De plazas que son escuelas y espacios que albergaron canchas
No siempre existió la plaza Vélez Sarsfield, mucho menos la escuela Bouchard. Antes de todo eso la ciudad tenía destinados estos espacios a otros fines. Cada uno con sus secretos siguen vigentes como un guiño al pasado que no se va.
Por Ivana Acosta y Leandro Gottardi
La Escuela Bouchard esconde
un secreto. No lo es tanto en verdad pero es cuestión de no ir tan apurado en
el día a día y encontrar el pequeño hallazgo. La institución no siempre estuvo
ahí, eso todo el mundo lo sabe pero lo que quizás se desconoce es que antes de
eso hubo y hay, porque aún existe, una plaza.
No. No es la de al lado que luce juegos y colores alrededor. En realidad antes de eso, de que "las 200" existieran y de que el perímetro urbano se extendiera hasta allá primero hubo un cortadero de ladrillos y después una plazoleta. Una pequeña que rinde honores a Hipólito Bouchard y que sobrevive ahora dentro de los límites del colegio del barrio homónimo.
Sucede que las transformaciones se producen en el día a día, a pequeña y gran escala. Una casa que se reconstruye, la fachada que se retoma y utiliza para recordar un hito histórico son parte del contexto. Y qué decir si un silo que tiene más de 100 años y existe en el mismo centro donde una Tecnoteca moderna e imponente se está terminando de construir.
Conforme más las personas se dirigen a la periferia más hechos de este tipo se encuentran, solo que a veces son ignorados o pasan por alto. Yendo hacia el norte de la ciudad, encontramos una plaza gigante - la Vélez Sarsfield - dividida en dos grandes espacios verdes que tienen su propia identidad y mística propia.
Sin embargo, no siempre existió ese espacio verde. Antes, mucho antes la ciudad tenía a dos clubes "rivales" enemistados en esos terrenos y con la división inclusive hoy sobreviven divididos por Av. Rosario de Santa Fe. Aunque no lo crean, esa división también tiene sus secretos.
La plaza que fue escuela
El 17 de agosto de 1964 se inauguró el edificio de la Escuela Hipólito Bouchard en el barrio que también lleva ese nombre. En aquel momento todo fue motivo de fiesta y satisfacción por ver concretado años de trabajo para que el colegio tuviera un espacio propio y reafirmara su identidad.
Eran tiempos turbulentos para la vida económica y política del país, pero acá en el recóndito San Francisco esta escuela tenía ya 21 años en funcionamiento y paso a paso se hizo su propia "casa".
El 1 de julio de 1943 con poco más de 60 alumnos comenzó a funcionar esta escuela en una casa alquilada de calle López y Planes y General Paz. Luego, 21 años después se mudó a barrio Bouchard sobre calle Enrique J. Carrá 1800 en el límite con San Martín.
Con la "mayoría de edad", lograron inaugurar el edificio propio. Lejos en la periferia en un sector que en aquel momento ni se imaginaba que hoy dejara de ser uno de los últimos y se siguiera ampliando el ejido urbano.
El terreno donde funciona actualmente la escuela estaba dividido en dos podría decirse. En un principio el edificio se construyó gracias a la donación del señor Jorge Alita quien decidió que la propiedad fuera el lugar definitivo para el edificio de una escuela que crecía como lo hizo después el barrio.
Los primeros tiempos tuvieron que ajustarse un poco entre todos. Con los ciclos lectivos se fueron agregando grados y el perímetro debió ampliarse. Los chicos jugaban en la plazoleta que tenían apenas a unos metros dentro de la misma manzana.
El mástil se mantiene junto con la placa que indica que existe todavía la plazoleta donde los primeros años allá por la década del ’60 los chicos usaban para jugar. (Foto: Manuel Ruiz)
Ni siquiera tenían que cruzar la calle porque ahí donde ahora está el mástil sobrevive todavía la placa de la plazoleta "Hipólito Bouchard" colocada en septiembre de 1966 por el municipio en su homenaje.
Tan fuerte fue el ligamento entre la institución y la plaza que dejaron de compartir el nombre para fusionarse en la historia. El municipio tomó nota de ello y terminó donando el terreno. De esta forma el colegio "abrazó" a la plazoleta y la mantiene viva entre sus muros.
De campos de deportes, a la plaza más grande de la ciudad
La Plaza Vélez Sarsfield es en la actualidad uno de los pulmones más importantes de la ciudad y la más grande en tamaño. De hecho, hoy se divide -como hace más de 80 años- en dos partes: la este y oeste, cada una de ellas ocupando un total de dos manzanas.
Allí, hasta 1937, se erigieron los campos deportivos -denominados así porque en ambos clubes se practicaban múltiples disciplinas deportivas- de Tiro y Gimnasia y Sportivo Belgrano, quienes se habían instalado en el lugar mediante un permiso precario otorgado por el municipio a finales de la década del 10'.
Por entonces, la fuerte rivalidad existente entre ambas instituciones paralizaba a San Francisco en cada enfrentamiento futbolístico. Para la actualidad, pensar que dos acérrimos rivales tenían sus predios divididos solo por un alambrado sería imposible, aunque así fue por entonces.
El crecimiento geográfico de la ciudad, cuya expansión comenzó a evidenciarse hacia el norte -donde el 9 de septiembre de 1935 se incorporó al barrio Alberione al radio urbano- fue el origen de una formulación política que a finales de 1936 comenzó correr de la "zona céntrica" a los clubes más populares de ese entonces.
De ayer y hoy. Los campos de deportes de Sportivo Belgrano (der.) y Tiro y Gimnasia (izq.) antes de 1937. (Foto: Archivo Gráfico y Museo). Y la Plaza Vélez Sarsfield en la actualidad. (Foto: Emiliano Lavezzini).
"Embellecer" la ciudad
En la sesión del Concejo Deliberante del 14 de diciembre de 1936, el concejal demócrata Enrique Venturuzzi presentó un proyecto de ordenanza "destinado al embellecimiento de la ciudad", según consta en las páginas de la época deLA VOZ DE SAN JUSTO.
La iniciativa establecía la apertura de la avenida Dante Alighieri -hoy Av. Libertador Norte- cortando las canchas de fútbol de ambos equipos, que llevaban casi 20 años radicados allí.
Para su ejecución, la ordenanza pretendía cancelar los "permisos precarios de ocupación de Tiro y Gimnasia y Sportivo Belgrano en los terrenos de Plaza Vélez Sarsfield, comprendidos entre las calles Independencia y Mirabeau -hoy J.J. Paso- de esta ciudad, otorgándoles noventa días de plazo para que retiren sus instalaciones en la parte que impiden la apertura de la avenida Dante Alighieri", según fue publicado en este diario.
Y claro, el objetivo era unir barrio Alberione con el resto de la ciudad.
Catorce días más tarde, el 28 de diciembre, se aprobó la ordenanza, aunque con una variable: la apertura también, sobre ambos campos de deportes, del Bv. Roca.
En síntesis, se cancelaron los permisos precarios de ocupación, se otorgó un plazo máximo de 90 días para retirar las instalaciones en el sector que impedía la apertura de la arteria y además fue fijado un plazo de 18 meses, desde ese mismo día, para abrir el Bv. Roca sobre la Plaza Vélez Sarsfield, algo que nunca ocurrió.
Igualmente, un hecho dramático aceleró el final de ambos clubes en esa ubicación. El 14 de febrero de 1937, un incendio originado en la tribuna de madera del estadio de Sportivo, acabó con gran parte de sus instalaciones. Nunca se supo qué originó el fuego pero, tras este episodio, desde el Concejo Deliberante avanzaron con una ordenanza que obligó a ambas instituciones a desalojar sus predios y buscar nuevos horizontes.
Luego de un tiempo prudente para que pudieran retirar sus pertenencias, el 27 de mayo de 1938, se iniciaron las demoliciones de las instalaciones.
"Numerosos obreros municipales trabajan en la demolición de las instalaciones de los clubes, cuyos terrenos, como se sabe, serán destinados a la nueva plaza cuya construcción ha dispuesto la comuna. Una vez terminados estos, se dará comienzo de inmediato a las obras de la nueva plaza, la cual ha de constituirse en un extraordinario factor de embellecimiento para el populoso barrio del norte de la ciudad", publicó ese día el diario.
Poco tiempo después, la Vélez Sarsfield se transformó en una plaza. Desde entonces, las congregaciones de familias y jóvenes en uno de los sectores más concurridos de la ciudad ya no transcurrieron en clubes sino en el pulmón de la ciudad.