Che, Manuel… Belgrano
Luce ante los ojos de todos un Manuel Belgrano diferente. En ese busto hecho por Damián Bolaño no está el periodista, economista, militar o intelectual. Solo está Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, más humano y sencillo pero no por ello menos imponente.
Por Ivana Acosta | LVSJ
Manuel Belgrano interroga desde la inmutabilidad de la escultura aun dentro del taller de Damián Bolaño. Parece más real y aunque inamovible da la sensación que sigue todo con la mirada muerta pero no tanto gracias a la delicadeza del escultor.
Atrás hay otro mini busto de Belgrano nada más que es de yeso, un molde que Bolaño usó y que tiene un barbijo que lo protege pese a que ahí está seguro, igual que a la cabeza original de San Francisco de Asís.
En ese taller hay muchas cosas, pero cuando Damián se sentó en una banqueta al calor de la luz del sol que le hacía más celestes sus ojos, parecía estar todo vacío. Solo estaban él y su Belgrano compartiendo el tiempo en la inmensidad antes que el prócer reproducido por este hombre parta hacia su destino final.
Donde el busto y su creador están es también el habitáculo que vio nacer a tantas otras esculturas del padre de Bolaño, Oscar, de quien su hijo dijo que "era un hombre que trabajaba muchísimo siempre y se mantenía activo". Eso claramente lo heredó.
Esa descripción inicial abre paso para entender mejor su esencia y su forma de trabajo que de inmediato lleva nuevamente a Manuel Belgrano. El referente histórico interroga y es quien "escucha" mirándolo a Damián directo a los ojos aunque no suceda a la inversa. Esa imagen de prócer no intimida, invita a reflexionar a pensar en una persona común que a los ojos de la historia se hizo grande.
La circunstancia que envuelve al encargo que le hicieron al joven escultor no es aleatoria, por el contrario, coincide con el "Año de Manuel Belgrano" como se denominó por decisión presidencial al 2020 en homenaje por los 250 años del nacimiento y el bicentenario de su muerte.
Eso le dio oportunidad a la localidad de Porteña de encargarle el busto para un espacio público, sin embargo, en este caso no se optó por la visión clásica de Belgrano sino por el contrario de algo más ameno que hace pensar en un Belgrano con una faceta diferente.
Se eligió un Belgrano con índice de informalidad, no tiene una vestimenta militar sino un sobretodo, un pañuelo que lo asemeja a un hombre y la vida cotidiana en aquella época. En definitiva, desde aquel municipio querían una imagen de un ciudadano común que formó parte de muchos eventos históricos.
"El hecho de bajarlo del pedestal y no usar la escultura así permite que esté en contacto con la gente, se vuelve parte del mobiliario urbano. A eso quería llegar, despojarlo de ese traje militar lo hace más humano y más del pueblo", describió el escultor que ya antes había realizado un busto de este hombre pero en su figura tradicional.
Debido a que Bolaño no trabaja con piezas seriadas el Belgrano que está ahí en el medio del taller y que lo observa mientras él habla con LA VOZ DE SAN JUSTO es un ejemplar único donde empleó "el vaciado de hormigón y obtenida la imagen hizo el modelado en arcilla". Esto "permite con el paso de los días darle detalles y modelar la forma". Roto el molde al que llama "perdido" emerge el resultado final.
"Cuando uno hace el molde se pierde la imagen, pasan dos o tres semanas hasta que pueda volver a verlo, en este caso a Belgrano - sostuvo -. En ese tiempo uno tiene esos fantasmas sobre si está hecho bien el tamaño o que esté ajustado a la imagen para el fácil reconocimiento para la gente".
Despojado de esos fantasmas, Bolaño vuelve a tierra y mira a su Belgrano de nuevo. Es solo el artista y su obra, solo Manuel y Damián, dos tipos de a pie con 200 años de diferencia.