Cuando la escuela, además, da de comer
Desde este lunes, el Paicor llegó al Ipem nº 96 "Pascual Bailón Sosa". Son 27 alumnos anotados y se analizan otros 15 pedidos más.
Por Manuel Ruiz
¿Qué es el Fortnite?, le pregunto al adolescente que tengo sentado al lado. "Es un juego de Play, de tiros", me responde.
Así había entrado al aula, que es ahora comedor, hablando de que iba a jugar al Fortnite. Al frente de él, en el plato de plástico verde y brilloso, humean las albóndigas y el puré de papas. Apenas pasan las 12.30 y como mi eventual compañero de mesa hay otros diez alumnos almorzando en el Ipem nº 96 "Pascual Bailón Sosa", que desde este lunes cuenta con los servicios del Programa de Asistencia Integral Córdoba (Paicor), en el desayuno y a la hora del almuerzo, tal como lo había adelantado este diario meses atrás.
Los chicos que tengo en frente miran un celular, les pregunto que están viendo y me dicen una película. Además me cuentan la trama. Charlamos como en cualquier casa de familia, aunque esta es bastante más grande.
María de los Ángeles Vergnano, directora de la institución educativa, cuenta que actualmente hay 27 alumnos anotados para comer vía Paicor en las instalaciones del "Bailón" y que se están analizando otros 15 pedidos más, que la directora cree que se aprobarán y llevarán el número a 42.
Para que un alumno sea admitido, la familia tiene que completar una planilla en la que quede constancia de que la situación económica del grupo familiar amerita que pueda recibir el desayuno y el almuerzo en la escuela.
El menú, su existencia
¿Está bueno?, le pregunto a otro de los chicos de la mesa de atrás, refiriéndome al menú.
"Sí, esta riquísimo", me responde con la boca llena y saboreando la comida.
"En realidad no está bueno esto. No tendría que existir. Estos programas no tendrían que existir", señala Vergnano, "pero la realidad es que lo pedimos porque veíamos que era una necesidad que teníamos que suplir dentro de la población estudiantil de la escuela".
Lo ideal, claro, sería que los chicos se puedan volver a su casa, a comer en familia. Y hay dos variables que hacen que eso no suceda: una es como el grupo familiar estructura los horarios de alimentación, que se ven afectados en muchos casos por las extensas jornadas laborales que hacen que, por el otro, existan los horarios de alimentación; y la otra, la más grave y terrible es la que indica que no hay nada para comer en casa, cuando el pibe llegue de la escuela.
"Nos gustaría poder concentrarnos en otras cosas, pero es muy grave notar que un alumno está en clase pensando que no solo tiene hambre en ese momento, sino que no sabe qué va a comer cuando llegue a su casa", explica la directora.
El hambre como coyuntura
Las escuelas no tendrían que dar de comer. Pero la realidad manda. Lo dice Vergnano más arriba. Ante la necesidad insatisfecha, que sale a luz en gestos mínimos y se confirman en este caso cuando el Bailón abrió el proceso de solicitudes, la escuela vuelve a tener que correr su eje. Entonces ahí también hay déficit. El sistema educativo cae al suelo y se rompe cada vez que una escuela recibe el Paicor.
Según un relevamiento efectuado por este medio hace un mes atrás, eran 1.800 los beneficiaros del programa alimenticio del Gobierno de la Provincia de Córdoba y 3.600 raciones diarias de comida se daban en San Francisco. Ahora, ese número trepa a 1.827, cifra que no importa cómo se analice, es problemática y significativa, porque estamos hablando de comida.
Cuando coyunturalmente, a través de políticas económicas y toma de medidas políticas, se propicia el aumento de aunque sea una persona en las estadísticas del Paicor, hay algo que no está resultando y que evidencia un problema mayor.
Nada de vergüenza
Los chicos están concentrados en las albóndigas. Están los que comen y los que no. Los que acompañan mientras los otros almuerzan. Y ese detalle resulta clave para entender que los que comen no tiene vergüenza de hacerlo.
"Lo hablamos con los chicos, ellos no tienen que tener vergüenza por comer acá. Por suerte, no les pasa. Y eso ha hecho que muchos otros chicos y familias apliquen para entrar bajo el programa", explica Vergnano.
La vergüenza de no tener para comer existe, siempre existió. Pero no debería, como el Paicor. Pero cuando el hambre manda y las estructuras de contención como el trabajo y el salario son dañadas, aflora lo peor y los paliativos. La necesidad de una mejor nutrición de los alumnos se aborda con este programa. Y la escuela se convierte en algo más, en lo que no debería, porque como ya se sabe, la educación ya afronta su propia hambre, sus propias vergüenzas.
En San Francisco
Además del nivel primario y del Bailón Sosa desde esta semana, el programa también se implementa en siete establecimientos educativos de nivel secundario y de modalidad especial, entre las cuales se encuentran la Escuela Especial "Ana Sullivan", el Ipet Nº 50 "Ing. Emilio F. Olmos", el Ipet Nº 264 "Teodoro Asteggiano"; el Instituto de Educación Especial "Apadim"; el Instituto "Don Orione" y el Ipea Nº 222 "Agrónomo Américo Milani".