríguez, como difundiendo cajitas de leche digitales con su rostro. Llegaron al fin hasta Mike Theodore, co-productor de Cold Fact. Y lanzaron la pregunta:
-¿Cómo murió Rodríguez?
La respuesta superó cualquier leyenda:
-¿Cómo que murió? Rodríguez está vivo y viviendo en Detroit.
Para el musicólogo, esa contestación sorprendente cerraba su historia. Escribió un artículo, "Buscando a Jesús". La investigación, increíblemente, hizo el camino inverso al de la música, y llegó hasta Eva, hija de Rodríguez. Ella se puso en contacto con los investigadores. Y así nació otra historia.
Los hombres muertos no giran. Pero Rodríguez no estaba de acuerdo con su certificado de defunción. Se hicieron los arreglos necesarios. En marzo de 1998, en Sudáfrica, Rodríguez demostró en vivo que estaba vivo. Este Elvis estaba vivo. No había triunfado con la música, era un working class hero, un obrero de la construcción involucrado con el activismo local. Pero la gente de clase baja también podía soñar en grande. El hombre al que en su país, en su ciudad, en su barrio, no escuchaba nadie, ahora tocaba para auditorios repletos. "American zero, South African hero" (Cero en América, héroe en Sudáfrica), fue uno de los titulares sobre este Jesús que había vuelto de a muerte y disputaba popularidad con su homónimo bíblico al mejor estilo Lennon.
Malik Bendjelloul oyó esta historia en un viaje por Sudáfrica. Estuvo tres años casi sin cobrar un centavo para hacer el documental "Searching for Sugar Man". En 2012 ganó un Oscar. Hasta entonces Rodríguez seguía siendo anónimo en Estados Unidos. Su historia les cambió la vida a muchas personas. Como a una de sus hijas, que formó pareja en Sudáfrica y tuvo un niño allí. Quizá a único que no le cambió la vida fue a Rodríguez. Él volvió a la realidad, a su vida modesta en Detroit. Sigue viviendo en la misma casa. Volvió a tocar algunas veces más a Sudáfrica. Y regala casi todo el dinero que obtiene.