Desconcertante elogio a China
Se califica de exitoso a un capitalismo que ha crecido gracias a la mano de obra barata. Un sistema que aprovecha la tecnología de avanzada, pero que en su esencia no reconoce casi ningún derecho laboral, se basa en una vasta red de favores, que privilegia a algunos grupos y que, para garantizarse la "lealtad", mantiene métodos de coacción que se usaban hace siglos.
La vicepresidenta de la Nación recibió una distinción en una universidad chaqueña y pronunció un discurso que tuvo muchísima repercusión, a la luz de la complicada situación política que se desprende de las disputas internas entre las distintas facciones que componen la coalición gobernante.
Sus palabras fueron eje de repercusiones de todo tipo. Era esperable que así sucediera, en virtud de que la tensión política actual afecta el desarrollo de la vida de todos los argentinos. Además, porque nunca pasan inadvertidas sus expresiones públicas, lo mismo que sus silencios. En los dos casos, la vicepresidenta aprovecha para mantener ese hálito de prestidigitadora de la vida política nacional, aun cuando estas supuestas dotes solo sirvan para excitar a quienes han sido fagocitados por el fanatismo.
Varios fueron los aspectos de la última disertación de la, por dos veces, ex presidenta de la Nación. El ninguneo a quien hoy ejerce la primera magistratura del país, elegido a dedo por ella misma, fue evidente. También su flamante entusiasmo por el significado de las palabras y los hechos, matizados por sus propios intereses generadores de un relato característico.
En ese marco, sonó como desconcertante su abierto elogió para con el actual sistema productivo de China. Dijo la vicepresidenta que "el capitalismo, si yo dijera en términos de eficiencia, de un sistema capitalista para incluir trabajadores, para incluir al sistema de producción capitalista, diría que hoy el más exitoso es el de China. En 70 años no se registra en la historia del capitalismo mundial alguien que haya incorporado la cantidad de hombres y mujeres a un proceso de producción capitalista de bienes y servicios de la entidad que ha llevado China adelante".
La alabanza hacia el sistema chino esconde, aunque no sea en forma deliberada, una mirada que es permeable a la admisión del autoritarismo. Porque en China rige una versión de capitalismo que, quizás desde los números, pueda afirmarse que ha tenido resultados positivos. Pero es un capitalismo de partido único que no constituye una filosofía política o una teoría económica. Es, nada menos, un mecanismo para mantener el poder y tener presencia internacional y posicionarse geopolíticamente. Un sistema que se apoya en tecnócratas y autócratas. Un capitalismo amiguista, corrupto, que no busca la igualdad que proclama y que explota a cientos de millones de personas a una existencia deplorable.
Apelando a la misma estratagema de apelar al significado de las palabras, desconcertante es algo que provoca confusión. Porque fue expresado por quien lidera un movimiento político que, desde su fundación, se autoerige como la defensora de los derechos de los trabajadores. El desconcierto se hace presente cuando se califica de exitoso a un capitalismo que ha crecido gracias a la mano de obra barata. Un sistema que aprovecha la tecnología de avanzada, pero que en su esencia no reconoce casi ningún derecho laboral, se basa en una vasta red de favores, que privilegia a algunos grupos y que, para garantizarse la "lealtad", mantiene métodos de coacción que se usaban hace siglos.