Educación, tema casi inexistente en la campaña
Es uno más de los graves errores que comete la dirigencia política argentina. Es un tema central para el porvenir de nuestra sociedad. Sin embargo, el debate pasa por otras temáticas. Algunas relevantes y urgentes. Otras, tan nimias como insulsas.
La identidad argentina se construyó alrededor de la escuela. Esta afirmación alude a aquel sistema educativo que permitió la integración de la gran masa de inmigrantes y la generación del sentido de pertenencia a una Patria común, en la que la imagen del guardapolvo blanco constituyó todo un símbolo de inclusión social. Que tuvo, por cierto, desajustes, en especial en la escuela secundaria, pero que fue reconocido como ejemplar en todo el mundo.
El deterioro social, económico, político y cultural de la Argentina de las últimas décadas arrasó con aquel sistema que pretendía ser imitado en otras geografías. La institución escolar cayó al mismo barranco que las esperanzas de gran parte de la población, hoy sumida en el desconcierto por la inflación creciente y la inseguridad galopante, entre otros temas demasiado afligentes y urgentes. Quizás esta realidad angustiante determine que, en esta campaña electoral para las legislativas del 14 de noviembre, el tema de la educación prácticamente no se discuta.
Es uno más de los graves errores que comete la dirigencia política argentina. Es un tema central para el porvenir de nuestra sociedad. Porque en la era del conocimiento, por momentos ni siquiera se consiguen objetivos relacionados con la inclusión social que otrora la escuela garantizó. La pandemia acentuó el drama educativo hasta niveles que todavía no conocemos en profundidad. Y, en tanto, este asunto de capital trascendencia no asoma en los discursos proselitistas con la fuerza que debería hacerlo.
Solo hay esporádicas alusiones. La mayoría generadas por videos que trascienden las paredes del aula o por expresiones de algún joven perspicaz que toma nota de los intentos de adoctrinamiento y manipulación. El discurso político en el tema educativo provee frases tan generales que no permiten atisbar qué se pretende en materia educativa, si es que se pretende algo. ¿Hablan los candidatos de la realidad de las escuelas? ¿Tienen idea de lo que sucede en las aulas? ¿Diseñan alguna estrategia para recuperar a los chicos que dejaron de cursar por la extensa cuarentena? ¿Imaginan acciones para recuperar la normalidad pedagógica? ¿Plantean cómo se conseguirán los fondos para salvar las debilidades del sistema, tanto en materia de salarios docentes como de infraestructura y de recursos tecnológicos y didácticos? ¿Están convencidos de que la evaluación de los aprendizajes y del modo cómo se enseña es un punto de partida central porque sin diagnósticos precisos se hace difícil enfrentar el problema? ¿Dejarán algún día de intentar que la ideología predomine en las aulas y hasta minimice el trabajo docente? ¿Saben los candidatos que la escuela después de la pandemia ya no puede volver a ser la misma que existía en 2019?
Muchas preguntas más pueden hacerse sobre temas también centrales como la relación familia - escuela, la democratización de la información y las modificaciones que deberían hacerse en los diseños curriculares, la implementación de la tecnología, la convivencia y la aplicación de herramientas tecnológicas que hasta incluso podrían cambiar la periodización de los contenidos y los requisitos de asistencia a clases.
Sin embargo, el debate pasa por otras temáticas. Algunas relevantes y urgentes. Otras, tan nimias como insulsas. La educación, salvo algunas voces aisladas y determinados espacios que propugnarían la declaración de una emergencia educativa, ni siquiera es convidada de piedra en esta campaña electoral.