Caso Juncos: historia local de la infamia
El caso que horrorizó a la ciudad comenzó en los primeros días de 2003 con la desaparición de la niña de 13 años y no se resolvió hasta la segunda mitad de 2006.
Por Manuel Montali | LVSJ
A comienzos del nuevo milenio, antes de que en la sociedad terminara de instaurarse la figura del "femicidio", sucedió uno de esos casos que conmueven hasta las entrañas de una ciudadanía, hasta el punto de hacerla levantarse y tomar parte. Un capítulo lamentable, una herida cercana que todavía duele.
María Victoria Juncos tenía 13 años el 18 de enero de 2003, cuando fue vista por última vez. Vivía con su madre Marcela Juncos y su padrastro José Ramón Cortez en calle Catamarca 2180.
Fue la madre quien denunció la desaparición, diciendo que la niña había salido a vender pastafrola y nunca había regresado. Se mostró frente a los micrófonos de los medios llorando y pidiendo auxilio. Y la ciudadanía la acompañó. No hacía ni diez años que había ocurrido otro capítulo lamentable como el asesinato de Mónica Parolini, y nuevamente se temía lo peor.
La niña era una alumna destacada, había sido abanderada en la Escuela Hipólito Bouchard y ahora cursaba en el Ipem N° 145 Dr. Francisco Ravetti. Tenía carácter reservado pero era respetada por sus profesores y compañeros. Se hicieron movilizaciones reclamando por su aparición con vida. "Ayúdenos a buscar a Viky", pedían madre y padrastro el sábado 15 de febrero, en la primera marcha del silencio que realizaron. Portaban carteles con su rostro y la leyenda "Se busca". Y se la buscó, rastrillando la ciudad. También en Córdoba y Santa Fe.
La otra historia
Los vecinos, sin embargo, fueron aportando otra versión de la historia. Contaron de los ruidos de violencia física constante, de los signos de abuso que mostraba la niña. "No tengo carácter agresivo", "Nunca la maltraté como se comenta", respondía la madre. A su pesar, se fue armando el rompecabezas.
En los últimos días de febrero, policías y bomberos realizaron excavaciones en la vivienda familiar. Los vecinos habían denunciado olores nauseabundos. Se encontraron restos de cal y prendas en una bolsa. Madre y padrastro fueron trasladados a sede policial para ser indagados, y este último terminaría detenido el 14 de marzo por falso testimonio. Muchos, sobre todo familiares, no podían creerlo. Pero pronto se sabría que Cortez ya acarreaba frondosos antecedentes penales por privación ilegítima de la libertad y violación.
¿Suicidio? Y hallazgo
Estando detenido en la sede policial que irónicamente se erige en la esquina de Libertad y Libertador, el padrastro se quitó la vida. Solo con su conciencia. Sin testigos. Esa es la versión oficial y nadie se preocupó demasiado por hurgar detrás de las circunstancias. Por supuesto, los rumores, las suspicacias, quedarán para siempre. ¿Hubo ajuste de cuentas, justicia popular, "Fuenteovejuna" o como quiera llamarse a la intervención de terceros?
Lo cierto es que poco antes de morir, Cortez "dejó" (verbo que también conviene poner en discusión al menos con comillas) un papel donde esbozaba un mapa con el paradero de la niña. Aunque también desde la Justicia se dijo que se llegó a ese lugar por una denuncia anónima sobre olores nauseabundos. De una u otra manera, el cadáver de la niña fue efectivamente encontrado el mismo día en que falleció Cortez, el 15 de marzo, enterrado en un camino rural al suroeste de la ciudad, a 1800 metros de la ruta 158.
Tras la autopsia, la reconstrucción por parte de la Fiscalía señalaba que la niña había contado que era víctima de abusos de su padrastro y que esta confesión había desencadenado que su madre y la pareja la atacaran salvajemente, la golpearan y asfixiaran. Que luego la habían enterrado en el patio, arrojándole encima cal y productos corrosivos para acelerar su descomposición, y que, presumiblemente esa misma madrugada, Cortez la había desenterrado y trasladado hasta el lugar en donde fue finalmente hallada.
El primer juicio
El juicio comenzó el 27 de septiembre de 2004. Las audiencias fueron seguidas por numerosas personas. La madre llegó como única imputada, luego de la muerte de su pareja. El jurado concluyó que no había elementos de prueba suficientes como para condenarla. Para dar a conocer la sentencia, que se anticipaba que generaría malestar popular, alguien dentro de la Justicia eligió la víspera del feriado del 12 de octubre de 2004. Se presumía tal vez que la gente estaría con la cabeza puesta en el descanso. Grave error. Cerca de 250 personas vieron cómo la madre quedaba libre. Se desencadenó una protesta en Tribunales. La acusada y los representantes de la Justicia debieron salir casi a escondidas y escoltados. Hubo pedradas, roturas de vidrios, quema de basura y detenciones.
El segundo juicio
Desde la fiscalía de Cámara se apeló la sentencia, porque se entendía que la acusada era partícipe del hecho. Se ponía el foco en el testimonio de vecinos que habían escuchado a la pareja hablando sobre lo que le habían hecho a la niña, así como en contradicciones en los testimonios que oportunamente habían dado.
El Tribunal Superior de Justicia de Córdoba anuló el primer juicio y se realizó entonces una segunda instancia en Bell Ville. El jurado en esta oportunidad no tuvo dudas sobre la responsabilidad penal de Mónica Juncos en el homicidio de su hija y el día 17 de agosto de 2006 la sentenció a prisión perpetua, condena que cumple actualmente.