Amor desde la primaria: la historia de María Ester y Guillermo
En enero pasado cumplieron 38 años de casados y ese amor que comenzó de niños, según dicen, sigue vigente.
Guillermo Asteggiano (58) y María Ester Taborda (57) son un matrimonio de nuestra ciudad que cada año, cuando se celebra el 14 de febrero, celebran el amor que se tienen uno con otro, el mismo -el cual dicen- conservan desde aquel día en que se vieron por primera vez en el patio de la escuela Hipólito Yrigoyen, cuando cursaban 3º y 4º grado, respectivamente. En enero pasado cumplieron 38 años de casados y ese amor de niños sigue vigente, con la inocencia y el respeto de uno hacia el otro. El fruto de ese amor fueron sus dos hijas; Yanina de 36, y Lara de 17. "Nos miramos y nos entendemos. Él no se enoja como yo, pero me entiende. Todos los días le ponemos azúcar a la relación. Él es el amor de mi vida y yo soy la de él", dijo con total seguridad María Ester.
"No hay amores como el nuestro, de esos de toda la vida. Me falta Guillermo y me falta todo", agregó emocionada, aclarando ambos que "cada 14 de febrero mantenemos el idilio que nos unió de niños".
Despertar los recuerdos
Tras la nota que publicó LA VOZ DE SAN JUSTO el 10 de diciembre del año pasado sobre Juancito, el Jote que vivía en el patio de la escuela Yrigoyen, María Ester no dudó en comentar en el sitio de Facebook de nuestro diario cuántos recuerdos le traían aquellos tiempos en su escuela, donde ella conoció a su primer amor, Guillermo: "Bella historia... y pensar que en esta querida escuela conocí a mi amor de toda la vida, Guillermo Asteggiano", escribió la mujer.
Recién llegada de Colonia Marina, María Ester comenzaba el 4º grado en este colegio. Guillermo, que había repetido un año, estaba en 3º. El portero, Don Páez, tocaba la campana que anunciaba el recreo y el patio del colegio se convertía en el lugar donde aquellos niños de 9 y 10 años alimentaban un amor que duraría para siempre. "Jugábamos a la botella, a la dama y el caballero, al zapatito de charol. Era todo muy sano", recordó María Ester.
"Yo esperaba que ella bajara por las escalinatas de la escuela para verla", sostuvo Guillermo.
Aunque nunca fueron novios en la primaria, ese amor nunca se apagó y menos cuando cada uno comenzó la secundaria; ella, al Colegio Superior San Martín y él al Ipem Nº145, Dr. Francisco Ravetti, hasta que dos años y medio después, en 1975, se encontraron en un danzante en el salón de Bomberos Voluntarios: "Habíamos perdido todo contacto uno del otro. Llegué con mi mamá a Bomberos, con 15 años recién cumplidos, y un noviecito que tenía en aquella época. Cuando lo vi, volvieron todos los recuerdos, pero la decepción fue mucha cuando lo observé con una novia", relató la mujer. Sin embargo, para Guillermo fue un flash reencontrarla y se lo hizo saber esa misma noche.
Puerto Montt, de Los Iracundos, sonó de fondo en el gran salón de barrio Vélez Sarsfield y ellos se fundieron en un abrazo y bailaron sin parar. "Sos el amor de mi vida, nunca te olvidé", le dijo él a ella en ese momento al que definieron como mágico, ya que hubo hasta beso de por medio.
Pasaron los sábados y -según contaron- bailaban a escondidas. Guillermo se sentaba cerca para observarla y esperar el guiño para ir a la pista de afuera, mientras que adentro quedaba su novia. Con el tiempo, María Ester dejó a su novio y la pareja de Guillermo los encontró "haciendo trampa", lo que al adolescente le valió una cachetada. A Guillermo nada le importó porque estaba en los brazos del amor de su vida.
Para vivir un gran amor
Los entonces adolescentes comenzaron a salir, con el permiso de los padres de ella, en marzo de 1976. En 1977 se comprometieron pero en vísperas de Navidad, con los padres de Guillermo viviendo en Buenos Aires, el joven se fue marchó dejando a María Ester sin conocimiento de su decisión y también el corazón roto. "Llegué a su casa donde estaba viviendo solo porque sus padres estaban en Buenos Aires y no estaba más, se había ido", narró ella.
Pasaron los días hasta que llegó la carta de Guille a lo de María Ester, confesando que extrañaba a su familia, que algún día volvería y que pese a todo ella el amor de su vida. María Ester, con decepción y el corazón destruido, esperó a Guillermo.
Pasó un tiempo y otra canción los volvió a unir. En un boliche de Mar Del Plata, Guillermo escuchó la canción de Cacho Castaña: "Para volver a vivir un gran amor" y decidió pegar la vuelta a San Francisco. "Le dije a mi hermano que me volvía. Ester era el amor de mi vida", recordó Guillermo.
Así, fue que el 14 de febrero de 1978 el protagonista de esta historia apareció en la pileta del Club Sportivo Belgrano donde ella estaba con sus amigas. "Mis amigas lo vieron entrar al club y me dijeron que estaba Guillermo. Me di vuelta y ahí estaba, con su camisita verde y blanca a cuadros, con un jean y pelo largo. Corrí, lo abracé y desde ese día no nos separamos nunca más", aseguró la mujer.