El alcohol, clave en el descontrol
El alcohol, clave en el descontrol
El problema
del alcohol mantiene la condición de preocupante. Es otra pandemia que debe ser
atacada. Porque el consumo abusivo de bebidas alcohólicas -entre los jóvenes
pero también por los mayores- se ha transformado en un flagelo. Un problema que
es clave para entender el descontrol que se vive y que será difícil erradicar.
El problema
del alcohol mantiene la condición de preocupante. Es otra pandemia que debe ser
atacada. Porque el consumo abusivo de bebidas alcohólicas -entre los jóvenes
pero también por los mayores- se ha transformado en un flagelo. Un problema que
es clave para entender el descontrol que se vive y que será difícil erradicar.
En un
informe que apareció en la primera edición del año 2021 de este diario,
personal del Hospital J. B. Iturraspe se quejó amargamente por el "mal
comportamiento" social en los festejos de año nuevo. El reclamo tenía que ver
con que en medio de la pandemia y con una cantidad preocupante de casos graves
que se están atendiendo en el nosocomio provincial, los equipos de salud debieron
salir a atender a gente alcoholizada que sufrió, en algunos casos, accidentes.
"Hubo
mal comportamiento social tanto de adolescentes como de gente más grande
-remarcó la doctora-, en un momento en que podríamos pensar que tendrían más
cuidados después de todo lo terrible que vimos y pasamos con la pandemia, pero
nos dimos cuenta que no fue así. Se relajaron bastante y pareciera que se
olvidaron del Covid", se señaló.
Al mismo
tiempo, los controles de alcoholemia en la región también detectaron la presencia
de conductores de vehículos en estado de ebriedad. El informe de la Policía
Caminera da cuenta de que al menos tres automovilistas y dos motociclistas
fueron detectados conduciendo con una importante cantidad de alcohol en sangre.
Los conductores fueron controlados uno sobre la ruta provincial 13 a altura de
Las Varillas y el resto en la intersección de las rutas nacionales 19 y 158 y
la provincial 1. Dos de los cuatro conductores detectados con alcohol en sangre
superaron el límite de los alcoholímetros que es de tres gramos de alcohol en
sangre, recordando que en la provincia de Córdoba la tolerancia de alcohol en
sangre es cero. Los controles se realizaron en las primeras y últimas horas del
viernes 1 de enero.
Lo relatado
es un síntoma del deterioro social y cultural que se vive en nuestras
comunidades. Y es una señal de que las cosas no van en la dirección correcta
cuando se analiza el comportamiento y las conductas sociales. Entonces, la
acción del Estado, con el apoyo de entidades intermedias y otros ámbitos de la
sociedad, debe conducirse por el camino de la educación a mediano y largo plazo
y del control efectivo en el corto plazo.
Sobre esto
último, en tiempos en los que la salud pública libra una batalla sin cuartel
contra el virus, no puede relajarse, mucho menos abandonarse, la necesidad de
que existan puestos de control de alcoholemia permanentes, tanto en las rutas
como en las principales avenidas y calles de los distintos pueblos y ciudades.
La vigilancia en este tema no puede ser esporádica. Porque la experiencia
deviene en trágicas las consecuencias del accidente que, lógico es suponer,
puede producirse si una persona conduce alcoholizada. Es decir, los controles
de alcoholemia no son una imposición caprichosa, ni deben serlo. Son estrategias
preventivas que sirven para acompañar con eficacia las políticas en materia de
tránsito y salud pública.
Por otro
lado, de la mano del relajamiento de las medidas preventivas frente al
coronavirus, el problema del alcohol mantiene la condición de preocupante. Es
otra pandemia que debe ser atacada. Porque el consumo abusivo de bebidas
alcohólicas -entre los jóvenes pero también por los mayores- se ha transformado
en un flagelo. Un problema que es clave para entender el descontrol que se vive
y que será difícil erradicar. Mucho menos si las estrategias son espasmódicas o
no tienen regularidad en el tiempo.
En un
informe que apareció en la primera edición del año 2021 de este diario,
personal del Hospital J. B. Iturraspe se quejó amargamente por el "mal
comportamiento" social en los festejos de año nuevo. El reclamo tenía que ver
con que en medio de la pandemia y con una cantidad preocupante de casos graves
que se están atendiendo en el nosocomio provincial, los equipos de salud debieron
salir a atender a gente alcoholizada que sufrió, en algunos casos, accidentes.
"Hubo
mal comportamiento social tanto de adolescentes como de gente más grande
-remarcó la doctora-, en un momento en que podríamos pensar que tendrían más
cuidados después de todo lo terrible que vimos y pasamos con la pandemia, pero
nos dimos cuenta que no fue así. Se relajaron bastante y pareciera que se
olvidaron del Covid", se señaló.
Al mismo
tiempo, los controles de alcoholemia en la región también detectaron la presencia
de conductores de vehículos en estado de ebriedad. El informe de la Policía
Caminera da cuenta de que al menos tres automovilistas y dos motociclistas
fueron detectados conduciendo con una importante cantidad de alcohol en sangre.
Los conductores fueron controlados uno sobre la ruta provincial 13 a altura de
Las Varillas y el resto en la intersección de las rutas nacionales 19 y 158 y
la provincial 1. Dos de los cuatro conductores detectados con alcohol en sangre
superaron el límite de los alcoholímetros que es de tres gramos de alcohol en
sangre, recordando que en la provincia de Córdoba la tolerancia de alcohol en
sangre es cero. Los controles se realizaron en las primeras y últimas horas del
viernes 1 de enero.
Lo relatado
es un síntoma del deterioro social y cultural que se vive en nuestras
comunidades. Y es una señal de que las cosas no van en la dirección correcta
cuando se analiza el comportamiento y las conductas sociales. Entonces, la
acción del Estado, con el apoyo de entidades intermedias y otros ámbitos de la
sociedad, debe conducirse por el camino de la educación a mediano y largo plazo
y del control efectivo en el corto plazo.
Sobre esto
último, en tiempos en los que la salud pública libra una batalla sin cuartel
contra el virus, no puede relajarse, mucho menos abandonarse, la necesidad de
que existan puestos de control de alcoholemia permanentes, tanto en las rutas
como en las principales avenidas y calles de los distintos pueblos y ciudades.
La vigilancia en este tema no puede ser esporádica. Porque la experiencia
deviene en trágicas las consecuencias del accidente que, lógico es suponer,
puede producirse si una persona conduce alcoholizada. Es decir, los controles
de alcoholemia no son una imposición caprichosa, ni deben serlo. Son estrategias
preventivas que sirven para acompañar con eficacia las políticas en materia de
tránsito y salud pública.
Por otro
lado, de la mano del relajamiento de las medidas preventivas frente al
coronavirus, el problema del alcohol mantiene la condición de preocupante. Es
otra pandemia que debe ser atacada. Porque el consumo abusivo de bebidas
alcohólicas -entre los jóvenes pero también por los mayores- se ha transformado
en un flagelo. Un problema que es clave para entender el descontrol que se vive
y que será difícil erradicar. Mucho menos si las estrategias son espasmódicas o
no tienen regularidad en el tiempo.