Atrapados en el muro
La historia demuestra que los muros han fracasado. Y son símbolos de la ignominia humana. La diferencia, no menor, es que el muro que tiene atrapada a la dirigencia política de Estados Unidos es hoy impulsado por la máxima autoridad de un país que se autoproclama defensor de la libertad del hombre y de su dignidad.
Alcanza ribetes ridículos el panorama suscitado en los Estados Unidos luego de que el presidente Donald Trump decidiera que su gobierno dejase de funcionar como consecuencia de que el Parlamento no le aprueba los fondos para la construcción del muro prometido en la frontera con México.
El crítico momento que vive la administración de la principal potencia del planeta atrapa la atención mundial. Es que el muro fue la principal promesa de campaña del actual habitante de la Casa Blanca. Nunca fue considerada seriamente por cierto, habida cuenta de que no se pensaba que el histriónico personaje pudiera ganar las elecciones, lo que finalmente ocurrió.
Entonces, las cosas se precipitaron y la consigna de construir el muro siguió siendo el principal argumento de su gestión. Se volvió un punto de fricción permanente con la oposición porque quienes votaron a Trump siguen exigiendo su construcción y las necesidades políticas obligan a que se mantenga en alto la propuesta. Esto ha generado que el muro atrape al gobierno norteamericano y lo mantenga paralizado.
Cuando faltan nueve días para la fecha límite que dio al Congreso para financiar su muro, el presidente aseguró que llevará a cabo su proyecto insigne para frenar la inmigración ilegal, que la oposición demócrata rechaza de plano.
"Al principio era solo una imagen que hablaba de seguridad fronteriza, pero pronto se convirtió en un eficaz símbolo de la necesidad de luchar contra la inmigración, el comercio, el terrorismo, de frenar la globalización y hacer frente a todos sus males. El problema es que Trump ha terminado completamente atado a un muro que empezó como una poderosa pieza de simbolismo", opinó Andrew Selee, presidente del Instituto de Política Migratoria, de acuerdo a lo publicado por la prensa de Nueva York.
Esta última visión da el sentido concreto a lo que está sucediendo. En principio el muro era solo un eslogan de campaña. Un símbolo de lo que parte de la ciudadanía norteamericana reclamaba. Sin embargo, dejó de ser una alegoría para transformarse en una cuestión que amenaza con llevarse puesta varias posturas políticas, tanto en Estados Unidos como en México y otras regiones de América latina.
La historia demuestra que los muros han fracasado. Y son símbolos de la ignominia humana. Basta recordar que durante casi 4 décadas una ciudad como Berlín estuvo dividida por una pared que simbolizó el odio y la intolerancia ideológica. Claro que aquella muralla fue erigida por un régimen autoritario que impedía a sus ciudadanos gozar de su libre albedrío e impuso un Estado policíaco que, por fortuna, desapareció aquella recordada noche del 9 de noviembre de 1989. La diferencia, no menor, es que el muro que tiene atrapada a la dirigencia política de Estados Unidos es hoy impulsado por la máxima autoridad de un país que se autoproclama defensor de la libertad del hombre y de su dignidad.
En 2006, cuando ya se hablaba de reforzar las murallas fronterizas en esa región, el peruano Mario Vargas Llosa escribió un artículo en el que refutaba todos y cada uno de los argumentos que hoy esgrimen los defensores de la postura ridícula del presidente norteamericano. El escritor limeño expresó que los muros "no sirven absolutamente para nada" y que si esta intención consiguiera sobrevivir "al piélago de obstrucciones judiciales que lo espera, y que, en todo caso, paralizarán su construcción por muchos años, no servirá para atajar en lo más mínimo la entrada de inmigrantes sin papeles a Estados Unidos". Es más, la actualidad demuestra que hoy es floreciente el trabajo de los grupos ilegales que contrabandean personas en esa frontera.
Por cierto que no opinan lo mismo los sectores más intolerantes de la potencia del norte, liderados por su presidente. Y por ello han llegado al extremo de que se ha cerrado la administración pública. Esto último quizás no sea lo más grave. El tema es que este muro, como tantos otros a lo largo de la historia del hombre, es también un símbolo de lo que está en juego. Es que, sin negar la necesidad de que la inmigración debe hacerse en el marco de la legalidad, la propuesta de la cerca fronteriza atrapa y acorrala al hombre, puesto que va en contra del principio central de la libertad humana.