Buena comida, la llave que mantiene vivos a los clubes de barrio
Rico, barato y abundante. La mayoría surgieron de la mano de la práctica de las bochas, pero hoy ese deporte quedó desplazado por la actividad social y la oferta gastronómica que ofrecen sus cantinas y comedores. Los "parroquianos", las partidas de truco, el "sodeado" y las exquisiteces que se elaboran en las cocinas dan un folklore único y particular que determinan nuestra la identidad social.
Milanesa napolitana, empanadas de carne dulces y saladas fritas, canelones, pollo al ajo, locro y asado completo. Todo eso, acompañado con muchas papas fritas cortadas a cuchillo y ensaladas mixtas donde abunda la cebolla. También hay otros platos, pero todos tienen el sello de hecho en casa.
Estas delicias recuerdan la comida casera de las abuelas y se sirven como si fuera una cena familiar: en bandejas de acero inoxidable, con copas cortas de pie o vasos de trago largo que se usan para el vermut de las 19. En algunos hay manteles de hule que se limpian pasando un trapito y la vajilla es de diferente tipo y colores.
Acá no hay nada gourmet, pero a nadie le importa mientras que sean ricas y generosas las porciones y que se puedan compartir con amigos de toda la vida, los compañeros de trabajo, las chicas del gimnasio y aquellos miembros de las peñas que perduran a través de los años.
El Estudiantes Sport Club, Deportivo Colón, Bochas Barrio Norte y Vélez Sarsfield son estos lugares que perduran y mantienen la identidad barrial amoldándose a las nuevas necesidades y gustos de los vecinos.
La mayoría de ellos nacieron de la manos de la práctica de las bochas, pero a través del tiempo esta actividad perdió adeptos y son muy pocos lo que hoy cobran la cuota societaria. En la actualidad, son las cantinas y comedores con platos caseros, abundantes y a buen precio la "clave" de acceso para atraer a nuevos clientes y evitar sus cierre como sucedieron en otras ciudades.
"La cantina es la llave del club y el cantinero con su comida hace posible que esto se remueve y siga vigente", dijo José Luis Ponce, presidente del Estudiantes Sport Club en barrio Sarmiento.
Estudiantes Sport Club, en barrio Sarmiento.
En el caso del Club Deportivo Colón, en Paraguay al 2500, pasa algo similar. "Nosotros no tenemos más socios. Quedan pocos jugadores de bochas, es gente mayor y es un deporte caro. Es la comida lo que mantiene vivo al club", aseguró Facundo Castro quien está al frente de la cantina desde hace 28 años.
Para Federico Gilli, el conductor de la barra de la cantina de Club Bochas Barrio Norte, es el bar y la cocina que maneja con su familia la que hace latir al club sobre calle Castelli desde el año 2000. "Hay 100 socios aproximadamente que juegan a las bochas y se les cobra una cuota mínima para que se mantenga, pero la magia la mantenemos viva nosotros con el asado, las picadas y los parroquianos".
Alcides Gilli, a cargo de la parrilla del Club Bochas Barrio Norte
"Más gente nueva se suma a la comida del lugar. Hay grupos que vienen por las picadas los fines de semana que elaboramos", contó con orgullo el joven cantinero.
En lo de Juan José "Tito" Bagnasco y su esposa Mercedes, la cantina del Club Vélez Sarsfield, tiene la marca de esta familia desde hace 30 años. "Hay socios, pero desde hace tiempo no se les cobra cuota. La gente viene a buscar la comida casera, la mayoría tiene más 30 en adelante. Tenemos como clientes a grupos que realizan distintas actividades, las peñas y los amigos buscan estos lugares para reunirse y comer rico", contó Tito Bagnasco.
En el Club Bochas Barrio Norte la cantina es un emblema
Rico y barato
En los clubes no existe la carta y el menú se dice oralmente o se escribe en el pizarrón para que todos lean.
Cada lugar tiene sus platos estrellas: los canelones y las empanadas del Vélez, el locro y las empanadas del Club Colón, la picada y el asado de Barrio Norte y la parrillada completa de Estudiantes.
Mercedes y Tito Bagnasco son el espíritu de la familia de la cantina del Vélez
Los precios, más tentadores aún: una porción de locros cuesta $140, una milanesa a la napolitana con fritas (tamaño XL) alrededor de los $250 y las empanadas - tanto dulces como saladas- de esas que obligan a comer con las piernas abiertas porque el juguito explota del repulgue, se pueden conseguir entre $250 y $280. Una parrillada con fritas, una empanada, ensalada, postre y un vino de la casa tiene una tarjeta aproximada de $500.
Las empanadas y los canelones del Vélez, con muy buena fama
Estos lugares también dan la opción de preparar platos bien rústicos, que recuerdan la cocina de antes como lo hacían las abuelas. "La gente suele preguntar si se les puede hacer algo especial y entonces piden buseca, puchero de gallina y a la española y se lo hacemos", contó Mercedes Bagnasco.
"Hay gente que te pide rabas, pero eso ya está fuera del presupuesto y pierde la esencia del barrio", agregó el encargado de Estudiantes.
Como la segunda casa
Un rasgo característico que comparten estos lugares, es que las personas que están al frente son miembros de una misma familia. Los Bagnasco en el Vélez Sarsfield, los Gilli en Bochas Barrio Norte, los Castro en Club Colón, los clubes son un segundo hogar. "Es nuestra segunda casa y así queremos que sea para la gente. Todo lo compartimos y la gente que viene es parte de ella", aseguró Federico Gilli que con su hermano Cesar y sus padres Rosalía y Alcides, se hicieron cargo de la cantina de Barrio Norte en el año 2000.
Facundo Castro y un plato clásico del Club Colón
Los Castro también se apropiaron del Club Colón. Con Facundo a la cabeza, son sus hijos José Gabriel y Nancy Marisel los que manejan la cantina y la comida. "Ellos son los encargados de hacer la comida, que las cosas salgan ricas. Confío en mis hijos porque quieren al club tanto como yo", aseguró Facundo.
Los maníes y las aceitunas que ya salen para las mesas de los parroquianos del Club Colón
Buena comida en el Estudiantes Sport Club
En el Vélez, a Juan José lo acompañan su esposa Mercedes y su hijo Iván. También está Lucrecia, ayudante de cocina desde hace décadas. "Esto es familia y se hace juntos. El club es familiar y así va a ser siempre. El que viene, es parte de mi familia y así lo atendemos", concluyó Bagnasco.
Simple y cómodo
La simpleza se hace sentir en el código de vestimenta. "A veces las mujeres nos preguntan cómo venir vestidas y nosotros le dimos que vengan como son, acá es sencillo y familiar. Que vengan a comer y disfrutar, eso es lo que queremos", confió la cocinera del Vélez.
Los sabores criollos se cocinan en los clubes barriales
"La gente no se fija en lujos, sino en la comida y en su sabor", agregó Facundo Castro. "Los clientes buscan la comodidad, sin condicionamientos. Hay gente sencilla que viene, y quiere estar cómoda. No se fuma y hay respeto por el otro", expresó Juan Domingo Frecia de Estudiantes.
Parroquianos, los verdaderos "dueños" de los clubes barriales
Los parroquianos, esos que van siempre a los clubes barriales por el vermut, el soplado, el "sodeado" o el partidito de truco. Ellos van a pasar el tiempo, son los verdaderos dueños de estos lugares y quienes mantienen vivo el espíritu que se siente en cada institución.
"Para los parroquianos es como su segunda casa. Vienen todas las tardes a tomar vermut, a jugar a las cartas. Ellos son el alma del club", señaló Federico Gilli, de Barrio Norte.
Maní, aceitunas, palitos y el vaso trago largo; todo un ritual que se conserva y no quiere morir. "Los parroquianos son un poco dueños del lugar y conocen todas las anécdotas del barrio. Son parte del club y los que mantienen vivos nuestra historia", destacó Facundo Castro de Club Colón.