Delito, puerta giratoria y drama sociocultural
Posiblemente estemos frente a una manifestación del mayor fracaso de la política y de la sociedad argentina de este tiempo: no haber podido encauzar el drama de una generación entera de personas jóvenes que no tienen horizontes, que no estudian, no trabajan y en catarata son arrastrados a la droga.
La crónica policial dio cuenta de que un par de sujetos abordaron a un motociclista en las inmediaciones de la planta de gas de Frontera y, con un arma de juguete, lo amenazaron y le sustrajeron su vehículo. La víctima opuso alguna resistencia y fue golpeado por los malvivientes. Uno de ellos fue detenido por la policía, mientras que el otro sigue siendo buscado.
El relato es uno más de las decenas de episodios que deben padecer los ciudadanos honestos de San Francisco y Frontera. Pero agrega un dato que estremece y cuyas derivaciones obligan a una profunda reflexión. El joven detenido por el asalto es el mismo que fue hallado responsable del crimen de Rolando Margaría, empleado de Epec, en 2015. En esa ocasión, este sujeto era menor de edad. Pero llegó al juicio siendo mayor y solo recibió una medida tutelar por un año. En medio del juicio había cometido un asalto a una panadería. Y en todos los casos salió en libertad rápidamente. La puerta giratoria judicial se mostró bien aceitada en este asunto.
En las últimas horas, otro elemento se sumó al caso. El propio joven, quien anteriormente en su cuenta de una red social se había ufanado de haber quedado libre pese a haber participado del asesinato de una persona, reclamó auxilio porque -según afirma- no puede salir de sus adicciones. Expresó que no quiere seguir viviendo, pidió perdón a las familias de sus víctimas y clamó por ayuda.
De acuerdo a la visión que se tenga del problema, se puede interpretar como sincera o no ese pedido de socorro, pero lo cierto es que deja al descubierto la magnitud del drama sociocultural que vivimos los argentinos. Posiblemente estemos frente a una manifestación del mayor fracaso de la política y de la sociedad argentina de este tiempo: no haber podido encauzar el drama de una generación entera de personas jóvenes que no tienen horizontes, que no estudian, no trabajan y en catarata son arrastrados a la droga. De allí al delito, un paso. Y desde este lugar a la impunidad, otro; debido a las falencias del sistema judicial.
El deterioro social tiene raíces no solo económicas. Es un fenómeno complejo que derivó en la generación de bolsones de marginalidad cultural, destrozó las aspiraciones de movilidad ascendente de vastos sectores y fue aprovechado por inescrupulosos grupos políticos para crear ciudadanos incapaces de progresar -ni siquiera de subsistir- sin la prebenda de un Estado clientelista y aprovechador.
Violencia, delito, inseguridad, impunidad, Justicia inoperante, falta de educación, marginalidad, pobreza, drogas, narcotráfico, sistema penitenciario que no cumple con sus propósitos, redes sociales en las que se destroza la dignidad y se expone la intimidad más cruda de las personas. La enumeración puede continuar. El caso del joven que participó de un crimen, recibió una levísima pena judicial, siguió delinquiendo y pidió ayuda con un texto desesperado configura una síntesis perfecta de la debacle que supimos conseguir.