“Con la droga se puede morir de muchas maneras, pero la peor es no pensar ni sentir”
Sebastián Mascherano, hermano del ex capitán de la Selección Argentina brindó una charla por zoom a niños y jóvenes de Devoto contando su vida pasada ligada a las adicciones. "Fui un cobarde y hoy soy un valiente", dijo.
Escuchar hablar a Sebastián Mascherano, es escuchar la historia de un valiente, que logró salir de las adicciones tras años de oscuridad. Su vida no fue fácil. La adicción a la cocaína le hizo tocar fondo, pero él, en lugar de ahogarse, aprovechó el impulso y salió a la luz, convirtiéndose en un educador a partir de su experiencia personal.
Tiene 43 años, es el hermano mayor de
Javier Mascherano, ex capitán de la Selección Argentina y el
volante central de River Plate y es un "capitán" de la
resiliencia.
Hace ocho años que atraviesa el proceso de rehabilitación por su adicción y en medio de la pandemia de coronavirus y el aislamiento, él sigue recorriendo distintos lugares del país de manera virtual, brindando charlas a través de la plataforma zoom.
La semana pasada contó su experiencia a los niños y jóvenes que practican fútbol en la Sociedad Sportiva de Devoto, entidad que organizó su disertación que se trasladó a todo el pueblo en el marco de la Semana de la Prevención de las Adicciones. En la misma también participó el Grupo Vida.
"Con la droga se puede morir de muchas maneras, pero la peor es que una persona no pueda pensar ni sentir. No tenés vida. Fui un cobarde en 18 años de adicción y hoy soy un valiente como lo son millones de personas que canalizan la vida y no se refugian en la droga", aseguró Sebastián en diálogo con LA VOZ DE SAN JUSTO.
Cuando fui a rehabilitación mi hijo con 8 años me dijo: "Que bueno papá vas a dejar de tomar cocaína", recordó y remarcó que esa fue una de las cosas que lo impulsaron a querer educar y concientizar.
Al respecto, Sebastián advirtió que la droga "trunca todos los proyectos, no le da sentido a la vida. Te separás de la familia, de los hijos, perdés la responsabilidad del trabajo o dejás de estudiar, te aislás y te vas metiendo en ese cuarto oscuro en el que no le encontrás salida a nada y por lo único que querés vivir es por y para el consumo".
"La enfermedad sale por la boca, mientras se pueda poner en palabras lo que siente no necesitará ir a buscar anestesiarse con la droga, la basura se larga, se alivia la carga y uno puede sentirse escuchado, ahí uno se da cuenta quién es", dijo.
Sebastián recordó que entró en el mundo de las drogas a través de una droga legal: el alcohol y alertó sobre su consumo. "La gran sustancia que la sociedad minimiza es el alcohol y es de la que más nos tenemos que preocupar. Mirar a un adicto, también es mirar a un alcohólico que también depende de una sustancia".
Una enfermedad y no un vicio
Afirmó que tras su rehabilitación entendió que las adicciones "son una enfermedad y no un vicio. Comprendí que iba a necesitar ayuda, transité la peor tormenta que es la abstinencia, hace ocho años que estoy sobrio y eso es lo que hay que sostener porque es una enfermedad para toda la vida, por eso soy un adicto en recuperación".
Aceptación
"Me acepté como enfermo de por vida, acepté la familia que tenía y que iba a tener que poner en práctica las herramientas que brindan en un tratamiento" El adicto es una persona débil, no todo el mundo se convierte en adicto. El adicto no quiere decir falopero, motochorro, mala persona, la palabra adicto quiere decir no poder decir, no poder hablar. Durante 18 años de consumo, no pude hablar. Hoy puedo hablar, puedo expresar mis emociones, poner en palabras todo lo que día a día se carga en la mochila", aseguró.
Afirmó que la vida es un gran vacío, hay miedo, dolor, pérdida, frustración. "Encontré otras maneras de canalizar los vacíos del corazón. Las personas débiles nos autoagredimos, nos causamos daño consumiendo para llenar los vacíos del corazón. Cuando empecé a conocerme me di cuenta que era débil ante el dolor, la soledad".
Sebastián es comerciante y en sus charlas siempre intenta transmitir a los niños y adolescentes que se empieza a consumir por la pertenencia, por curiosidad, por probar, por rebeldía o por no quedar solo delante de los amigos.
Recordó que en ese momento "uno piensa que lo puede dominar pero después no se puede porque el cerebro es sabio y conoce lo que vive la persona y lo que ha sufrido en la vida. Cuando se prueba la sustancia después uno empieza a necesitarla para anestesiarse, para evadirse de la realidad. La droga es una enfermedad que es la frutilla del postre de cada persona, porque para llegar a eso siempre hay una historia detrás".
"Nadie consume porque le gusta, por los amigos, se va enfermando y se junta con personas que están enfermas, pero esta enfermedad comienza en el seno familiar por eso es importante educar, contener y poner límites a los chicos. Hay que hablar todo dentro de la familia", aconsejó finalmente.