Bicisendas: más calidad de vida urbana y movilidad sustentable
En la ciudad ya se empiezan a ver las primeras demarcaciones de lo que será un cambio total en el tránsito local. Las investigadoras de la Facultad de Arquitectura de la UNC afirmaron que permitirá mejorar las conexiones entre distintos puntos de la ciudad y lograr ciudades más humanas. Con el cambio de paradigma presente ante la pandemia de covid19, el estado municipal ya asumió el desafío.
Por Stefanía Musso
Muchas ciudades del mundo ya gozan de este tipo
de iniciativas que permite una nueva forma de vida de sus ciudadanos. En San
Francisco ya se demarcaron las primeras líneas en calle Alberdi hacia av.
Rosario de Santa Fe que conforman la primera etapa Norte Sur con 1700 metros y
pronto será un hecho que ocurra un tránsito fluido, continuo y seguro.
Para la decana de la Facultad de Arquitectura, Urbanismo y diseño de la Universidad Nacional de Córdoba, Mariela Marchisio; y la Arquitecta, Master en Desarrollo Urbano y Territorial, socia en Acciona Oficina de Innovación Urbana, Nadia Barba, la bicisenda permitirá a la ciudadanía mejorar las conexiones entre calles así como aplicar la movilidad sustentable, que implica bajar el impacto directo de nuestras acciones sobre el medioambiente.
Para Nadia Barba, "Las calles, además de ser el espacio público por excelencia, tienen la función de conectar y movilizar tanto a personas como a bienes de un lugar a otro. Afortunadamente en nuestras ciudades, se ha ido generando conciencia acerca del excesivo uso del automóvil y, como consecuencia de esto, la conciencia también que necesitamos ciudades más equitativas y sustentables. Así es que hemos encontrado en la bicicleta una alternativa hacia ciudades más amigables y que mejoren la calidad de vida urbana".
Una red de ciclovías o bicisendas "tiene múltiples beneficios para la ciudad y los vecinos, como, por ejemplo, generar espacios públicos más vivibles porque cuando una calle tiene menos vehículos -transitando o estacionados- se convierte en un espacio mucho más disfrutable".
Un dato no menor para las economías locales es que "está demostrado que los ciclistas consumen más en comercios de paso que los automovilistas, y sin dudas que los espacios agradables atraen a más personas, que se traduce en un mayor número de clientes potenciales y en el aumento de las oportunidades para la creación de nuevos negocios".
"Una red de ciclovías o bicisendas tiene
múltiples beneficios para la ciudad y los vecinos, como, por ejemplo, generar espacios
públicos más vivibles porque cuando una calle tiene menos vehículos
-transitando o estacionados- se convierte en un espacio mucho más disfrutable",
Barba.
"Otra cuestión a considerar es que la bici es sumamente accesible, es una tecnología tradicional que, con bajo costo, da respuesta a las necesidades de transporte de gran cantidad de personas en las ciudades. Muchos de los traslados habituales pueden hacerse caminando o en bicicleta, de manera práctica, cómoda y segura, y ahorrando en los gastos innecesarios del auto", aseguró Barba.
Cambio del paisaje
Para la experta en urbanismo, "poner en marcha una red de ciclovías en nuestras ciudades, y cuando digo nuestras ciudades me refiero al contexto latinoamericano, es una oportunidad para recuperar el espacio urbano y promover alternativas al uso del auto particular. Es fundamental para que en un futuro no tan lejano la bici se convierta en el modo cotidiano de transporte masivo".
"Esto se consigue diseñando recorridos que conecten los diferentes puntos de interés de la ciudad y permitan desplazamientos seguros de los ciclistas. En cuanto al impacto en el paisaje urbano, permite transformar significativamente la calidad de los espacios públicos dado que, una calle con menos autos estacionados y/o desplazándose, es un espacio más agradable con menos contaminación visual y sonora".
Sobre los resultados de esta aplicación a nivel urbanístico, para Barba esto "genera una transformación en la dimensión física y funcional de la ciudad, por ello la implementación de este sistema demanda de un proceso de planificación que considere datos básicos como los usos del suelo, los medios de transporte existentes en la ciudad, las características de la red vial y de los usos que las personas hacen de ella, la cantidad de viajes, datos de origen y destino, entre otros".
"También debemos tener en cuenta la nueva imagen o percepción de la ciudad que tendrá el ciclista, que puede ayudar a crear mejores mapas mentales para moverse en ella facilitando la orientación y legibilidad urbana".
Hacia una movilidad sustentable
Para la decana de la Faud, Mariela Marchisio, quien trabaja a nivel académico haciendo ejercicios de proyecto de investigación y debates interdisciplinarios sobre Movilidad Sustentable, que involucra la mirada de urbanistas, paisajistas, economistas y sociólogos, "pensar desde lógicas de proyecto sustentable implica bajar los impactos que nuestras acciones pueden tener sobre los soportes. En el caso de nuestras ciudades y en relación a la movilidad, pensar la misma desde una mirada sustentable implica poner en crisis los problemas que fuimos detectando surgen de modelos anteriores".
"Un ejemplo, es la pérdida de calidad de espacios públicos por saturación de circulación vehicular, el impacto de los estacionamientos, la velocidad y la extensión de mancha urbana que muchas ciudades fueron adquiriendo, entre otros".
Ante la pandemia y las nuevas formas que exige la vida, Barba afirmó que "el coronavirus nos mostró la urgencia por implementar soluciones innovadoras a los desafíos de la movilidad y el transporte urbano".
"Ahora más que nunca la bicicleta adquiere protagonismo como una opción de transporte urbano individual frente al vehículo particular. También nos permite empezar a implementar sistemas de movilidad más amigables con el medio ambiente, facilitando los desplazamientos de mediana y corta distancia, sumado a los beneficios para los vecinos que antes mencionaba".
"El coronavirus nos mostró la urgencia por
implementar soluciones innovadoras a los desafíos de la movilidad y el
transporte urbano",Marchisio.
Uno de los desafíos más importantes, según Barba, "tiene que ver con las medidas complementarias e integrales que necesariamente deben acompañar el desarrollo de un sistema de este tipo. Conjuntamente con la construcción y el mantenimiento de la obra, deben diseñarse modificaciones en las normas de tránsito y movilidad locales, y garantizar que se lleven adelante programas de promoción, información, concientización y educación vial. Y fundamentalmente, para que la ciudadanía se apropie de las ciclovías y bicisendas, sería deseable generar un pacto ciudadano de convivencia entre los vecinos, para garantizar el éxito del uso de los espacios públicos".
El valor para San Francisco
En palabras de la decana, oriunda de nuestra ciudad y que transitó nuestras calles, "para San Francisco como para cualquier ciudad, resulta imperioso brindar servicio de calidad de circulación a todas las personas que comienzan a optar por sistemas alternativos al vehículo o al transporte público (Bicicletas, Monopatines, y toda la oferta de micromovilidad que el mercado comienza a ofrecer), esto implica no solo la bicisenda, que debe pensarse como una red integral y no como trayectos inconexos, sino también los espacios de estacionamiento seguro de estos objetos que comienzan a aparecer en nuestras ciudades".
"Probablemente lleve a repensar también cuestiones de normativa edilicia, como por ejemplo garantizar que en los conjuntos habitacionales se garantice el espacio para guardado de estos objetos, que, en las áreas comerciales, institucionales, haya bicicleteros y puntos de recarga eléctrica para la amplia oferta de vehículos de micromovilidad eléctrica que ya ofrece el mercado. Es decir, debe pensarse como un sistema que excede el momento del movimiento".
Para finalizar, la decana aseguró que una bicisenda "aporta calidad de vida urbana. El cambio de conductas ya está, lo que falta es que nuestras ciudades, las asuman", concluyó Marchisio.