Cultivar el amor y la compasión en un mundo difícil
En el Día Internacional para la Tolerancia, la licenciada en Psicología. María Emilia Gobbo, analizó el "momento de violencia inusitada" que atraviesa nuestra sociedad. Aseguró que ser una persona compasiva significa ser consciente del sufrimiento propio y de los demás.
Por María Emilia Gobbo (*)
El mundo en general y nuestra sociedad en particular se encuentra atravesando un momento de violencia inusitada. En el Día Internacional para la Tolerancia, que se conmemora cada 16 de noviembre, ponemos una lupa en los mecanismos de violencia, es posible encontrar que detrás de toda conducta agresiva siempre hay una cuota de dolor o sufrimiento.
La ira es una emoción universal, que al igual que todas las emociones humanas cumple una función adaptativa, en este caso la función de la ira es remover los obstáculos que nos impiden conseguir objetivos que son relevantes para nuestra vida. Puede aparecer también cuando sentimos que se nos trata de manera injusta, que nos faltan el respeto o bien cuando alguien lo hace con alguna persona querida o importante. Cuando sentimos ira, nuestra mente intenta decirnos que hay que cambiar o eliminar algo que nos está bloqueando. Es una emoción difícil ya que puede ser fuente de sufrimiento y generar dificultades en el vínculo con otras personas y con nosotros mismos.
Existen dos alternativas ante la presencia de esta emoción, expresarla o reprimirla. Ambas tienen sus consecuencias. Cuando se expresa la ira se produce un alivio momentáneo y se refuerza este mecanismo, aumentando la probabilidad de que esta conducta se siga repitiendo. Expresarla también supone generar algún conflicto interpersonal. Por otra parte, al reprimirla o suprimirla acumulamos enojo y se puede manifestar a través de somatizaciones en el cuerpo.
En una sociedad donde la expresión de la ira parece naturalizarse, considero fundamental aprender a establecer una relación sabia con esta emoción y volver a conectar con el amor, la contracara de la violencia y la agresividad.
Una herramienta muy poderosa para afrontar emociones y situaciones difíciles es el cultivo del amor, la amabilidad y la compasión. Se supone que esto debe ser transmitido desde las familias y las escuelas, pero no siempre es así.
Ser una persona compasiva significa ser consciente del sufrimiento propio y de los demás y también generar acciones para prevenir y aliviar ese sufrimiento. La compasión no es solamente empatía, es empatía en acción. Implica también conectar con el deseo de felicidad no solo para uno mismo, sino también para otras personas, en psicología esto se denomina alegría empática, que es alegrarse por los logros y la felicidad de otras personas.
Ser una persona compasiva no necesariamente significa generar un gesto grande hacia otra persona, tiene que ver con pequeños actos cotidianos de amabilidad y bondad. Cada pequeño gesto, cada palabra e incluso nuestra postura corporal puede generar un gran impacto en otras personas.
Si miramos hacia atrás y hacemos el ejercicio de pensar en una persona que haya sido compasiva en nuestra infancia, seguramente aparezcan recuerdos de gestos de cuidado; como una maestra paciente que entendía los propios procesos de aprendizaje, una persona significativa que acerca un vaso de agua o un pañuelo en un momento difícil, el abrazo sincero de algún ser querido. No es necesario hacer algo muy algo grande para ser una persona compasiva.
Se suele asociar la compasión con debilidad, pero eso es una idea errónea ya que compasión implica sabiduría y fortaleza interior. Sabiduría para no juzgar a otras personas y a nosotros mismos y fortaleza interior para establecer límites sanos cuando lo sentimos necesario, sin necesidad de herir a otra persona.
La humanidad es por naturaleza diversa. Ser un ser humano implica tener pensamientos, ideologías, géneros, opiniones, cuerpos diversos. Las diferencias en muchas ocasiones generan odio, resentimiento y violencia, general la falsa ilusión de la "brecha". Nos olvidamos que estas diferencias son parte de nuestra humanidad y que somos parte de un todo. Si cultivamos el amor el respeto y la compasión hacia los demás, también lo estamos haciendo hacia nosotros mismos.