Deporte, negocio y pandemia
Mientras extrañan el desarrollo de las competencias, los aficionados al fútbol observan con sorpresa que los dirigentes apelen a las mismas recetas para mantener sus privilegios y las tiñen de floreados discursos señalando que esas medidas son las ideales para enfrentar la realidad deportiva profesional luego de la pandemia.
Mientras el mundo observa con atención el avance de las medidas sanitarias para contener la pandemia del Covid 19, todos los ámbitos de la vida social proyectan el futuro cercano y prevén la aparición de una nueva "normalidad". Los comentarios sobre lo que ocurrirá en los meses que vendrán son variados y multifacéticos. Sin embargo, se coincide que será una realidad distinta a la que estábamos acostumbrados a vivir.
Lo cierto es que la crisis del Coronavirus ha determinado que el deporte mundial también sufra las consecuencias. Los principales eventos se han postergado o clausurado. Los Juegos Olímpicos de Tokio son el ejemplo más contundente. La máxima competición internacional se llevará a cabo el año próximo, según se anunció. Este solo ejemplo da cuenta de las dificultades que el deporte tiene para retornar. Y también obligaría a los dirigentes a encontrar soluciones novedosas que respeten todas las nuevas situaciones que se presentarán como exigencias luego de la pandemia.
En este marco, la crisis general también ha afectado al deporte nacional. Mientras los clubes más pequeños en todo el país procuran sobrevivir como pueden y reciben algún escaso aporte del Estado que solo ayuda a enfrentar gastos menores, las disciplinas profesionales también bregan por el retorno de las competencias.
El fútbol, esa pasión argentina pero también mundial, también está atravesando el portal hacia una nueva escena aún no configurada. Pero esto no quita que los dislates dirigenciales estén a la orden del día. La liga argentina, por ejemplo, anunció que se suprimieron los descensos y que volverá a incrementarse el número de equipos en primera división, algo que ocurrió años atrás con efectos negativos, tanto en lo deportivo como en lo comercial. Claro que los dirigentes del fútbol nacional no son los únicos que encuentran soluciones desgastadas y ya validadas como erróneas. No hay dudas de que prima el negocio por sobre el deporte. El equilibrio entre ambos conceptos, tan fino como inestable, parece ser cosa del pasado.
En verdad, es posible que haya llegado el momento en que el fútbol profesional de todo el mundo reconsidere su modelo de negocios. Esquemas desatinados que han generado salarios descabellados, aumento constante de los derechos de televisión, transferencias de jugadores a montos exorbitantes y agentes intermediarios que se mueven como grandes banqueros. A todo esto se suman muchos dirigentes que tejen redes de corrupción fenomenales.
La introspección que el aislamiento exige también tiene que llegar a este ambiente del fútbol híper profesional, desde hace tiempo generador de sospechas, muchas de las cuales terminaron conformando verdaderos escándalos judiciales tanto en el país como en el resto del planeta. El problema es que los líderes de las distintas asociaciones no parecen haber comprendido la irrupción de esta nueva realidad. Así, mientras extrañan el desarrollo de las competencias, los aficionados al fútbol observan con sorpresa que los dirigentes apelen a las mismas recetas para mantener sus privilegios y las tiñen de floreados discursos señalando que esas medidas son las ideales para enfrentar la realidad deportiva profesional luego de la pandemia.